El secreto de Jon Rahm
(Este texto corresponde a la sección de Reportajes, que, como su propio nombre indica, contiene reportajes sobre deportistas, clubes o cualquier aspecto relacionado con el deporte)
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En 1930, Bobby Jones logró alcanzar el mayor hito del golf hasta ese momento, y tal vez de toda la historia, al ganar el Open Championship, el US Open, el US Amateur Championship y el The Amateur Championship. Es una gesta inolvidable porque, como sabéis, el fundador del Masters de Augusta nunca dejó el amateurismo para hacerse profesional. En cualquier caso, mantenerse ajeno al entrenamiento y jugar al golf por placer, apostando algo de dinero por la victoria, era bastante habitual en esa época. Walter Hagen, ganador de 11 majors, entre ellos cuatro PGA Championship de forma consecutiva entre 1924 y 1927, podía pasarse toda la noche de juerga, bebiendo alcohol, y ser el mejor sobre el campo a la mañana siguiente. Gene Sarazen, vencedor en siete majors, y Byron Nelson, triunfador en cinco, tampoco es que visitaran el campo de prácticas con asiduidad.
De hecho, fue Ben Hogan, ganador de nueve majors y uno de los cinco golfistas que han conseguido vencer en los cuatro torneos del Grand Slam (junto con Jack Nicklaus, Tiger Woods, Gary Player y el citado Sarazen), el primero en encontrar el secreto del golf mientras entrenaba porque, al contrario que a Hagen, Sarazen o Nelson, a Ben Hogan le encantaba entrenar su swing a todas horas.
Ocurrió en 1947, el año que cumplió 35 años de edad. Nadie supo cómo lo logró, pero a partir de ese año todos los golpes de salida de Hogan acababan en el centro de la calle y cada approach que hacía se situaba al lado del hoyo. En 1948, Hogan ganó su primer US Open (en total, logró cuatro, récord compartido con el propio Bobby Jones, Jack Nicklaus y Willie Anderson) y otros nueve torneos más, entre ellos, el PGA Champions. Un año después, en 1949, el golfista texano casi murió tras chocar frontalmente su coche contra un autobús, pero dieciséis meses después del accidente volvió a ganar el US Open. En 1951, el estadounidense ganó el US Open por tercera vez y sumó su primer Masters de Augusta. Ya en 1953, Hogan certificó el segundo año más glorioso de la historia del golf hasta ese momento, después de aquel 1930 de Bobby Jones, al adjudicarse el US Open, el Masters y el Open Championship.
Con el paso de los años y, sobre todo, de la edad, Hogan empezó a fallar con el putt. Sin embargo, con hierros y maderas el texano continuaba dejando siempre la bola en la mitad de la calle. Tal fue su precisión que su secreto alcanzó la categoría de mito. Todo el mundo se dispuso a descubrirlo. Aparecieron artículos al respecto en revistas, en Golf Digest, en Life, pero fue el propio Ben Hogan el que lo contó en 1955, en la citada revista Life, previo pago de 10.000 dólares. “Pronación”, dijo. El movimiento del antebrazo que hace girar la mano de fuera a dentro presentando el dorso de la citada mano. Doblar la muñeca izquierda hacia atrás en la subida del swing después de hacer un ligero cambio de agarre. Lo que ya conocían los viejos golfistas escoceses. Lo que él había descubierto un día entrenando en 1947.
Evidentemente, nadie le creyó. Incluso, con el paso de los años, el propio Ben Hogan insinuó en más de una ocasión que se había guardado su secreto para él. Pero no importa. El verdadero secreto de Ben Hogan sí que lo conocemos todos: él fue el primero en entrenar a todas horas para mejorar sus golpes y así poder superar el desafío indescifrable que es el golf.
En realidad, ese es el único y verdadero secreto.
Foto: Getty Images
El campo de golf de la isla de Kiawah
El Ocean Course, diseñado por Pete y Alice Dye, es un enorme campo de más de 7.800 yardas, 72 golpes de par y vistas al mar situado en el extremo sureste de la isla de Kiawah, en la costa de Carolina del Sur que baña el océano Atlántico, a poco más de cuarenta minutos en coche de Charleston. Sin duda, es un campo precioso, inolvidable entre marismas y dunas. Sin duda, es también un campo hostil, impracticable según cambian sus vientos de dirección. No en vano, nueve de sus hoyos se dirigen hacia el oeste y los otros nueve se sitúan hacia el este. A veces, los golfistas juegan la mitad de los hoyos con el viento de cara y la otra mitad los afrontan con el viento en contra. En el PGA Championship del año 2012 que ganó Rory McIlroy, por ejemplo, las ráfagas de viento alcanzaron casi los 50 kilómetros por hora en la segunda ronda, lo que hizo que el promedio de puntuación de golpes de esa jornada fuera de 78.11, el promedio de puntuación de golpes más alto de cualquier ronda en toda la historia del campeonato de la PGA.
En cualquier caso, pese a ser el más icónico, el Ocean Course no es el único campo de golf del Kiawah Island Golf Resort, que cuenta con hasta siete campos de golf. En la actualidad, el turismo para practicar golf es el motor económico de esta hermosa isla con una extensión de apenas 29 kilómetros de tierra, tal y como, en el pasado, lo fueron las plantaciones que contaron con trabajo de esclavos.
De hecho, en Estados Unidos, el golf y el tráfico de esclavos están íntimamente ligados desde su origen, especialmente en las costas de Carolina del Sur y Georgia, entre las ciudades de Charleston y Savannah. En Charleston, que fue el puerto de entrada de esclavos más importante de toda América del Norte, se sitúa el lugar del nacimiento de la práctica del golf en el país norteamericano. El South Carolina Golf Club, fundado en 1786 en Charleston, es considerado el primer club de golf estadounidense de la historia. Antes, en agosto de 1743, David Deas, hijo de un capitán de barco de Leith, el área portuaria de Edimburgo en la que se establecieron las primeras reglas del golf, recibió uno de los primeros envíos documentados de equipos de golf en América del Norte, 432 bolas y 96 palos enviados desde el puerto escocés de Leith a Charleston. Entre las mercancías a granel que comercializaba David Deas con su hermano John y que les convirtieron en hombres inmensamente ricos destacaban los esclavos llegados desde Angola, Sierra Leona y otras zonas del golfo de Guinea y que vendían en subastas como mano de obra esclava a los dueños de plantaciones en Carolina del Sur y Georgia. En total, se estima que alrededor de 260.000 esclavos llegados desde África en 882 barcos pasaron por el puerto de Charleston para trabajar en plantaciones en sitios como Sea Island, Hilton Head Island o en el Grand Strand de Myrtle Beach, la franja de casi 100 kilómetros continuos de playa en el noreste de Carolina del Sur.
Ahora, todas esas plantaciones son campos de golf.
Foto: AFP
Del Ocean Course a Torrey Pines
Bobby Jones, Ben Hogan o el Ocean Course de la isla de Kiawah no están, evidentemente, en este texto por casualidad. Los tres tienen su correspondencia con el año 2021 de Jon Rahm, que encontró el secreto del golf de Ben Hogan en una temporada que acabó con un segundo puesto en el Tour Championship disputado hace apenas unos días en el East Lake Golf Club, el campo de golf de Georgia en el que vivió Bobby Jones, después de enfrentarse a la frustración en el PGA Championship celebrado en el Ocean Course de la isla de Kiawah.
Quizá esos cuatro complicados días de mayo en Carolina del Sur terminaron, al final, convirtiéndose en el título del US Open, su primer major, que Jon Rahm logró en Torrey Pines apenas un mes después, en el punto de inflexión para dejar de ser, como le definió Rory McIlroy, “un gran campeón en espera”. Los grandes campeones, de hecho, funcionan así, desafiando al fracaso. En el Ocean Course de Kiawah, el golfista de Barrika acumuló 72, 75 y otros 72 golpes en las tres primeras rondas y estuvo especialmente frustrado en la penúltima jornada del sábado, si bien se recuperó el domingo para alcanzar el puesto 8 empatado tras cerrar con 68 golpes en ese último día. Sobre ese sábado en Kiawah, Adam Hayes, su caddie y amigo, aseguró en The Athletic que le dijo que “ese iba a ser, cuando mirara hacia atrás en la historia, uno de sus días más importantes”.
No se equivocó: un mes después, en una inolvidable tarde californiana en San Diego, todos nos dimos cuenta de que algo había cambiado.
Para ese domingo del mes de junio, Jon Rahm no era ya bueno, sino que era el mejor.
Un domingo inolvidable
En la temporada 2020-2021 del PGA Tour, que comenzó en el mes de septiembre del año pasado, Jon Rahm disputó 22 torneos. De ellos, en quince terminó entre los diez primeros. Es la estadística que explica más fiablemente su ascenso a la excelencia, el descubrimiento de la fórmula del secreto de Ben Hogan que ha acompañado al golfista vasco en este último curso. Pero más allá de su actual número 1 del mundo, de su segundo puesto en el Tour Championship o de esas dos veces que el COVID-19 le impidió ganar seguro por segunda vez consecutiva en el Memorial Tournament y, muy probablemente, por primera vez en los Juegos Olímpicos de Tokio, la narrativa del ascenso definitivo a la mitología deportiva de Jon Rahm se centra en su victoria en el US Open, en su primer major, en ese domingo de junio en el que la hierba kikuyo del rough de Torrey Pines fue descendiendo del olimpo a todos los mortales mientras él se convertía en inmortal. Con Justin Thomas, Brook Koepka, Jordan Spieth o Paul Casey al acecho en los partidos anteriores, los últimos seis emparejamientos del domingo incluyeron, además, a ocho jugadores clasificados en ese momento entre los 20 mejores del mundo (entre ellos, cinco de los seis primeros del ranking mundial, a excepción del número 2) y únicamente sobrevivió Rahm. Dustin Johnson se fue del hoyo 10 con un triple bogey, un golpe más en ese hoyo que Thomas, que a ese doble bogey del hoyo 10 sumó otro doble bogey más en el hoyo 16. McIlroy y Casey hicieron doble bogey en el hoyo 12 y bogey en el 16 y en el 11, respectivamente. Morikawa salió del hoyo 13 con doble bogey y del 15 con otro bogey. Koepka firmó sendos bogeys en los hoyos 12, 16 y 18. DeChambeau se rompió definitivamente en el hoyo 17 con un cuádruple bogey, el mismo hoyo en el que Schauffele sumó un bogey. Oosthuizen perdió sus opciones también en el hoyo 17 con otro bogey.
Y Jon Rahm se hizo con el título con una jornada de domingo de 67 golpes, cuatro bajo par, y terminando el torneo con sendos birdies en los hoyos 17 y 18.
“Rahm es un finisher. Es decir, aunque un torneo vaya mal la ronda final siempre suele ser una de sus mejores”, recuerda Juanma Bellón, redactor de la sección de Más Deporte de diario As. “Rahm es ganador y finalizador. Llegó a la vuelta final en Torrey Pines con un buen torneo, pero atrás, en sexta posición. A tres de la cabeza. Pero sus últimos 18 son temibles. Lo sabe él, y sus rivales también. Y cayeron gigantes como McIlroy, Oosthuizen, DeChambeau... Solo resistió en pie Rahm en Torrey Pines, con su vueltón de 67 golpes. Fue un ejemplo de su juego al ataque. Dos birdies para empezar y dos para acabar, en el 17 y el 18. Lo que te digo. Un rematador nato”, añade. Y completa: “Es un campo que premia mucho a los buenos jugadores y a los que se le da bien, se les da muy bien. El máximo exponente es Tiger Woods, que ha ganado infinitas veces allí. Rahm es otro ejemplo claro”.
