El disfraz del liberalismo
Supongo que algunos de vosotros ya os habréis enterado que, desde esta misma semana, he empezado a colaborar con la página web oficial en español de la NFL. Aquí está el enlace del primer texto por si a alguien le apetece leerlo:
https://www.nfl.com/mundo/noticias/super-bowl-lvi-del-pionero-al-pinaculo-35-anos-de-quarterbacks-afroamericanos-en
Sin duda, es una alegría enorme, tanto a nivel profesional como personal, poder escribir en su página web oficial sobre una competición que me fascina y que llevo siguiendo desde hace tantísimos años, así que para celebrarlo, y toda vez que el primer texto que me han pedido que haga va sobre quarterbacks afroamericanos, he decidido contaros por aquí la historia del último equipo de la NFL que contrató a jugadores de color, los Washington Redskins.
Espero que os guste. Y, como siempre, muchísimas gracias por el apoyo que me habéis mostrado (y que me mostráis) en todos estos años.
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«Empezaremos a fichar negros», dijo una vez George Preston Marshall, propietario de los Washington Redskins, «cuando los Harlem Globetrotters empiecen a fichar blancos». Y es tremendamente probable que hubiera cumplido con su palabra si el gobierno presidido por John Fitzgerald Kennedy no hubiera decidido meterse por el medio.
No en vano, Marshall fue un innovador con una excelente visión promotora que se convertía en un reaccionario conservador cuando la parcela social reemplazaba a los negocios. Una vez publicó un anuncio en blanco en un periódico con una única frase en su inferior: «Este espacio fue limpiado por Palace Laundry», decía el texto. En 1946, cuando vendió la citada Palace Laundry, la pequeña empresa familiar se había transformado ya en una cadena multimillonaria con más de medio centenar de lavanderías.
En la NFL, su innovación también fue innegable. Promovió la creación de dos divisiones para dividir a los equipos y la realización de un partido por el campeonato, la antesala histórica del Súper Bowl. Y el draft para seleccionar jugadores. Y varios cambios de reglas para aumentar el juego ofensivo. Y la celebración de un encuentro con los mejores jugadores llamado Pro Bowl. Y el desarrollo de actuaciones en el descanso para entretener al público.
Pero, en la propia NFL, Marshall también se opuso a aumentar los gastos, especialmente en los viajes. Y al sindicato de jugadores. Y al sistema de pensiones para exjugadores. Y, sobre todo, a la integración.
Los datos son irrefutables: hasta 1962, ningún jugador afroamericano vistió la camiseta de los Redskins, convirtiendo a la franquicia de Washington en el único equipo todavía sin integrar en el fútbol americano profesional. Más de 140 jugadores afroamericanos disputaron partidos en la NFL a lo largo de la década de los cincuenta, pero ninguno de ellos lo hizo con los Redskins. De hecho, en los drafts de 1960 y 1961, los Redskins seleccionaron hasta 36 jugadores… blancos.
A lo largo de esa década de los cincuenta, la ciudad de Washington fue eliminando poco a poco, con las habituales trabas con las que se encontraron todas las localidades sureñas de Estados Unidos y con la huida masiva de su población blanca hacia barrios residenciales situados en Maryland y Virginia, la segregación en las escuelas, los cines, los teatros, las iglesias, los restaurantes, los hoteles, los parques, el transporte público o en los Senators, su equipo de béisbol, pero no lo consiguió con los Redskins.
Ni siquiera después de acumular cinco temporadas consecutivas con balance negativo de resultados y sumar, dentro de esas cinco, dos campañas seguidas de apenas una victoria en cada una de ellas en 1960 y en 1961. «Los colores de los Redskins», solía escribir Shirley Povich, el premiado editor de Deportes de The Washington Post, «son el burdeos, el dorado y el caucásico». «En el fútbol americano profesional moderno, Marshall es un anacronismo», continuó en otra ocasión sobre la terquedad segregadora del propietario de los Redskins. Unas palabras que encontraron apoyo en Gordon Cobbledick, el también editor de Deportes del periódico The Plain Dealer: «[Fichar afroamericanos] no es un argumento a favor de la igualdad social. Es una cuestión práctica en el fútbol americano», avisó.
Foto: George Preston Marshall, en el centro, viendo doble. (Star Collection, D.C. Public Library/The Washington Post)
Sin embargo, nadie nunca pudo cambiar la mentalidad racista de Marshall… hasta que apareció el Gobierno Federal de los Estados Unidos de América.
Y es que el 24 de marzo de 1961, el Gobierno estadounidense decidió por primera vez en su historia intentar eliminar la segregación de un equipo deportivo. Ese día, Stewart L. Udall, el secretario de Interior de John Fitzgerald Kennedy, advirtió a Marshall de que los Washington Redskins tenían que contratar a jugadores afroamericanos si no querían enfrentarse a represalias.
En concreto, el Departamento del Interior del Gobierno estadounidense aprovechó el contrato de arrendamiento por 30 años que los Redskins habían firmado para jugar como locales en Washington D.C. en un nuevo estadio, el originalmente conocido como District of Columbia Stadium y después como Robert F. Kennedy Memorial Stadium, que era financiado con fondos públicos y que se estaba construyendo en la orilla oeste del río Anacostia, situado dentro del sistema de parques de la capital norteamericana, es decir, en una propiedad del propio Gobierno Federal.
