Supongo que todos habéis visto ya esas imágenes y vídeos en los que se escucha una voz en off diciendo en inglés unos números y, al oírlo, más de un centenar de hombres y mujeres de rasgos asiáticos explotan al unísono en un sentimiento que se podría describir como próximo a la felicidad más plena y absoluta, al júbilo ruidoso y espontáneo que se contrapone este año al triste silencio de los recintos olímpicos. Es un momento francamente emocionante, aunque tengo que reconocer que al verlo yo me acordé, más bien, de las palabras de Walt Kowalski, aquel racista veterano de la guerra de Corea que Clint Eastwood interpreta en la película Gran Torino: “No soy un buen hombre. Tráeme otra cerveza, Chica Dragón. Esta está vacía”.
Más de una cerveza seguro que se tiró, si los protocolos sanitarios lo permitieron, en ese local de Minnesota en el que se reunieron todas esas personas con un único motivo: celebrar la medalla de oro de Sunisa Lee, gimnasta de 18 años y la primera estadounidense de ascendencia hmong, como los vecinos de Kowalski en el área metropolitana de Detroit, que participa en unos Juegos Olímpicos. “Mi comunidad es increíble. Todos estaban viéndolo juntos y pudieron verme ganar una medalla de oro. Muchas personas de la comunidad hmong no alcanzan sus metas, y quiero que sepan que puedes alcanzar tus sueños y que nunca hay que rendirse. Nunca sabes lo que va a pasar”, les avisó la nueva campeona olímpica, que viajó hasta Tokio con la certeza de que podría ser como mucho segunda (antes de que las Olimpiadas pusieran a la realidad en su sitio, Simone Biles era invencible) y de que quería a toda costa conseguir una medalla para dedicársela a su padre, que se cayó de una escalera en 2019 y quedó paralizado desde debajo del pecho. Ese triste contratiempo fue, en realidad, uno más de los que se ha encontrado Lee en los dos últimos años camino de su medalla de oro, entre ellos, episodios de depresión, una fractura en un hueso de su pie izquierdo, una lesión en el talón de Aquiles o los fallecimientos de su tío y de su tía por culpa del COVID-19. “Ni siquiera se siente como en la vida real”, mantuvo la gimnasta estadounidense con su metal colgado al cuello y, al igual que todas aquellas personas de etnia hmong en aquel local de Minnesota, una amplia sonrisa en su cara.
En muchas ocasiones a la comunidad hmong se la describe como la etnia invisible u olvidada a pesar de que su historia es fascinante:
- Aunque la mayoría de la gente cree que los hmong proceden de Laos, lo cierto es que se trata del grupo étnico minoritario más numeroso de China.
- En el siglo XIX, en una época convulsa en China, la mayoría de los hmong se marcharon a otros países asiáticos, principalmente, Vietnam, Tailandia, Laos y Birmania.
- Actualmente, gran parte de la comunidad hmong vive en Estados Unidos, sobre todo en California, y eso tiene que ver en gran medida con dos de los apelativos por los que se conoce hoy en día a las personas de etnia hmong. Uno, el ejército perdido. Dos, los soldados de una guerra secreta.
- En efecto, hay que regresar hasta la Guerra de Vietnam para poder entenderlo: la CIA, la agencia de inteligencia estadounidense, orquestó una operación clandestina en la que reclutó a Vang Pao, un general hmong que combatió con Francia en la II Guerra Mundial, para que liderara a un ejército formado por personas hmong en su lucha contra los peligros del comunismo encarnado en la figura de Ho Chi Minh.
- Tras la caída de Saigón el 30 de abril de 1975, el Gobierno de Vietnam persiguió a la comunidad hmong, que tuvo que huir hacia otros países, la mayoría de ellos hacia campos de refugiados en Tailandia.
- Ya en el inicio del siglo XXI, en 2004, la crisis humanitaria en Tailandia derivada del terremoto submarino producido en el océano Índico y sus consiguientes tsunamis hizo que la comunidad hmong fuera de nuevo trasladada. Entre los países que se ofrecieron para acogerlos estaban Australia, Canadá, Francia y, sobre todo, Estados Unidos, que acogió al mayor número de personas de etnia hmong de todos esos países.
- Con la llegada de gran parte de la comunidad hmong a Estados Unidos, el Gobierno estadounidense no quería que sucediera lo mismo que con la numerosa presencia de cubanos en Florida, por lo que decidió distribuir a todos los refugiados de la etnia hmong por sus 50 estados. Sin embargo, la mayoría de las personas hmong, que provenían del clima tropical y cálido del sudeste asiático, no terminaron de aclimatarse a estados gélidos como los de Wisconsin, Michigan o Minnesota (los de la película de Eastwood y la familia de Lee, como se puede comprobar, sí que se aclimataron al frío), así que se inició una nueva migración de la comunidad hmong dentro de Estados Unidos que, como he dicho antes, acabó con la mayor parte de ellos en el soleado estado de California.
- Principalmente, la comunidad hmong se caracteriza por su fuerte concepto de familia como un clan numeroso que incluye también a parientes lejanos y amigos. Sin que la mayoría de ellos supiera ni siquiera hablar inglés y con un importante nivel de personas mayores que ya no estaban en edad de trabajar, los choques culturales entre ellos y los estadounidenses han sido continuos a lo largo de las últimas décadas.
Sin embargo, los niños y los jóvenes de la comunidad hmong, ya nacidos en Estados Unidos y educados en sus colegios, se están encargando de acabar con esa brecha existente.
Sunisa Lee, por supuesto, es uno de los mejores ejemplos de ello.
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Mientras estoy escribiendo este texto, China y Estados Unidos, como siempre desde Pekín 2008, lideran el medallero con 51 y 59 metales, respectivamente (los chinos son primeros porque tienen más medallas de oro, 24 a 20), así que van dos datos sobre ambos países que me parecen interesantes:
- Basándose en lo que hacía la Unión Soviética en el pasado, China selecciona a decenas de miles de niños y niñas de todos los rincones de su geografía para que entrenen en las más de 2.000 escuelas deportivas gestionadas por el propio Gobierno chino con un único objetivo: ganar medallas en los Juegos Olímpicos. Su estrategia es, además, realmente inteligente desde el punto de vista competitivo: muchos de esos niños y niñas son encaminados en esas escuelas a especializarse en deportes minoritarios, deportes que en los países occidentales no cuentan con financiación suficiente o que son disciplinas que en las Olimpiadas reparten un gran número de metales, para que la colección de medallas de oro de China en los Juegos Olímpicos crezca exponencialmente y así pueda ser el país que lidere siempre el medallero.
- Los dos únicos deportes en los que Estados Unidos no tiene representación en estos Juegos Olímpicos de Tokio son el balonmano y el hockey sobre hierba.
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Un poco de miscelánea medallista:
- El pasado lunes 26, el podio de la prueba femenina de skateboard street únicamente sumó 42 años: la medalla de oro fue para la japonesa Momiji Nishiya, de 13 años, la plata se la adjudicó la brasileña Rayssa Leal, también de 13 años, y el bronce se lo llevó la también japonesa Funa Nakayama, de 16 años. Por el contrario, ese mismo día, en la prueba masculina de tiro olímpico en la modalidad de skeet, el kuwaití Abdullah-Al Rashidi, que no se pierde unas Olimpiadas desde Atlanta 1996 (hace siete ediciones), se adjudicó la medalla de bronce a sus 57 años de edad. Los podios de las citadas pruebas me llevan directamente a poder contaros que Hend Zaza, siria de 12 años que cayó eliminada en la ronda preliminar del tenis de mesa femenino, ha sido la atleta olímpica más joven de esta edición, mientras que Mary Hanna, con 66 años, y Andrew Hoy, con 62 años, ambos representantes del equipo de equitación de Australia, los más mayores.
- El pasado jueves 29, la medalla de bronce en tiro femenino para Alessandra Perilli ha convertido a San Marino, de apenas 33.600 habitantes, unos pocos miles menos que Soria capital (39.821 habitantes), en el país más pequeño en conseguir una medalla en la historia de los Juegos Olímpicos.
- Ayer sábado 31, el oro de Fares Elbakh en halterofilia 96 kilogramos en categoría masculina fue el primer metal dorado de la historia para Qatar. En cambio, Qatar apenas tuvo que esperar un día más para el segundo, ya que hoy domingo día 1 el atleta Mutaz Essa Barshim ha subido a lo más alto del podio, junto con el italiano Gianmarco Tamberi (sí, el oro ha sido compartido), en la prueba de salto de altura masculino.
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La gran presión que se pone a sí misma (y que, según sus propias palabras, supone “una verdadera bendición y maldición”) de Katie Ledeckyha concluido en los Juegos Olímpicos de Tokio con cuatro medallas más, lo que sitúa su palmarés olímpico ya en diez medallas, siete de oro y tres de plata.
(Un inciso: una de las mejores declaraciones que he leído sobre la presión en estas Olimpiadas es la siguiente de la sueca Jenny Rissveds, campeona olímpica en Río 2016 y 14ª en Tokio 2020 en la prueba de ciclismo de montaña: “Estoy tan jodidamente feliz de que se acabó. Espero poder ser Jenny ahora y no la campeona olímpica porque eso es una carga pesada”).
En total, la nadadora estadounidense ha nadado una distancia récord de 6.200 metros en seis días y diez pruebas, cinco finales, una semifinal y cuatro eliminatorias:
- El domingo 25, Ledecky nadó un total de 400 metros, los correspondientes a su eliminatoria de los 400 metros libres, que ganó con más de un segundo de ventaja sobre la segunda.
- El lunes 26, Ledecky nadó un total de 2.100 metros, los correspondientes a la final de los 400 metros libres y de las eliminatorias de los 200 metros libres y de los 1500 metros libres. Pese a ser derrotada por primera vez en una final olímpica individual por la australiana Titmus en los 400 metros libres, la nadadora estadounidense realizó su mejor tiempo en esa prueba desde que logró el récord mundial en Río 2016. Además, Ledecky venció en sus dos eliminatorias con suficiencia.
- El martes 27, Ledecky nadó un total de 200 metros, los correspondientes a su semifinal de 200 metros libres, que ganó.
- El miércoles 28, Ledecky nadó un total de 1700 metros, los correspondientes a las finales de 200 metros libres y de 1500 metros libres. En la primera de ellas, la nadadora estadounidense terminó lejos del podio (quinta), pero en los 1500 metros libres demostró su incontestable dominio en esa prueba con una medalla de oro y un tiempo final (15:37.34) que superó en más de veinte segundos al cosechado por tres de las otras siete finalistas.
- El jueves 29, Ledecky nadó un total de 1000 metros, los correspondientes a la final de 4x200 metros libres y a su eliminatoria de 800 metros libres. En la primera de esas pruebas, su relevo fue el más rápido de las 32 nadadoras, lo que permitió a Estados Unidos superar a Australia en la lucha por la medalla de plata y casi alcanzar a China en la lucha por el oro (las estadounidenses se quedaron finalmente a 40 centésimas de las chinas; por cierto, China, Estados Unidos y Australia firmaron un crono definitivo por debajo del anterior récord mundial establecido por las australianas en 2019).
- Ayer sábado 31, Ledecky nadó un total de 800 metros, los correspondientes a la final de 800 metros libres. Tras descansar por fin el viernes, la nadadora estadounidense se despidió con otra medalla de oro en la prueba en la que es la reina absoluta desde hace ya casi una década: antes de esta final olímpica, Ledecky contaba con los 24 mejores tiempos de la historia en los 800 metros libres. En la piscina de la capital japonesa tampoco hubo ninguna duda: la nadadora estadounidense derrotó a la australiana Titmus por casi un segundo y medio de diferencia.
Tras su agotador Tokio 2020, veremos lo que sucede en París 2024, cita a la que Ledecky ya se ha comprometido públicamente a acudir para seguir agrandando su leyenda olímpica.
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Me han encantado estas declaraciones en The Observer de Dina Asher-Smith, la velocista británica más rápida de la historia: “Los Juegos Olímpicos no son sólo tus esperanzas, sueños y aspiraciones; no sólo es todo para lo que te has entrenado desde que eras niña, también es tu hipoteca”, recordó. Y sentenció: “En los 100 metros tú tienes diez segundos en las eliminatorias, diez segundos en la semifinal y diez segundos en la final. 30 segundos en total para dejar tu huella en el mundo. En los 200 metros son 21 segundos, 21 segundos y 21 segundos. ¿Hacer algo mal? ¿Cometer un error? Eso puede ser años de entrenamiento tirados por el desagüe. Los márgenes son tan pequeños. Hay mucho en juego. Tengo que tener la mentalidad adecuada para hacerlo bien. Estoy obligada a tenerla”.
Por desgracia, sus palabras fueron premonitorias: ayer sábado, apenas seis días después de que esa entrevista saliera publicada, Asher-Smith, con un desgarro en sus músculos isquiotibiales que había ocultado a todo el mundo desde hacía cinco semanas, no pudo clasificarse entre las ocho mejores para la final de 100 metros tras ser tercera en su serie de semifinales y, apenas unos minutos después, anunció que se desapuntaba de la prueba de 200 metros.
En la vida, al final, muchas veces la hipoteca pesa más que nuestras esperanzas, sueños y aspiraciones.
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La Chica Dragón
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Supongo que todos habéis visto ya esas imágenes y vídeos en los que se escucha una voz en off diciendo en inglés unos números y, al oírlo, más de un centenar de hombres y mujeres de rasgos asiáticos explotan al unísono en un sentimiento que se podría describir como próximo a la felicidad más plena y absoluta, al júbilo ruidoso y espontáneo que se contrapone este año al triste silencio de los recintos olímpicos. Es un momento francamente emocionante, aunque tengo que reconocer que al verlo yo me acordé, más bien, de las palabras de Walt Kowalski, aquel racista veterano de la guerra de Corea que Clint Eastwood interpreta en la película Gran Torino: “No soy un buen hombre. Tráeme otra cerveza, Chica Dragón. Esta está vacía”.
Más de una cerveza seguro que se tiró, si los protocolos sanitarios lo permitieron, en ese local de Minnesota en el que se reunieron todas esas personas con un único motivo: celebrar la medalla de oro de Sunisa Lee, gimnasta de 18 años y la primera estadounidense de ascendencia hmong, como los vecinos de Kowalski en el área metropolitana de Detroit, que participa en unos Juegos Olímpicos. “Mi comunidad es increíble. Todos estaban viéndolo juntos y pudieron verme ganar una medalla de oro. Muchas personas de la comunidad hmong no alcanzan sus metas, y quiero que sepan que puedes alcanzar tus sueños y que nunca hay que rendirse. Nunca sabes lo que va a pasar”, les avisó la nueva campeona olímpica, que viajó hasta Tokio con la certeza de que podría ser como mucho segunda (antes de que las Olimpiadas pusieran a la realidad en su sitio, Simone Biles era invencible) y de que quería a toda costa conseguir una medalla para dedicársela a su padre, que se cayó de una escalera en 2019 y quedó paralizado desde debajo del pecho. Ese triste contratiempo fue, en realidad, uno más de los que se ha encontrado Lee en los dos últimos años camino de su medalla de oro, entre ellos, episodios de depresión, una fractura en un hueso de su pie izquierdo, una lesión en el talón de Aquiles o los fallecimientos de su tío y de su tía por culpa del COVID-19. “Ni siquiera se siente como en la vida real”, mantuvo la gimnasta estadounidense con su metal colgado al cuello y, al igual que todas aquellas personas de etnia hmong en aquel local de Minnesota, una amplia sonrisa en su cara.
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En muchas ocasiones a la comunidad hmong se la describe como la etnia invisible u olvidada a pesar de que su historia es fascinante:
- Aunque la mayoría de la gente cree que los hmong proceden de Laos, lo cierto es que se trata del grupo étnico minoritario más numeroso de China.
- En el siglo XIX, en una época convulsa en China, la mayoría de los hmong se marcharon a otros países asiáticos, principalmente, Vietnam, Tailandia, Laos y Birmania.
- Actualmente, gran parte de la comunidad hmong vive en Estados Unidos, sobre todo en California, y eso tiene que ver en gran medida con dos de los apelativos por los que se conoce hoy en día a las personas de etnia hmong. Uno, el ejército perdido. Dos, los soldados de una guerra secreta.
- En efecto, hay que regresar hasta la Guerra de Vietnam para poder entenderlo: la CIA, la agencia de inteligencia estadounidense, orquestó una operación clandestina en la que reclutó a Vang Pao, un general hmong que combatió con Francia en la II Guerra Mundial, para que liderara a un ejército formado por personas hmong en su lucha contra los peligros del comunismo encarnado en la figura de Ho Chi Minh.
- Tras la caída de Saigón el 30 de abril de 1975, el Gobierno de Vietnam persiguió a la comunidad hmong, que tuvo que huir hacia otros países, la mayoría de ellos hacia campos de refugiados en Tailandia.
- Ya en el inicio del siglo XXI, en 2004, la crisis humanitaria en Tailandia derivada del terremoto submarino producido en el océano Índico y sus consiguientes tsunamis hizo que la comunidad hmong fuera de nuevo trasladada. Entre los países que se ofrecieron para acogerlos estaban Australia, Canadá, Francia y, sobre todo, Estados Unidos, que acogió al mayor número de personas de etnia hmong de todos esos países.
- Con la llegada de gran parte de la comunidad hmong a Estados Unidos, el Gobierno estadounidense no quería que sucediera lo mismo que con la numerosa presencia de cubanos en Florida, por lo que decidió distribuir a todos los refugiados de la etnia hmong por sus 50 estados. Sin embargo, la mayoría de las personas hmong, que provenían del clima tropical y cálido del sudeste asiático, no terminaron de aclimatarse a estados gélidos como los de Wisconsin, Michigan o Minnesota (los de la película de Eastwood y la familia de Lee, como se puede comprobar, sí que se aclimataron al frío), así que se inició una nueva migración de la comunidad hmong dentro de Estados Unidos que, como he dicho antes, acabó con la mayor parte de ellos en el soleado estado de California.
- Principalmente, la comunidad hmong se caracteriza por su fuerte concepto de familia como un clan numeroso que incluye también a parientes lejanos y amigos. Sin que la mayoría de ellos supiera ni siquiera hablar inglés y con un importante nivel de personas mayores que ya no estaban en edad de trabajar, los choques culturales entre ellos y los estadounidenses han sido continuos a lo largo de las últimas décadas.
Sin embargo, los niños y los jóvenes de la comunidad hmong, ya nacidos en Estados Unidos y educados en sus colegios, se están encargando de acabar con esa brecha existente.
Sunisa Lee, por supuesto, es uno de los mejores ejemplos de ello.
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Mientras estoy escribiendo este texto, China y Estados Unidos, como siempre desde Pekín 2008, lideran el medallero con 51 y 59 metales, respectivamente (los chinos son primeros porque tienen más medallas de oro, 24 a 20), así que van dos datos sobre ambos países que me parecen interesantes:
- Basándose en lo que hacía la Unión Soviética en el pasado, China selecciona a decenas de miles de niños y niñas de todos los rincones de su geografía para que entrenen en las más de 2.000 escuelas deportivas gestionadas por el propio Gobierno chino con un único objetivo: ganar medallas en los Juegos Olímpicos. Su estrategia es, además, realmente inteligente desde el punto de vista competitivo: muchos de esos niños y niñas son encaminados en esas escuelas a especializarse en deportes minoritarios, deportes que en los países occidentales no cuentan con financiación suficiente o que son disciplinas que en las Olimpiadas reparten un gran número de metales, para que la colección de medallas de oro de China en los Juegos Olímpicos crezca exponencialmente y así pueda ser el país que lidere siempre el medallero.
- Los dos únicos deportes en los que Estados Unidos no tiene representación en estos Juegos Olímpicos de Tokio son el balonmano y el hockey sobre hierba.
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Un poco de miscelánea medallista:
- El pasado lunes 26, el podio de la prueba femenina de skateboard street únicamente sumó 42 años: la medalla de oro fue para la japonesa Momiji Nishiya, de 13 años, la plata se la adjudicó la brasileña Rayssa Leal, también de 13 años, y el bronce se lo llevó la también japonesa Funa Nakayama, de 16 años. Por el contrario, ese mismo día, en la prueba masculina de tiro olímpico en la modalidad de skeet, el kuwaití Abdullah-Al Rashidi, que no se pierde unas Olimpiadas desde Atlanta 1996 (hace siete ediciones), se adjudicó la medalla de bronce a sus 57 años de edad. Los podios de las citadas pruebas me llevan directamente a poder contaros que Hend Zaza, siria de 12 años que cayó eliminada en la ronda preliminar del tenis de mesa femenino, ha sido la atleta olímpica más joven de esta edición, mientras que Mary Hanna, con 66 años, y Andrew Hoy, con 62 años, ambos representantes del equipo de equitación de Australia, los más mayores.
- El pasado jueves 29, la medalla de bronce en tiro femenino para Alessandra Perilli ha convertido a San Marino, de apenas 33.600 habitantes, unos pocos miles menos que Soria capital (39.821 habitantes), en el país más pequeño en conseguir una medalla en la historia de los Juegos Olímpicos.
- Ayer sábado 31, el oro de Fares Elbakh en halterofilia 96 kilogramos en categoría masculina fue el primer metal dorado de la historia para Qatar. En cambio, Qatar apenas tuvo que esperar un día más para el segundo, ya que hoy domingo día 1 el atleta Mutaz Essa Barshim ha subido a lo más alto del podio, junto con el italiano Gianmarco Tamberi (sí, el oro ha sido compartido), en la prueba de salto de altura masculino.
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La gran presión que se pone a sí misma (y que, según sus propias palabras, supone “una verdadera bendición y maldición”) de Katie Ledecky ha concluido en los Juegos Olímpicos de Tokio con cuatro medallas más, lo que sitúa su palmarés olímpico ya en diez medallas, siete de oro y tres de plata.
En total, la nadadora estadounidense ha nadado una distancia récord de 6.200 metros en seis días y diez pruebas, cinco finales, una semifinal y cuatro eliminatorias:
- El domingo 25, Ledecky nadó un total de 400 metros, los correspondientes a su eliminatoria de los 400 metros libres, que ganó con más de un segundo de ventaja sobre la segunda.
- El lunes 26, Ledecky nadó un total de 2.100 metros, los correspondientes a la final de los 400 metros libres y de las eliminatorias de los 200 metros libres y de los 1500 metros libres. Pese a ser derrotada por primera vez en una final olímpica individual por la australiana Titmus en los 400 metros libres, la nadadora estadounidense realizó su mejor tiempo en esa prueba desde que logró el récord mundial en Río 2016. Además, Ledecky venció en sus dos eliminatorias con suficiencia.
- El martes 27, Ledecky nadó un total de 200 metros, los correspondientes a su semifinal de 200 metros libres, que ganó.
- El miércoles 28, Ledecky nadó un total de 1700 metros, los correspondientes a las finales de 200 metros libres y de 1500 metros libres. En la primera de ellas, la nadadora estadounidense terminó lejos del podio (quinta), pero en los 1500 metros libres demostró su incontestable dominio en esa prueba con una medalla de oro y un tiempo final (15:37.34) que superó en más de veinte segundos al cosechado por tres de las otras siete finalistas.
- El jueves 29, Ledecky nadó un total de 1000 metros, los correspondientes a la final de 4x200 metros libres y a su eliminatoria de 800 metros libres. En la primera de esas pruebas, su relevo fue el más rápido de las 32 nadadoras, lo que permitió a Estados Unidos superar a Australia en la lucha por la medalla de plata y casi alcanzar a China en la lucha por el oro (las estadounidenses se quedaron finalmente a 40 centésimas de las chinas; por cierto, China, Estados Unidos y Australia firmaron un crono definitivo por debajo del anterior récord mundial establecido por las australianas en 2019).
- Ayer sábado 31, Ledecky nadó un total de 800 metros, los correspondientes a la final de 800 metros libres. Tras descansar por fin el viernes, la nadadora estadounidense se despidió con otra medalla de oro en la prueba en la que es la reina absoluta desde hace ya casi una década: antes de esta final olímpica, Ledecky contaba con los 24 mejores tiempos de la historia en los 800 metros libres. En la piscina de la capital japonesa tampoco hubo ninguna duda: la nadadora estadounidense derrotó a la australiana Titmus por casi un segundo y medio de diferencia.
Tras su agotador Tokio 2020, veremos lo que sucede en París 2024, cita a la que Ledecky ya se ha comprometido públicamente a acudir para seguir agrandando su leyenda olímpica.
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Me han encantado estas declaraciones en The Observer de Dina Asher-Smith, la velocista británica más rápida de la historia: “Los Juegos Olímpicos no son sólo tus esperanzas, sueños y aspiraciones; no sólo es todo para lo que te has entrenado desde que eras niña, también es tu hipoteca”, recordó. Y sentenció: “En los 100 metros tú tienes diez segundos en las eliminatorias, diez segundos en la semifinal y diez segundos en la final. 30 segundos en total para dejar tu huella en el mundo. En los 200 metros son 21 segundos, 21 segundos y 21 segundos. ¿Hacer algo mal? ¿Cometer un error? Eso puede ser años de entrenamiento tirados por el desagüe. Los márgenes son tan pequeños. Hay mucho en juego. Tengo que tener la mentalidad adecuada para hacerlo bien. Estoy obligada a tenerla”.
Por desgracia, sus palabras fueron premonitorias: ayer sábado, apenas seis días después de que esa entrevista saliera publicada, Asher-Smith, con un desgarro en sus músculos isquiotibiales que había ocultado a todo el mundo desde hacía cinco semanas, no pudo clasificarse entre las ocho mejores para la final de 100 metros tras ser tercera en su serie de semifinales y, apenas unos minutos después, anunció que se desapuntaba de la prueba de 200 metros.
En la vida, al final, muchas veces la hipoteca pesa más que nuestras esperanzas, sueños y aspiraciones.