Antes de que el anunciado tifón Nepartak se convirtiera finalmente en tormenta tropical cuando alcanzó el pasado martes la costa de Tokio, Bermudas, que es un archipiélago de islas en el que seguro que están acostumbrados a las tormentas y a los huracanes, no había ganado nunca una medalla de oro. De hecho, hay que remontarse 45 años atrás para poder encontrar en el medallero histórico el único metal que habían conseguido hasta ese momento los bermudeños: el bronce del boxeador Clarence Hill en la categoría de pesos pesados de las Olimpiadas de Montreal 1976.
Sin embargo, esa mañana, entre los fuertes vientos y la lluvia insistente que provocó que el triatlón femenino comenzara con más de un cuarto de hora de retraso y que, una vez iniciada la prueba, las caídas de las deportistas fueran recurrentes en el tramo en bicicleta, Flora Duffy, camino de los 34 años, pasó a la historia con su medalla de oro, la primera, ahora sí, para Bermudas en unos Juegos Olímpicos. O lo que es lo mismo: el primer puesto que convierte al archipiélago caribeño, con apenas unos miles de habitantes más que Cuenca (62.278 versus 54.621), en el país más pequeño en alzarse con un metal dorado a lo largo de todas las ediciones de verano de las Olimpiadas.
“Creo que toda Bermudas se está volviendo loca, eso es lo que hace esto tan especial”, se sinceró tras ganar la triatleta bermudeña, favorita para alzarse con el triunfo desde hacía un lustro (y, por ende, cargando con las esperanzadas de todo un país para conseguirlo), aunque su declaración más explicativa fue la siguiente: “Ha sido mucha presión. Nunca recomendaría a nadie ser un favorito para los Juegos Olímpicos durante cinco años. Pero ahora vale la pena”, sentenció.
—————
Según dictaminan las normas de la Federación Internacional de Natación (FINA), la temperatura de la piscina en los Juegos Olímpicos para las competiciones de natación debe estar entre 25 y 28 grados Celsius. Mientras, la temperatura de la piscina en los Juegos Olímpicos para los partidos de waterpolo tiene que situarse en 26 grados Celsius, permitiéndose un grado más o un grado menos. Por su parte, la temperatura de la piscina en los Juegos Olímpicos para las pruebas de natación artística debe alcanzar los 27 grados Celsius, permitiéndose también un grado menos o un grado más. Por último, la temperatura de la piscina en los Juegos Olímpicos para los saltos no puede bajar de los 26 grados Celsius.
Mientras, cuando Flora Duffy ganó la medalla de oro en la prueba de triatlón femenina, el agua del Parque Marino Odaiba estaba a una temperatura de 27.7 grados Celsius y había una humedad relativa del 92.2%.
—————
Ese mismo martes, unas horas más tarde que Flora Duffy, Lydia Jacoby, de apenas 17 años de edad, también consiguió su medalla de oro. Fue en la cálida agua de la piscina del Centro Acuático de Tokio, en la prueba de 100 metros braza en categoría femenina. Jacoby comenzó a nadar a los seis años en el Club de Natación Tsunami, situado en Seward, una pequeña localidad de Alaska que no alcanza los tres mil habitantes. Más allá de la oportunidad obvia que concede el nombre del club en el que se inició Jacoby en la natación a periodistas deportivos ansiosos por poder encontrar el juego de palabras más llamativo para sus titulares, lo realmente impactante es este otro dato: en toda Alaska, en esos 1.481.346 kilómetros cuadrados de tierra gélida, únicamente hay una sola piscina de tamaño olímpico.
Está en el Instituto de Secundaria Bartlett, en Anchorage, a 200 kilómetros de Seward, la pequeña localidad en la que en los últimos días los vecinos de Jacoby bromean diciendo que seguro que la gente de fuera se cree que su nueva campeona olímpica “entrena todos los días con ballenas y leones marinos” en la bahía Resurrección, la gran masa de agua del Pacífico norte que rodea la localidad entre acantilados y glaciares (nota importante: en Seward, aunque no es de tamaño olímpico, sí que hay una piscina de 25 metros; se trata de la piscina de su instituto de secundaria y en la que que Jacoby comenzó a destacar). Y concluyen: “Lydia es una verdadera chica de Alaska, así que es creíble”.
—————
A sus 24 años y en sus terceros Juegos Olímpicos, Katie Ledecky inició su andadura en Tokio 2020 el pasado domingo, día en el que ganó su serie de 400 metros libres con un tiempo de 4:00.45. Quince horas después, ya el lunes, la nadadora de la Universidad de Stanford paró el cronómetro en 3:57.36 para sumar su primera medalla en Japón, una plata, tras ser derrotada por la australiana Ariarne Titmus en la final de los 400 metros libres. Sin tiempo para recuperarse, menos de ocho horas después, Ledecky regresó a la piscina para terminar primera en su serie de 200 metros libres con un tiempo de 1:55.28 y, otras dos horas después (es decir, menos de diez horas después de su primera prueba en ese día), cerró su lunes competitivo ganando su serie de 1500 metros libres y estableciendo el récord olímpico con un tiempo de 15:35.35 en una prueba que en este año 2020 se disputa por primera vez en unas Olimpiadas. Por su parte, el martes, trece horas y media después de la carrera anterior, la excelsa nadadora estadounidense fue primera en su semifinal de 200 metros libres con un crono de 1:55.34. Ya el miércoles, Ledecky tuvo otro doble compromiso en el agua, primero, con su quinto puesto en la final de 200 metros libros con un tiempo de 1:55.21 (la prueba la ganó de nuevo la australiana Titmus) y, una hora y trece minutos más tarde, proclamándose campeona de los 1500 metros libres tras un crono de 15:37.34.
Quizá os haya parecido extenuante el párrafo anterior, pero Ledecky todavía no puede descansar: la primera serie de los 800 metros libres la espera este mismo jueves.
—————
Supongo que no hace falta explicarlo, pero Katie Ledecky pertenece en un puesto destacado a la lista de los mejores deportistas olímpicos de la historia. Lo atestigua su irrupción en Londres 2012 y su oro en los 800 metros libres con apenas 15 años de edad y, especialmente, sus cuatro medallas de oro (200 metros libres, 400 metros libres, 800 metros libres y 4x200 metros libres) y una de plata (4x100 metros libres) en Río 2016. A esos logros, evidentemente, también hay que unir sus 15 medallas de oro y sus 3 platas en los últimos cuatro Campeonatos Mundiales o sus récords mundiales y olímpicos en los 400 metros libres, los 800 metros libres y los 1500 metros libres, prueba, esta última, en la que Ledecky ha llegado a los Juegos Olímpicos de Tokio con las once mejores marcas de toda la historia.
Sin embargo, a falta de su participación en los 800 metros libres, parece que su oro en 1500 metros libres y su plata en 400 metros libres (y su quinta plaza en 200 metros libres; ahora mismo, el balance total de medallas de Ledecky en las tres Olimpiadas en las que ha estado es de seis oros y dos platas) no es suficiente y que algunos aficionados pudieran sentirse decepcionados tras su derrota contra Titmus en la final de 400 metros libres, la primera final individual olímpica que Ledecky, que en términos de natación ya empieza a pertenecer a la categoría de nadadores veteranos, no ganó de todas las que había disputado hasta la fecha.
Entonces, me temo que, al contrario de lo que escribí al empezar este apartado, sí que habrá que explicarlo: Ledecky, ya sea con la medalla de plata en los 400 metros libres en vez del oro, continúa alcanzando cotas que la mayoría de nadadores, dejemos a Phelps aparte, nunca en su vida alcanzarán. Por ejemplo, ese lunes en el que Titmus la ganó, como dije antes, la estadounidense volvió al agua dos veces más en menos de diez horas después para protagonizar el mejor tiempo de todas las series de 200 metros libres y un récord olímpico en la prueba de 1500 metros libres en una jornada en la que Ledecky, además, se convirtió en la ¡nadadora olímpica que más metros ha nadado en un único día de cualquier edición de los Juegos Olímpicos!
“Sé que tendemos a obsesionarnos con el oro en los Estados Unidos, pero realmente no creo que Katie se vaya a la cama con una decepción”, le escribió Rick Maese, el periodista de The Washington Post, el otro día a su compañero Dan Steinberg. “¿Te imaginas a Usain Bolt haciendo un esprint, luego un cuarto de milla y luego una milla completa en el mismo día?", añadió. Y finalizó: “"Al igual que cubriendo a Michael Phelps, debes recordarte a ti mismo que estás presenciando algo muy especial, algo que nunca sucedió antes y algo que quizá nunca volvamos a ver".
Usain Bolt, Michael Phelps… Esos son los parámetros para valorar a Katie Ledecky, el nivel superior de la pirámide.
Es decir, la gloria eterna.
—————
Y hablando de deportistas olímpicos que se encuentran en el nivel más alto de la pirámide, Simone Biles, que es la mejor gimnasta de la historia por la sencilla y complicada razón de que ha hecho cosas que nunca antes había conseguido hacer ninguna gimnasta, dejó el martes la competición por equipos y se ha desapuntado del concurso individual porque, según sus palabras, no se encuentra en “el lugar correcto mentalmente”. “Simplemente sentí que sería un poco mejor mantenerme en segundo plano y trabajar en mi atención plena”, mantuvo.
El cáncer fue la enfermedad del siglo XX.
Los problemas mentales serán (y ya son) la enfermedad del siglo XXI.
Vivimos en la era de la depresión, la ansiedad y el pánico.
No hay dolor físico que duela más que el que está un día tras otro, noche a noche, perenne, dentro de tu cabeza.
Gracias, Adrian