Supongo que todos los que estáis suscritos a Wolcott Field sabéis de sobra que, salvo casos contados (los textos de la sección Tesis y pocos más), no tiendo a escribir sobre mis opiniones porque, por un lado, no siento ninguna necesidad personal de mostrar mi opinión sobre todas las cosas que suceden en el mundo y, por otro, me cuesta mucho tiempo, dedicación y esfuerzo poder tener una opinión formada, meditada y racional sobre todas esas cosas que suceden en el mundo. Soy consciente de la época en la que vivo y supongo que, en ese sentido, mi forma de ser y de pensar es anacrónica con la realidad que me está tocando vivir, pero no me importa reconocer que cada día de mi vida estoy lleno de dudas sobre las cosas que suceden y que, más allá de algunos valores que considero inherentes a mí desde hace ya mucho tiempo, soy incapaz de contar con opiniones firmes e inflexibles sobre la mayoría de las cosas, sobre lo que sucede en el gran esquema del mundo en el que vivimos.
En cualquier caso, me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y durante la mayor parte de mi vida trabajé como periodista deportivo (y, aunque no lo creáis, estuve especializado en reportajes en profundidad, crónicas y ¡columnas de opinión!), por lo que cuando sucede un acontecimiento tan importante como ha sido la constitución fallida de la Superliga no puedo evitar pasarme días y días pensando, continuamente y de forma obsesiva, en ese acontecimiento. Por ello, aprovecho esta sección de Hilos, en la que tienen cabida pequeñas píldoras opinativas sobre actualidad que pretenden animar a que los distintos suscriptores de Wolcott Field expreséis vuestra opinión en los comentarios, para dejar algunas de las ideas que han sobrevolado en mi cabeza a lo largo de los últimos días. Si os animáis, generad debate y os leo y os contesto en los comentarios.
Mis ideas son las siguientes:
Algún día, me gustaría poder comprender la razón que nos lleva en esta época a reaccionar ante todo de forma hiperbólica, egocéntrica e hipócrita. No, ni el fútbol se va a acabar, ni la Superliga es el final de nada. Creo que es importante saber diferenciar entre el fútbol como juego y el fútbol como deporte competitivo y profesional y, en ese segundo contexto, lo que ha ocurrido esta semana es realmente fácil de explicar: dinero, poder. Por cierto, de vez en cuando conviene recordar que el fútbol profesional es de la forma que es actualmente porque todos los estamentos de ese fútbol profesional lo hemos apoyado, desde organismos a federaciones, presidentes, entrenadores, jugadores, agentes o árbitros, pero también aficionados y, cómo no, periodistas.
El elitismo en el fútbol europeo no es para nada algo novedoso, al contrario. Existe desde la creación de la Copa de Europa en la década de los cincuenta del siglo pasado y, sobre todo, desde la creación de la Champions League en la década de los noventa. Hay un concepto que se usa en el siglo XXI que, visto en perspectiva, es perfecto para definir esta situación: desigualdad silenciosa. El elitismo, la desigualdad, no es de ahora, sino de hace treinta, setenta años.
El mundo, y también el fútbol, se ha disneylizado y, desde ese prisma, es natural y lógico que los clubes más ricos quieran acabar con los intermediarios. La crisis económica actual derivada de la pandemia lo único que ha hecho es adelantar el plazo de lo que ya se sabía que iba a venir. No es lo mismo asegurarse 400 millones de euros al año que 150 millones de euros. Hay que entender que la forma de consumir entretenimiento ha cambiado por completo en la última década y que, objetivamente, partidos entre equipos de máximo nivel generan mayor interés que encuentros desnivelados o entre equipos de inferior nivel. Sé que no se puede comparar porque son deportes con una ascendencia completamente diferente, pero el ejemplo de la Euroliga de baloncesto es clarificador: es, sin duda, una de las mejores competiciones que existen en el deporte europeo en cuanto a entretenimiento, competitividad y nivel.
Lo que ha ocurrido esta semana nos ha servido, una vez más, para volver a darnos cuenta de dos grandes verdades (prácticamente inflexibles) que ya sabíamos y que durante unos instantes creímos olvidar. Uno, la voluntad férrea e inquebrantable de los organismos balompédicos en el ejercicio del monopolio económico de las competiciones. Dos, el poder absoluto que tienen los estados.
El ridículo de los gestores de la Superliga, y de su manera de presentarse ante el público, ha sido de proporciones bíblicas. Me intriga sobremanera las consecuencias que pueda haber de este disparate, especialmente para el Real Madrid y para Florentino Pérez, que han sido los que más se han expuesto. Dudo, sin embargo, que haya consecuencias.
De todo este esperpento, hay un ganador obvio, y no es la UEFA. Se trata de la Premier League, que camina, sin Superliga en el horizonte, hacia un panorama perfecto por acabar de comerse al resto de competiciones domésticas en el mercado mundial de entretenimiento balompédico.
Desde un prisma romántico, lo más bonito, sin duda, ha sido la actitud que han tenido los aficionados, aunque, en realidad, esos mismos aficionados parten de un paradigma que es totalmente falso: la Superliga no iba a crear más desigualdad porque la desigualdad, como he dicho antes, ya existe y es máxima. La oportunidad de que un underdog gane la Champions League es prácticamente nula, una quimera, una ilusión que se aleja de la realidad: desde la final entre el Oporto y el Mónaco en la temporada 2003-2004 siempre ha habido una final que ha enfrentado a dos de los quince equipos que iban a fundar la Superliga (incluyo al PSG, al Bayern y al Borussia porque intuyo que esos tres son los clubes que no quisieron dar la cara). Han pasado 17 años ya desde esa final, pero es que esa tendencia es también más que evidente en las ligas domésticas: el Valencia, también en la 2003-2004, fue el último equipo fuera de los tres grandes en ganar la Primera División, la Juventus ha ganado durante nueve años consecutivos una Serie A en la que hay que irse hasta la temporada 2000-2001 para encontrar a un ganador diferente a la Juve, Inter o Milan (la Roma), el Bayern camina hacia su noveno título consecutivo en una Bundesliga en la que el último no favorito en ganarla fue el Wolfsburg hace doce años (2008-2009), el PSG ha vencido en siete de las últimas ocho Ligue 1 y el Leicester City, con su título en el curso 2015-2016, es la excepción al Big Six en una Premier League en la que hay que remontarse hasta la temporada 1994-1995 y el Blackburn Rovers para encontrar un campeón alejado de los Manchester United, Liverpool, Arsenal, Chelsea, Manchester City y Tottenham. Lo dije antes y lo mantengo ahora: la desigualdad ya existía, pero, tal vez, era silenciosa.
Mi visión, en cambio, es muy poco romántica: creo firmemente que dentro de muy poco tiempo, en el corto plazo, todavía habrá más desigualdad y que todos esos equipos, los doce fundadores y los tres que no han querido dar la cara, contarán con mayores beneficios económicos y competitivos. Lo importante, en realidad, son los acuerdos a los que lleguen ahora con los organismos. Hace unos días, la UEFA ya hizo pública su decisión de flexibilizar el Fair Play financiero. Mientras, hoy mismo ya he leído informaciones de que la propia UEFA y los equipos disidentes de la Superliga ya están en conversaciones para adelantar la nueva Champions League, que pasa a ser de 36 equipos y que guarda dos de esas nuevas plazas para clubes según su ránking histórico y deportivo (es decir, para que aquellos equipos ‘disidentes’ que tengan un mal año en su liga y no se clasifiquen puedan hacerlo mediante ese ránking), de 2024 a, tal vez, el próximo año o, lo más seguro, 2022. Lo siento mucho, aficionados, pero tengo la impresión de que esta época no es la mejor de la historia para el romanticismo.
Por último, mi opinión, a día de hoy, sobre la Superliga es un poco compleja. Por un lado, prefiero, evidentemente, disfrutar de partidos entre rivales de mayor entidad y con mayor equilibrio competitivo. Como espectador neutral (y yo lo soy), la Superliga es, sin duda, más atrayente, vivas en Anchorage o en La Victoria de Acentejo. Por otro lado, me gusta la importancia actual que se le concede a las competiciones domésticas y que la Champions League sea el premio añadido, el gordo de la lotería, no una competición por invitación (sé que es una incongruencia: la mayoría de competiciones deportivas que más disfruto son por invitación o, directamente, cerradas). Además, no soy partidario de aumentar el número de partidos de las competiciones europeas, sino más bien al contrario. Esa es mi visión romántica del fútbol, la que únicamente quiere eliminatorias a ida y vuelta desde el principio hasta la final, aunque entiendo que la forma de consumir entretenimiento ha cambiado y, sobre todo, que no hay que vivir nunca alojado en la melancolía del pasado. Por ello, creo que únicamente tengo una única opinión firme e inflexible sobre todo lo que se ha montado: a mí me da igual que la organicen los clubes disidentes o la UEFA y que se llame Superliga o Champions League. Porque soy muy consciente de que, al final, son y serán exactamente lo mismo. Lo único que cambia es lo único por lo que en realidad están luchando desde hace ya mucho tiempo: quién se queda con el dinero, quién se queda con el poder. El fútbol, obviamente, es solamente la excusa.
A mi lo que más me preocupó es leer a muchas personas defender que los aficionados fueron los que ganaron con su presión. Salvo en la Premier, que eran los más afectados al ver competencia real a su Súper Liga, los hinchas de las demás ligas casi no se hicieron sentir.
Siento que fue más presión de patrocinadores, UEFA y gobiernos. Totalmente de acuerdo que ahora la Premier terminará de comerse a Serie A, principalmente, que ya muestra señales de ceder su posición a la Bundesliga.
Sin Superliga, la Premier, totalmente implantada como primera fuerza del entretenimiento futbolístico tanto en Asia como en Norteamérica, no tiene ningún contrapeso para poder convertirse en la competición hegemónica del mercado. Va a haber muy poco trozo de pastel para repartir entre las demás (LaLiga, Bundesliga y Serie A, principalmente) cuando la Premier alcance toda la cuota de mercado que va a alcanzar en los próximos años (repito, siempre que no haya Superliga), tal y como se veía venir en los últimos años y que la llegada del coronavirus nos hizo dudar. En cualquier caso, mi impresión es que todo esto de la Superliga no ha hecho nada más que comenzar. De hecho, creo firmemente que es a partir de ahora cuando vamos a ver el resultado final de todo esto, cuando realmente van a empezar las negociaciones y demás.
Estoy bastante de acuerdo contigo. Creo que de facto, esa élite que disfruta de privilegios, dinero y prebendas distintas al resto de los mortales existe desde hace mucho.
De hecho en España es un caso mucho más sangrante si nos atenemos al reparto de los derechos televisivos, cosa que se olvida cada vez que se ficha a un "galáctico" o tenemos un marathón de tres clásicos consecutivos.
El fútbol "romántico" es el fútbol amateur y sólo los disfrutan los que lo juegan y los que preparan el almuerzo y las cervezas. Puede que yo sea demasiado cínico pero creo que tendemos a ser bastante hipócritas. Vaya por delante que el fútbol, hoy por hoy, me produce un hastío over nine thousand. Me es muy indiferente si Champions o Super Liga, lo único que cambia es el dealer y sus beneficios.
Respecto a la chapuza interdimensional que ha supuesto todo este teatro y presentación del mismo dirigido por el omnipotente Florentino no hace más que confirmar que solemos idealizar a personas con indudable éxito en sus campos sin tener en cuenta que seguramente sean más humanos y faliblea de lo que nos gustaría reconocer.
Lo que más me intriga de todo esto es, precisamente, la figura de Florentino Pérez. Visto lo que ha sucedido esta semana, cualquiera de nosotros pensaría que el presidente del Real Madrid es mucho menos listo de lo que todos creíamos, pero me cuesta creer que una figura tan mesiánica y potente en el balompié en el siglo XXI, que ha sido actor principal del devenir del fútbol actual (y, sin duda, uno de los grandes creadores del fútbol tal y como lo conocemos actualmente), sea tan iluso como lo que ha mostrado ser esta semana. Mi experiencia en el periodismo después de tantos años que lo ejercí es que las cosas importantes realmente suceden por detrás, no lo que se está viendo por delante, así que habrá que estar atentos hacia dónde va todo esto. Como acabo de decir en el otro comentario, yo no tengo tan claro que esto se haya terminado, sino que, al contrario, creo que esto acaba de empezar. Por cierto, gracias por la chapa. Un abrazo
A mi lo que más me preocupó es leer a muchas personas defender que los aficionados fueron los que ganaron con su presión. Salvo en la Premier, que eran los más afectados al ver competencia real a su Súper Liga, los hinchas de las demás ligas casi no se hicieron sentir.
Siento que fue más presión de patrocinadores, UEFA y gobiernos. Totalmente de acuerdo que ahora la Premier terminará de comerse a Serie A, principalmente, que ya muestra señales de ceder su posición a la Bundesliga.
Sin Superliga, la Premier, totalmente implantada como primera fuerza del entretenimiento futbolístico tanto en Asia como en Norteamérica, no tiene ningún contrapeso para poder convertirse en la competición hegemónica del mercado. Va a haber muy poco trozo de pastel para repartir entre las demás (LaLiga, Bundesliga y Serie A, principalmente) cuando la Premier alcance toda la cuota de mercado que va a alcanzar en los próximos años (repito, siempre que no haya Superliga), tal y como se veía venir en los últimos años y que la llegada del coronavirus nos hizo dudar. En cualquier caso, mi impresión es que todo esto de la Superliga no ha hecho nada más que comenzar. De hecho, creo firmemente que es a partir de ahora cuando vamos a ver el resultado final de todo esto, cuando realmente van a empezar las negociaciones y demás.
Estoy bastante de acuerdo contigo. Creo que de facto, esa élite que disfruta de privilegios, dinero y prebendas distintas al resto de los mortales existe desde hace mucho.
De hecho en España es un caso mucho más sangrante si nos atenemos al reparto de los derechos televisivos, cosa que se olvida cada vez que se ficha a un "galáctico" o tenemos un marathón de tres clásicos consecutivos.
El fútbol "romántico" es el fútbol amateur y sólo los disfrutan los que lo juegan y los que preparan el almuerzo y las cervezas. Puede que yo sea demasiado cínico pero creo que tendemos a ser bastante hipócritas. Vaya por delante que el fútbol, hoy por hoy, me produce un hastío over nine thousand. Me es muy indiferente si Champions o Super Liga, lo único que cambia es el dealer y sus beneficios.
Respecto a la chapuza interdimensional que ha supuesto todo este teatro y presentación del mismo dirigido por el omnipotente Florentino no hace más que confirmar que solemos idealizar a personas con indudable éxito en sus campos sin tener en cuenta que seguramente sean más humanos y faliblea de lo que nos gustaría reconocer.
Perdón por la chapa. Un abrazote! 🤙🏽
Pd. De nuevo, perdón por la chapa.
Lo que más me intriga de todo esto es, precisamente, la figura de Florentino Pérez. Visto lo que ha sucedido esta semana, cualquiera de nosotros pensaría que el presidente del Real Madrid es mucho menos listo de lo que todos creíamos, pero me cuesta creer que una figura tan mesiánica y potente en el balompié en el siglo XXI, que ha sido actor principal del devenir del fútbol actual (y, sin duda, uno de los grandes creadores del fútbol tal y como lo conocemos actualmente), sea tan iluso como lo que ha mostrado ser esta semana. Mi experiencia en el periodismo después de tantos años que lo ejercí es que las cosas importantes realmente suceden por detrás, no lo que se está viendo por delante, así que habrá que estar atentos hacia dónde va todo esto. Como acabo de decir en el otro comentario, yo no tengo tan claro que esto se haya terminado, sino que, al contrario, creo que esto acaba de empezar. Por cierto, gracias por la chapa. Un abrazo