Madurez competitiva
No en vano, precisamente allí, en Torrey Pines, en enero del 2017, Jon Rahm ganó su primer torneo profesional, el Farmers Insurance Open, para anunciar oficialmente lo que todo el mundo del golf estaba esperando desde que el vasco maravilló en su época amateur: el joven golfista español no solamente era bueno, sino que también era ambicioso. “La mentalidad de Rahm al principio chocaba, porque era muy ambicioso y al principio chocaba. Pero él sabe que es bueno y lo tiene claro. Por eso compite con ese descaro, nunca tuvo miedo a nadie. Y ahí está, en lo más alto”, mantiene Bellón. Y continúa: “El de Barrika es un golfista sin fisuras. Buena pegada, elige bien los golpes y se deja oportunidades de birdie con frecuencia. De tee a green es un genio. No hay más que ver las veces que llega con opciones de birdie en cada vuelta. Con el putt es certero, capaz de meter golpes maravillosos e impensables. Maneja bien las caídas y, lo más importante, es capaz de meter putts dificilísimos en situaciones límite. Eso es otro de sus factores diferenciales. Su estilo winner”.
Ya en su tercera y cuarta temporadas como profesional, en los años 2018 y 2019, Jon Rahm comenzó a demostrar todas sus potenciales virtudes cuando se acercaban los eventos de mayor entidad (cuarto en el Masters del 2018, cuarto empatado en el PGA Championship de ese mismo año y tercero empatado en el US Open del 2019), pero no fue hasta el año 2020, con su primer ascenso al número 1 mundial, su triunfo en el Memorial Tournament y su inolvidable duelo victorioso contra Dustin Johnson en el playoff del BMW Championship, cuando por fin encontró la serenidad que a veces le faltaba. Por su parte, ya en el año 2021, Jon Rahm todavía ha dado un salto más en el nivel de su juego y se ha convertido en un golfista perfecto de manera regular, compitiendo semana tras semana, capaz de ganar el US Open y quedarse a punto de la victoria también en el resto de torneos grandes (tercero empatado en el Open Championship, quinto empatado en el Masters y, como dije antes, a pesar de sus problemas, octavo empatado en el PGA Championship).
“No sé si la paternidad, la madurez, la vida... Ni idea, pero la verdad es que Rahm se ha convertido en un golfista que no se recrea tanto en el error. En otros momentos, cuando tenía un fallo, a veces le costaba recuperar. E incluso se llegaba a ir, en sentido figurado, de las vueltas. Ahora, sin embargo, hace un bogey, se lamenta ligeramente, pero es capaz de volver al tee de salida con la mente algo más fría que antes”, apunta Bellón. “Su temperamento siempre está ahí, pero parece que lo tiene controlado y lo canaliza en positivo. Me gustó mucho el símil que hizo con el goldfish, el pez más feliz del mundo. Tiene memoria de ocho segundos. Si pasa algo malo, a los 8 segundos lo ha olvidado. Pues eso parece aplicar a su juego”, prosigue. Y finaliza: “Esa madurez, ese saber borrar rápido de su mente los errores. El síndrome goldfish. También influye en que es más paciente a la hora de llegar a green. Piensa más los golpes, escucha mucho más a su caddie Adam Hayes, con el que tiene una relación de confianza y amistad. Así, pocas veces se va de las vueltas, y siempre se mantiene en el torneo. Consistencia, esa palabra que tanto se usa en golf. Pero es cierta, es en lo que ha ganado”.
Otra dimensión
“Lo que Rahm hace es una barbaridad”, se sincera el periodista de diario As, tratando de conceder algo de perspectiva al año 2021 del golfista vasco. “Es un jugador de 26 años, con 13 torneos profesionales, un major... Es número uno del mundo”, insiste. Y sentencia: “Ganar un major como el US Open es un cambio automático de nivel: puedes ser un gran golfista, pero el grande te mete en otra dimensión. El US Open de Torrey Pines fue el elemento que ha convertido a Jon Rahm en el golfista del momento, el más completo. No lo digo yo, lo dicen incluso jugadores como Rory McIlroy. El ranking mundial también habla por sí mismo, porque ya acumula más de 15 semanas como número uno”.
Y las que le quedan.
Porque Jon Rahm, al igual que Ben Hogan en 1947, ha descubierto en este año 2021 el secreto indescifrable del golf.
Foto: GTRES
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En este texto he utilizado referencias de History, The Athletic y The Undefeated.
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Suelo escribir siempre con música, así que he decidido que voy a poner alguna de las canciones que ha sonado mientras estaba escribiendo el texto. Como, por ejemplo, ésta: