El FC Barcelona lo ha vuelto a hacer, amigos.
Ha encontrado la fuente de la juventud, sólo que está vez no en Florida, sino, de nuevo, en La Masía, el corazón balompédico de Cataluña, donde los sueños son más grandes que las tapas. Y ayer en Montjuic, no sólo venció al Real Madrid. Lo fileteó. Lo asó. Y lo sirvió como diminutos calamares vendidos a precio de trufa blanca de Alba en Las Ramblas.
Por cuarta vez esta temporada, el Barça convirtió el Clásico en una clase maestra. Su desenlace es ya más familiar que nuestro hogar: el Barça triunfante, el Madrid estupefacto y el espíritu de Juanito dándose cabezazos contra la tapa de su ataúd. Y, teniendo en cuenta los antecedentes, las goleadas del Bernabéu y de Arabia y la victoria en Sevilla, esto ya no es una rivalidad entre dos grandes equipos, sino una orden de alejamiento que no permite al Madrid acercarse a menos de 1.000 metros de distancia del Juvenil A de los culés.
Pero el de ayer no fue un partido de fútbol, sino un correo electrónico de Wolcott Field enviado desde el futuro. Aquí está la clave, el giro del guion, el quid de la cuestión: no es casualidad. No es la fuerza centrífuga del azar. Esto, damas y caballeros, es el acto de apertura de una nueva historia, una que todos ya hemos visto antes.
En el último lustro, el Barça divagó: a veces reluciente, casi siempre enloquecido, perdido en el desierto de la transición, de la necesidad. Probó con el poder de las estrellas, con las soluciones a corto plazo, con la procrastinación. Pero hoy parece que los culés han vuelto a encontrar su norte: la cantera, el pase, la filosofía, el estilo.
El Barça ha vuelto a sembrar. La Masía ha dado a luz a otra generación dorada de futbolistas hobbit, de Busquets con cara de bebé y Piqués enanos. Y los azulgranas le han entregado las llaves de la tienda de golosinas a Hansi Flick, un alemán ardiente y clínico, un tipo que entrena con bisturí y mazo, con orden y sentido. Flick lo ha entendido todo: la ideología es el balón, la política es la presión y La Masía no es una academia de talento, sino de ideas. Su música se parece a la de Johann Sebastian Cruyff y Giuseppe Guardiola: muchos triángulos, poca misericordia.
Está Cubarsí, un adolescente con la licenciatura de ingeniero en posicionamiento. Balde y Gerard Martín, que corren como un rayo, pero también tienen una manguera para apagar el fuego. Gavi y Fermín, mediocentros con pulmones de ultramaratonianos. Marc Casadó, más silencioso que un ratón en un confesionario, pero que escucha tus pecados y no te perdona ninguno.
Y, claro, está el chaval. Lamine Yamal. Ese al que llaman el nuevo Messi. Compararlo es injusto, pero inevitable. Aunque Yamal debería responder únicamente por su nombre: el rey emérito reconoce a su heredero sin necesidad de presentaciones. Eso es lo más messiánico que puede haber. Todavía sin edad para conducir un Porsche, pero lo suficiente mayor para regalar pesadillas a los defensas y seguridad laboral a sus psiquiatras.
Amigos, si esto no es el inicio de algo, entonces todos estamos equivocados, todos somos aquellos adolescentes que no supimos conservar nuestro amor de verano. No se puede fingir la química. No puedes fabricarla, comprarla o explicarla con una presentación en Power Point. Esto es un renacimiento. Una resurrección. Y si tú eres aficionado del Barça, hoy es lunes por la mañana, la tumba está vacía y la Liga ha salido del after camino del Camp Nou oliendo a sudor juvenil y con las huellas dactilares de un chaval de 17 años que juega como si tuviera 34 Balones de Oro. Pero con brackets.
Lo que estamos presenciando no es un equipo en racha. Es un carrusel que nunca deja de girar. Reconstruyéndose, ladrillo a ladrillo, con un poco de aceite, caballos nuevos y el compás del tiki-taka. Y lo más peligroso de todo es que su maquinaria todavía está en la fase beta.
Así que, damas y caballeros, abrocharos los cinturones. El FC Barcelona ha vuelto. No sólo ganando, sino cabalgando de nuevo. Y si la historia de verdad no se reinventa y se repite, lo que estáis oyendo es el sonido de toda Europa huyendo aterrorizada.
El Barça, eterno y siempre joven, está empezando a escribir las primeras líneas de su nuevo evangelio. Con faltas de ortografía, sí, pero con una sintaxis tan reconocible como las de Cruyff y Guardiola en Wembley. Y si es así, la victoria de ayer sobre el Madrid fue su Génesis.
Porque cuando los niños de La Masía empiezan a cocinar hasta los dioses se refugian en el Apocalipsis.
Foto: Hansi Flick ha abierto otro día más la tienda de golosinas de La Masía para regocijo de Balde, Casadó, Lamine Yamal, Cubarsí, Gavi y Gerard Martín. (ChatGPT).
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