De tal modo, Udall amenazó a Marshall con negar el uso del estadio a cualquier equipo que tuviera políticas de contratación discriminatorias, ya que «ha habido denuncias persistentes de que su empresa practica la discriminación en la contratación de sus jugadores». «No sé de qué diablos va todo esto», respondió el dueño de los Redskins ante los periodistas. «Me sorprende que, con el mundo al borde de otra guerra, ellos estén preocupados por si un negro jugará o no para los Redskins», añadió. «Uno no puede saber lo que sucederá bajo el disfraz del liberalismo», sentenció, al tiempo que aseguró que iba a obedecer la ley, aunque eso significara contratar «esquimales, chinos o mongoles».
Finalmente, después de una reunión en el mes de agosto con el comisionado Pete Rozelle y al ver que Udall, con el apoyo absoluto de su fiscal general, Robert Kennedy, el hermano del presidente, no cedía en su empeño, Marshall anunció que su equipo «no tenía ninguna política en contra de la contratación de jugadores de fútbol americano debido a su raza». Pero sus palabras no se convirtieron en hechos: ningún jugador de color militó en los Redskins en la temporada 1961, una campaña llena de polémica en Washington, con continuos boicots de afroamericanos, el respaldo al propietario de los Redskins por parte de grupos a favor de la segregación (entre ellos, el Partido Nazi Estadounidense) y piquetes reivindicativos en los partidos disputados en su nuevo estadio, incluido el rechazo del presidente Kennedy a la invitación para acudir al encuentro inaugural.
«La zona de anotación de los Redskins ha sido integrada con frecuencia por jugadores negros, pero nunca su alineación», escribió, con sorna, Povich, sobre la enésima temporada perdedora de unos Redskins que estaban a apenas unos meses de cambiar para siempre: el 4 de diciembre, con el número 1, la franquicia de George Preston Marshall escogió a Ernie Davis, el primer jugador afroamericano en ganar el Trofeo Heisman, en un draft en el que también seleccionaron a otros dos jugadores de color, Joe Hernandez, de ascendencia mexicana, y Ron Hatcher.
De ellos, Hatcher se convirtió en el primer jugador afroamericano en firmar un contrato con la franquicia de Washington: cuando los fotógrafos pidieron a Marshall que posara con él, el dueño de los Redskins se negó, según sus palabras, porque no deseaba «explotar» la situación. Davis, en cambio, no jugó para unos Redskins (Hernandez sí que llegaría a jugar para ellos en 1964) que se hicieron con los servicios de otros tres afroamericanos en ese año 1962: Leroy Jackson y Bobby Mitchell, que llegaron desde los Cleveland Browns a cambio de Ernie Davis (enfermo de leucemia, tampoco jugó en la NFL con los Browns y falleció con apenas 23 años), y John Nisby, de los Pittsburgh Steelers.
Finalmente, Mitchell y Nisby se convirtieron en titulares indiscutibles de esos Redskins del año 1962, aunque su visión sobre la figura de Marshall difiere. «Nunca me pareció un intolerante ni mostró ningún comportamiento de esa manera», mantuvo Mitchell, tras considerarle «un buen hombre». «Nunca aprecié al hombre en absoluto, debido a la posición que tomó sobre los negros antes de mi llegada aquí. Mi relación con la oficina principal no fue realmente tan buena», le contradijo Nisby.
Deacon Jones, el dos veces elegido mejor jugador defensivo de la NFL, todavía fue más explícito, con acciones en vez de palabras: en 1974, cuando fichó por los Washington Redskins, realizó el mismo ritual todos los días de partido. Consistía en escupir en el monumento en homenaje a Marshall que estaba instalado a las afueras del RFK Memorial Stadium.
Foto: Nazis de Washington imitando en el DC Stadium a los nazis de Illinois en el Wrigley Field. (Neil Leifer/Sports Illustrated)
El propio Marshall sufrió un derrame cerebral incapacitante en 1963 y tuvo que ceder el control del día a día de sus Redskins. Ya en 1969, falleció. En su testamento dejó un importante legado económico para establecer una fundación que ayudara a mejorar «la salud, la educación y el bienestar» de los niños del área de Washington con la condición de que ese dinero no se destinara a «ningún propósito que apoye el principio de integración racial en cualquier forma». Sin embargo, los tribunales desecharon esa cláusula de su testamento y, curiosamente, la fundación que Marshall auspició ha terminado repartiendo millones de dólares para mejorar «la salud, la educación y el bienestar» de niños de cualquier raza en el área de Washington.
Por su parte, la administración de John Fitzgerald Kennedy recibió, y todavía recibe, muchas críticas por no haber apostado con mayor rotundidad por los derechos civiles y haber cedido en constantes ocasiones a los deseos de los congresistas blancos del sur, incumpliendo, incluso, algunas promesas de su campaña electoral. Pero también combatió a veces la injusticia racial, como en este famoso caso de los Redskins.
Mientras, muchos años más tarde de la muerte de Marshall, Stewart L. Udall, el hombre de esa administración Kennedy que le obligó a integrar sus Washington Redskins, todavía no se había olvidado de él: «Él odiaba a todo el mundo… menos a las putas», sentenció.
Foto: Elwood, a la izquierda, de espaldas: «Son nazis de Washington». Jake, a la derecha, también de espaldas: «Odio a los nazis de Washington». (Neil Leifer/Sports Illustrated)
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En este texto he utilizado referencias de ESPN, The Washington Post, Washington City Paper y Pro Football Reference.
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Suelo escribir siempre con música, así que he decidido que voy a poner alguna de las canciones que ha sonado mientras estaba escribiendo el texto. Como, por ejemplo, ésta: