El elemento disruptivo
(Este texto corresponde a la sección de Reportajes, que, como su propio nombre indica, contiene reportajes sobre deportistas, clubes o cualquier aspecto relacionado con el deporte)
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Más o menos, todos nosotros podríamos convenir que la primera gran época del tenis fue hace exactamente cien años, cuando este deporte despertó un tremendo interés entre el público en la década de los años veinte del siglo pasado. También que, con permiso de los mosqueteros franceses Henri Cochet y René Lacoste, el estadounidense Bill Tilden fue el mejor tenista entre sus coetáneos. Es curioso porque, en realidad, en los años precedentes todo parecía indicar que la historia no sucedería así: nacido en el seno de una familia rica de Philadelphia, Tilden creció marcado por la desgracia (sus padres y tres de sus cuatro hermanos fallecieron cuando él apenas había cumplido la mayoría de edad) y por su escasa capacidad para el tenis certificada en su no selección para formar parte del equipo de la Universidad de Pennsylvania. Sin embargo, a partir de 1915, año en el que murió de una neumonía su hermano Herbert Marmaduke, que también era tenista, Bill Tilden, a sus 22 años de edad, decidió que dedicaría todo el tiempo posible en mejorar su juego. De tal modo, sin la ayuda de ningún entrenador, el estadounidense comenzó a golpear bolas contra una pared una y otra vez hasta que logró una técnica depurada y, cuatro años después, protagonizar una carrera que le llevó a convertirse en el mejor tenista de la historia hasta ese momento.
No en vano, Tilden, que se deslizaba por la pista y siempre estaba situado en el lugar adecuado para devolver los golpes de sus rivales, sumó su primer título del US Open en el año 1920 cuando tenía ya 27 años de edad y se mostró imbatible durante alrededor de seis años. Literalmente, quiero decir: entre 1920 y 1926 acumuló 51 victorias consecutivas en torneos de Grand Slam (una hazaña que, evidentemente, nunca nadie ha vuelto a alcanzar), además de cerrar la temporada 1924 sin encajar ninguna derrota (68 victorias en otros tantos partidos) y alcanzar 98 partidos seguidos ganados entre 1924 y 1925. En total, entre 1920 y 1930, Tilden se adjudicó siete US Open (récord compartido con Richard Sears y William Larned), tres torneos de Wimbledon y otras siete Copa Davis, estas últimas de forma consecutiva. Su superioridad en la pista casi siempre se traducía en insolencia y arrogancia: en sus partidos, Tilden cogía en su mano cinco pelotas cuando comenzaba su turno de saque y, al final de ese juego, tiraba la que le sobraba al suelo para demostrar que había ganado su turno de saque necesitando tan sólo cuatro puntos. Y eso que en 1922 se enganchó en una valla en un partido el dedo corazón de su mano derecha, la mano con la que sujetaba la raqueta, y dos semanas después tuvieron que amputarle la articulación distal de ese dedo.
En cualquier caso, supongo que también podríamos convenir que el tenis en aquella época era completamente distinto al tenis de la actualidad: por aquel entonces para ganar un Grand Slam, los tenistas se desgastaban hasta el extremo durante una semana, disputando un partido al día. Ninguno de ellos recibía premios en metálico y, además, tenían que costearse sus propios gastos. No es de extrañar, por ejemplo, que en la cima de su carrera Bill Tilden se hiciera promotor en Broadway con obras de teatro que él mismo escribía, producía y, casi siempre, protagonizaba por las noches después de haber ganado otro partido de tenis más por la tarde.
Foto: Culver Pictures
Broadway es el National Tennis Center
En el tenis actual, Broadway, con su bullicio y sus luces de neón, sería, al otro lado del río Este, el USTA Billie Jean King National Tennis Center. El escritor David Foster Wallace afirmó en su ensayo Democracia y comercio en el Open de Estados Unidos que “En el exterior de la Entrada Principal no se hace el silencio total cuando por fin anochece. Para empezar, la inmigración y emigración combinadas de los públicos de las distintas sesiones provoca que el paseo que va de la Entrada a la parada del metro y a los aparcamientos parezca la caída de Saigón”. Jesús Mínguez, redactor jefe de la sección Más Deporte de diario As y enviado especial durante años en el torneo neoyorquino, parece estar de acuerdo con el estadounidense: “El National Tennis Center es lo menos parecido a un club de tenis y lo más parecido a un recinto de otro deporte, de cualquier deporte americano. Es una fiesta. Al público de Nueva York muchas veces se le define como La Jungla y es así. Es impresionante el nivel de bullicio que hay, el griterío, no hay silencio, la gente come y bebe en la grada, la gente se pasea por el recinto de forma muy festiva”, explica. Y añade: “Es completamente diferente a cualquier otro Grand Slam o recinto de tenis que yo haya visto. Es el público americano de otros deportes trasladado al tenis”.
Esa sensación de algarabía desmandada, de hecho, todavía es mayor en el Arthur Ashe Stadium, su pista principal. De nuevo, recurro a las palabras de Foster Wallace para explicarlo: “La acústica de los aplausos es ensordecedora. Desde aquí abajo, cerca de la pista, si uno levanta la vista, el Estadio parece tener forma de enorme pastel de bodas, y en cuanto uno rebasa las laderas más suaves que son los palcos, las gradas de aluminio parecen ascender por todos los lados de forma casi vertical, tan vertiginosamente abruptas que da la impresión de que un solo paso en falso en alguna de las escalinatas superiores equivaldría a una muerte segura y espantosa”, la describió el escritor estadounidense en el citado ensayo.
“Es una caldera, es impresionante. Es como Las Ventas o la Monumental de México. Es un embudo que ahora con el techo retráctil, además, hace que reboten más todos los sonidos. Para mí, es la pista más impresionante del tenis por sus dimensiones”, prosigue Jesús Mínguez sobre el epicentro del icónico complejo deportivo situado en esas praderas en Queens. Sus datos apabullan: con espacio para 23.771 espectadores, el Arthur Ashe Stadium es la pista de tenis con mayor capacidad en todo el mundo. Debido a ello, a su monstruosidad arquitectónica, “las sensaciones que tienen los tenistas cuando juegan en la Arthur Ashe son totalmente diferentes a otros estadios”. “Al que tiene agallas, le va la marcha y se crece en estas situaciones es una pista que le va de maravilla. Hay a otros que, sin embargo, se les viene encima porque no están acostumbrados a este tipo de ambiente”, analiza Mínguez. Y completa: “Cuando el público empuja, a los que les gusta, a los que se recrean de verdad con la presión y saben jugar con ella, es una pista que les viene bien. Los grandes disfrutan ahí porque es una pista totalmente diferente a otras”.
Por ejemplo, esto último le ocurrió a Carlos Alcaraz contra Stefanos Tsitsipas el pasado viernes.
La irrupción de Carlos Alcaraz
No, Carlos Alcaraz no es todavía un grande del tenis. De hecho, solamente es un chaval de 18 años que no ha hecho nada más que comenzar su trayectoria profesional. No hay nada que cree más incertidumbre que el futuro porque, por definición, está por venir y ha de suceder con el tiempo, pero también es cierto que las predicciones más acertadas de los adivinos y futurólogos normalmente se basan en mayor medida en premisas razonadas en vez de en estímulos sensoriales. Y de razones para triunfar, el juego del tenista murciano está repleto.
“No recuerdo una irrupción en el circuito de tenis profesional tan espectacular como la de Carlos Alcaraz”, se sincera Mínguez. Y continúa: “Sí que hemos visto muchos tenistas que prometían en el circuito Challenger, en el Junior, pero la verdad es que dar el paso a los Grand Slam, a los partidos de cinco sets y a los Masters 1000 es complicado y muchos se quedan en el intento. Yo tenía mis dudas respecto a Alcaraz porque he visto a otros tenistas que prometían muchísimo y luego al dar el salto definitivo no han hecho prácticamente nada, pero él ha demostrado que está hecho de la pasta de los campeones”.
En Nueva York, en la capital del mundo, Alcaraz ha conseguido, además, el punto de inflexión que toda trayectoria profesional exitosa necesita. “Sí que creo que este partido contra Tsitsipas puede marcar un antes y un después en su carrera”, confirma Mínguez. “La carrera de Nadal la marcó cuando ganó a Roger Federer por primera vez y Alcaraz ha ganado a un campeón de Masters 1000, a un finalista de un Grand Slam, a uno de los tenistas destinados a reemplazar al Big Three. Es un golpe también psicológico”, profundiza. Y finaliza: “Conocíamos su carrera en España, sonaba mucho en Europa, pero ha dado el salto definitivo: entrar en el mercado americano en el star system es otra historia. Lo del US Open ha tenido resonancia en todo el mundo”.
Potencialidad más allá de los resultados
“Ahora mismo no me atrevería a decir qué límite puede tener Carlos Alcaraz”, afirma Mínguez, aunque recuerda que “tampoco ha hecho nada todavía en el circuito”. El caso hacia el estrellato del tenista murciano, si bien se ha mostrado más precoz que Federer, Nadal y Djokovic a la hora de ganar un torneo ATP (Umag, el pasado mes de julio, con 18 años), se defiende más en la potencialidad que proyecta que en sus resultados. “Tiene un tenis más estructurado, menos físico, más moderno y con menos desgaste [que el de Nadal]”, apunta el periodista de diario As. E insiste: “Me sorprende mucho la sensación que da de disfrutar en la pista porque eso sólo se lo ves a los grandes campeones. Me agrada mucho la mirada de cabroncete que pone cuando logra un punto decisivo, cómo mira a su rival, cómo levanta al público. Da la sensación de que con lo joven que es maneja el escenario y eso es muy importante. Al final, el tenis es un deporte muy de cabeza, muy mental, y lo han demostrado Nadal o Djokovic. Los que tienen ese tipo de poder mental son los que dominan”.
Volvamos, entonces, una vez más al que, en perspectiva, veremos en el futuro como el momento crucial en el ascenso a la mitología del tenista murciano, su partido del pasado viernes contra el tenista griego: “Por lo que le hemos visto, por ejemplo contra Tsitsipas, Alcaraz tiene esa capacidad, esa fuerza mental, que le hace diferente”, concuerda Mínguez. Y finaliza: “Ojalá sea un futuro campeón de Grand Slam y número 1 del mundo. Yo creo que podrá serlo. Es muy joven y todavía está en el paso de dar el salto entre una generación que no se va, la del Big Three, y otra que llega pero que tampoco acaba de llegar. Ojalá sea el punto disruptivo entre las dos generaciones”.
Listo e inteligente
En cualquier caso, más allá de probabilidades aleatorias, sí que en el presente existe una evidencia que nos permite no dudar sobre el futuro que vendrá con Carlos Alcaraz: su propio nivel de tenis. “Él dice que se parece más al de Federer que al de Nadal. A mí me parece que se parece más al de Djokovic. Es agresivo, se mete en pista, golpea bien el drive, domina el revés y el paralelo. Su principal virtud es que siempre sale a atacar en los partidos, no a esperar que le ataquen a él o a especular”, analiza Mínguez. Y se explaya: “Además, él tiene dos virtudes, que es listo y que es inteligente, y eso es complicado de aunar en una persona. Tiene la pillería y la inteligencia de saber leer los partidos”.
Sin duda, tal y como apunta el propio Mínguez, la presencia de Juan Carlos Ferrero como su entrenador y las horas compartidas con un tenista profesional como Pablo Carreño han ayudado a que Alcaraz, con apenas 18 años, muestre ya “la mentalidad de un número 1”. “Con 18 años ya ha ganado mucho en el aspecto físico, que es lo que le faltaba, y está aguantando partidos en Grand Slam a cinco sets y ha demostrado que puede llevarlo”, recuerda Mínguez. Y continúa: “Puede mejorar en el saque, es un poco lo que le falta. Nadal en toda su carrera ha ido evolucionando, yo creo que Alcaraz está a tiempo de seguir evolucionando. Tiene una grandísima aceleración de pelota y mucha potencia y eso le compensa que no le funcione el saque tanto”.
“Me parece un tenista muy completo y sobre todo un tenista muy completo en todas las superficies y en pista rápida, superficie en la que se juega el 70% del circuito”, vaticina. Y concluye: “Le pega plano, fuerte y profundo. Lo tiene todo para triunfar”.
Como triunfó hace ya cien años Bill Tilden, un tenista que, al contrario que Alcaraz, nunca destacó, precisamente, por su precocidad. Pero sí por ser un magnífico jugador de Copa Davis: “Me encantaría que [Alcaraz] debutara pronto en Copa Davis. Con el carácter que tiene y el carisma que va a encontrar entre la gente puede ser un jugador tremendo de Copa Davis”, desea Mínguez. Y sentencia: “Nadal debutó en Copa Davis con 18 años, antes de ganar un Grand Slam, y fue una auténtica revolución. Ojalá [Alcaraz] se anime a disputar la final de la Copa Davis en Madrid porque creo que puede ser un descubrimiento y un pelotazo definitivo para un jugador que lo tiene todo para ser el relevo de Nadal”.
Foto: AP / Seth Wenig
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En este texto he utilizado referencias de Democracy and Commerce at the US Open.
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Suelo escribir siempre con música, así que he decidido que voy a poner alguna de las canciones que ha sonado mientras estaba escribiendo el texto. Como, por ejemplo, ésta: