En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 están participando 11.656 deportistas de 206 países diferentes, incluyendo en esa lista al equipo de refugiados del Comité Olímpico Internacional, que cuenta con 29 deportistas que se han visto obligados a desplazarse de su país debido a conflictos o desastres naturales.
Entre esos 11.656 deportistas de 206 países diferentes encontramos, por ejemplo, a los 335 deportistas del Comité Olímpico de Rusia, si bien estos deportistas, debido al escándalo producido por el sistema de dopaje generalizado ruso, no compiten bajo la bandera de su país, Rusia, sino bajo una bandera con tres llamas, una blanca, otra roja y otra azul, sobre los cinco anillos olímpicos.
Mientras, como ya apunté en algunos de los primeros textos que escribí la semana pasada, Estados Unidos, con 657 deportistas, y Japón, con 615, son los países con mayor representación. Por el contrario, hasta trece países tienen una representación de apenas dos deportistas: Andorra, Bermudas, Brunéi, Dominica, Lesoto, Islas Marshall, Mauritania, Nauru, República Centroafricana, San Cristóbal y Nieves, Somalia, Sudán del Sur y Tuvalu.
En cuanto a las competiciones, los Juegos Olímpicos de Tokio cuentan con 339 eventos repartidos en 33 deportes diferentes. El atletismo es el deporte en el que hay una mayor representación con un total de 2.176 deportistas de 200 países diferentes. En cambio, las pruebas de ciclismo BMX freestyle solamente contaron con 18 competidores entre ambas categorías, tanto la masculina como la femenina.
A lo largo de estas poco más de dos semanas, esos 11.656 deportistas de 206 países diferentes están peleando por un total aproximado de 5.000 medallas de oro, de plata y de bronce, 47 de ellas en atletismo, la competición que más metales reparte.
A primera vista, 5.000 medallas parecen muchas, pero lo normal en el deporte, y también en la vida, es el fracaso.
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A propósito de la corta edad de la siria Hend Zaza, que compitió en tenis de mesa a sus 12 años, o de la japonesa Kokona Hiraki, que participará esta semana en una de las pruebas de skateboard a pocos días de cumplir los trece años, lo justo es decir que la precocidad competitiva ha estado presente en las Olimpiadas en toda su era moderna. En Atenas 1896, Dimitrios Loundras, un gimnasta griego, ganó la medalla de bronce en la prueba por equipos en categoría masculina de barras paralelas para convertirse con 10 años y 218 días en el deportista más joven en conseguir un metal olímpico. Mientras, la medallista femenina más joven es también otra gimnasta, la italiana Luigina Giavotti, que se hizo con la plata en la prueba por equipos en las Olimpiadas de Ámsterdam 1928 cuando únicamente tenía 11 años y 302 días. Por su parte, ni siquiera la japonesa Momiji Nishiya, que se llevó el oro la pasada semana en skateboard street 35 días antes de cumplir los 14 años, es la campeona olímpica de menos edad: en Berlín 1936, la saltadora estadounidense Marjorie Gestring se convirtió en la campeona olímpica de menor edad de toda la historia al ganar con apenas 13 años y 268 días la prueba femenina de trampolín de 3 metros.
De hecho, si atendemos a las estadísticas, los deportistas de los Juegos Olímpicos de Tokio son, más bien, veteranos: la media de edad de los deportistas de estas Olimpiadas se sitúa cerca de los 27 años, lo que significa la media de edad más alta en una edición olímpica desde Londres 1948.
Y, sin embargo, Mary Hanna, la australiana del equipo de equitación que es la participante de mayor edad de estas Olimpiadas con 66 años, apenas se acerca a Lorna Johnstone, la jinete británica que compitió en Múnich 1972 con 70 años y cinco días, y a Oscar Swahn, el tirador sueco que participó en Amberes 1920 con 72 años y 281 días.
Por cierto, Swahn, que ya se había convertido en Estocolmo 1912 en el campeón olímpico más veterano de toda la historia con 64 días y 258 días de edad, se despidió de sus últimas Olimpiadas en Amberes con una medalla de plata a la edad de 72 años y 279 días y apenas siete años antes de que falleciera.
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En la década de los noventa, Iván Pedroso, como el resto de atletas de la selección cubana, permaneció durante largos meses cada año concentrado en una pequeña ciudad castellana, Guadalajara. Puedo dar fe de ello: una tarde que él bajaba de entrenar de las pistas de atletismo de la Fuente de la Niña, yo le paré a la altura de las pistas de tenis de San Roque para solicitarle uno de los escasísimos autógrafos que he pedido en mi vida y que, en la actualidad, si soy sincero, no recuerdo muy bien en qué lugar estará. Él acababa de ser medallista en un Mundial y yo, por culpa de Barcelona 1992, estaba obsesionado con todos los deportes, pero lo que ninguno de los dos sabíamos entonces es que él terminaría enamorándose de una chica en Guadalajara, se casarían aquí en 2007 y, poco después, tendría una niña y formaría una familia en un hogar no muy lejos de esas pistas de atletismo en las que él entrenó y esas otras pistas de tenis en las que yo le pedí un autógrafo en una tarde primaveral.
Pienso en ello, evidentemente, después de haber visto ayer domingo por la mañana la final de triple salto femenino en la que Yulimar Rojas y Ana Peleteiro, las dos entrenadas por Iván Pedroso en las pistas de atletismo de la Fuente de la Niña, fueron, con permiso de la lisboeta Patricia Mamona, las grandes protagonistas del evento con sus medallas de oro y de bronce, respectivamente.
El grupo de entrenamiento de Pedroso del último lustro en Guadalajara me parece significativo de nuestra época:
- Yulimar Rojas es una atleta venezolana que reside en la capital guadalajareña desde 2015 después de que Facebook le sugiriera como amistad a Iván Pedroso y ella decidiera ponerse en contacto con el entrenador cubano.
- Ana Peleteiro nació en la localidad coruñesa de Riveira de un padre biológico africano (al que no conoce) y una madre española.
- Nelson Évora es un portugués que llegó con cinco años a Portugal después de nacer en Costa de Marfil de un padre caboverdiano y una madre costamarfileña.
- Núbia Soares es una brasileña que se trasladó a Guadalajara en 2018.
- Alexis Copello es un atleta de origen cubano que compite defendiendo la bandera de Azerbaiyán.
- Teddy Tamgho es un francés nacido en París de padres cameruneses de la etnia bamileké (se retiró de la competición en 2019).
De alguna manera, todos ellos, residentes en una ciudad tan insignificante como Guadalajara (no os equivoquéis por el adjetivo utilizado, yo amo Guadalajara con todas mis fuerzas), representan el mundo globalizado en el que vivimos.
Y no solamente ellos, sino que la mañana olímpica de ayer domingo cuenta con muchísimos ejemplos más:
- La citada Patricia Mamona es una portuguesa de padre angoleño que tuvo que emigrar a Inglaterra cuando ella tenía 13 años de edad. Toda su familia le siguió después, a excepción de la propia atleta, que se quedó en Portugal antes de ser becada para estudiar Medicina en la estadounidense Universidad de Clemson.
- Lamond Marcell Jacobs, medalla de oro en los 100 metros lisos, nació en Texas de un padre estadounidense y una madre italiana y solamente estuvo seis meses en Estados Unidos antes de irse a vivir a Italia con su madre.
- Xander Schauffele, campeón olímpico de golf, es un californiano políglota de San Diego con un padre de ascendencia alemana y francesa (su abuelo paterno, de hecho, jugó en el Stuttgart) y una madre china que fue criada en Japón.
Supongo que en la actualidad el concepto de las naciones es extraño, con todas esas fronteras borrosas y difuminadas que vemos, precisamente, en el evento deportivo mundial que más se esfuerza por ensalzar el concepto de naciones.
Yo lo único que sé es que el mundo es mucho mejor cuando se viaja, cuando unos y otros nos fundimos en un crisol.
Y no desde ahora, sino desde siempre: en Tokio 2020, JuVaughn Harrison se ha convertido en el primer estadounidense en disputar las pruebas de salto de longitud y salto de altura en los Juegos Olímpicos desde que el mito Jim Thorpe lo hiciera en Estocolmo 1912.
Y, como sabéis, Jim Thorpe nació en un territorio indio de Oklahoma de un hombre con ascendencia irlandesa e india y una mujer con un padre francés y una madre Potawatomi.
❤️
Muchas gracias, Adrian. Me alegro de que te haya gustado