Según el Comité Olímpico Internacional, únicamente hay tres requisitos que deben tener en su anverso todas las medallas de unos Juegos Olímpicos. Primero, el diseño debe incluir la imagen de Niké, la diosa de la victoria en la mitología griega, delante del Panathinaikó, el reconstruido estadio de mármol blanco en Atenas que acogió las primeras Olimpiadas de la era Moderna. Segundo, el diseño debe incluir el nombre oficial de esas Olimpiadas en particular. Tercero, el diseño debe incluir el símbolo de los cinco anillos olímpicos.
En Tokio 2020, por ejemplo, las medallas, que según la organización son como “piedras en bruto que han sido pulidas y ahora brillan” para poder reflejar “el concepto de que, para alcanzar la gloria, los atletas deben luchar por la victoria a diario”, también han llevado inscritas en un lateral el nombre de la prueba en cuestión, algo muy habitual en cada Juegos Olímpicos, ya sea en la propia medalla o en la cinta que la acompaña. Sin embargo, en las últimas décadas hay una excepción a esa norma no escrita: Barcelona 1992.
En las Olimpiadas barcelonesas, todas las medallas de todos los deportes eran exactamente iguales, sin ninguna referencia al deporte en concreto.
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La página web Medals Per Capita, creada por Craig Nevill-Manning, merece una visita. En ella, este informático neozelandés ha recopilado todas las medallas de la historia de los Juegos Olímpicos, tanto de verano como de invierno, según la población de cada país. Así, por ejemplo, según la última actualización existente cuando yo escribo estas líneas, podemos saber que Liechtenstein es el primer país de la lista de medallas por población de todas las ediciones de los Juegos Olímpicos de verano y de invierno, ya que tiene una medalla por cada 3.647 habitantes (10 medallas para una población total de 36.476 habitantes) y que India aparece en un último lugar con una medalla por cada 44.338.998 habitantes (28 medallas para una población total de 1.241.491.960 habitantes).
En las Olimpiadas de invierno, por ejemplo, Liechtenstein continúa liderando la clasificación (las diez medallas del pequeño país centroeuropeo han sido siempre en invierno, nunca en verano), pero es Uzbekistán el que se sitúa al fondo de la tabla con una única medalla para un total de 29.123.400 habitantes. En cambio, en los Juegos Olímpicos de verano, India continúa en la última posición (al contrario que lo que sucedía con Liechtenstein, todas las medallas indias han sido en verano, nunca en invierno) de una clasificación que lidera Finlandia con una medalla por cada 17.845 habitantes (303 medallas para una población total de 5.407.040).
Por su parte, España se sitúa en la parte media-alta de la clasificación general tras conseguir una medalla por cada 305.935 habitantes (está en el puesto 58 de 142 países con 151 medallas totales y una población de 46.196.278 habitantes), si bien sube una plaza en las Olimpiadas de verano (puesto 57 con una medalla por cada 314.260 habitantes) y baja ostensiblemente en los Juegos Olímpicos de invierno (puesto 39 de 43 países con una medalla por cada 11.549.069 habitantes). Además, en lo relativo a medallas de oro, España está prácticamente en la mitad de la clasificación conjunta de Olimpiadas: ocupa el puesto 50 de 105 países con una medalla de oro por cada 1.026.583 habitantes.
En los Juegos Olímpicos, la sensación general es que España es un país que a nivel competitivo está bastante por detrás de países similares por volumen de población o de proximidad geográfica y nivel socioeconómico y, a falta de los datos de la inversión económica público-privada de cada ciclo olímpico en esos países (que sería el mejor dato para poder valorar esa sensación), recurro a estos datos de medallas por población para poder contrarrestar o apoyar esa sensación:
- En términos poblacionales, esa sensación es completamente falsa: entre los diez países con una población entre 38 y 50 millones de habitantes, únicamente Polonia (con una medalla por cada 126.648 habitantes) y Corea del Sur (con una medalla por cada 145.449 habitantes) superan a España, mientras que Sudáfrica, Colombia, Ucrania, Tanzania, Argentina, Kenia y Birmania (que nunca ha conseguido una medalla) se sitúan por detrás. Asimismo, Corea del Sur y Polonia son también los únicos dos países de esos diez que superan a España en la clasificación de medallas de oro por menor número de habitantes.
- En términos de proximidad geográfica y nivel socioeconómico (con sus diferencias), esa sensación es completamente verdadera: de los 27 países miembros de la Unión Europea, España aparece únicamente por delante de Portugal, Chipre y Malta en cuanto a medallas por menor número de población. Mientras, en la lista de medallas de oro por menor número de habitantes, España también supera solamente a esos mismos tres países, Portugal, Chipre y Malta.
Supongo que, en efecto, esos datos reflejan a la perfección la radiografía de España cada cuatro años en los Juegos Olímpicos.
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En el último día, Estados Unidos sumó su 39 medalla de oro (113 medallas en total) para adelantar a las 38 medallas de oro de China (88 medallas en total) y hacerse con el primer puesto del medallero de unos Juegos Olímpicos de Tokio 2020 que en mi memoria se definirán siempre en 400 metros:
- Los 400 metros vallas masculinos en los que Karsten Warholm y Rai Benjamin batieron el récord del mundo y en los que finalmente el atleta noruego se adjudicó la medalla de oro por apenas 23 centésimas en una trepidante carrera. O en palabras de Adam Kilgore, el reportero de The Washington Post: “Me sentí más cerca de los límites del logro humano que en cualquier otro evento deportivo en el que haya estado”.
- Los 400 metros vallas femeninos en los que las estadounidenses Sydney McLaughlin y Dalilah Muhammad batieron el récord del mundo y en los que finalmente la primera de ellas destronó a la hasta entonces campeona olímpica por apenas 12 centésimas.
- Los 400 metros que se recorrieron en la segunda serie de los 4x100 metros lisos masculinos y en los que Estados Unidos quedó eliminada tras cruzar la meta en sexto lugar para romper definitivamente con una tradición centenaria: desde 1912, el equipo estadounidense del relevo de velocidad había participado cuarenta veces en Juegos Olímpicos o Mundiales y siempre había sido medalla de oro o de plata (27 veces) o descalificado (13 veces).
- Y los 400 metros lisos femeninos y los 4x400 metros lisos femeninos, pruebas en las que Allyson Felix, mito de la historia de los Juegos Olímpicos, logró su décima y undécima medalla, respectivamente.
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Como este es el último apartado que voy a escribir de mis textos sobre los Juegos Olímpicos de Tokio 2020estoy intentando encontrar un final apoteósico, pero lo único que resuena en mi cabeza es la gran frase que escribió el historiador olímpico David Wallechinsky sobre París 1900 y que os puse ya en el texto anterior: “Muchos atletas murieron sin saber nunca que habían participado en los Juegos Olímpicos”, mantuvo.
Ese fue el caso literal de Margaret Abbott, la primera mujer estadounidense en ganar un evento en unas Olimpiadas.
El 4 de octubre de 1900, Abbott y otras nueve mujeres más, cinco francesas y otras tantas estadounidenses, participaron en un campeonato de golf en un campo ubicado 80 kilómetros al norte de París. Tras nueve hoyos, Abbott fue declarada ganadora con 47 golpes.
En vez de una medalla (la tradición olímpica de la entrega de medallas comenzó en las siguientes Olimpiadas en San Luis cuatro años después), a Abbott le dieron un cuenco. La gloria deportiva también le pasó de largo: la participación de Abbott en París 1900 no se certificó hasta la década de los ochenta del siglo pasado, alrededor de treinta años después de que Abbott hubiera fallecido en 1955.
No sé me ocurre una mejor forma para deciros adiós.
París 2024 nos espera dentro de apenas tres años.
Aunque a algunos, como siempre, la gloria nos pasará de largo una vez más.
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La gloria
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Según el Comité Olímpico Internacional, únicamente hay tres requisitos que deben tener en su anverso todas las medallas de unos Juegos Olímpicos. Primero, el diseño debe incluir la imagen de Niké, la diosa de la victoria en la mitología griega, delante del Panathinaikó, el reconstruido estadio de mármol blanco en Atenas que acogió las primeras Olimpiadas de la era Moderna. Segundo, el diseño debe incluir el nombre oficial de esas Olimpiadas en particular. Tercero, el diseño debe incluir el símbolo de los cinco anillos olímpicos.
En Tokio 2020, por ejemplo, las medallas, que según la organización son como “piedras en bruto que han sido pulidas y ahora brillan” para poder reflejar “el concepto de que, para alcanzar la gloria, los atletas deben luchar por la victoria a diario”, también han llevado inscritas en un lateral el nombre de la prueba en cuestión, algo muy habitual en cada Juegos Olímpicos, ya sea en la propia medalla o en la cinta que la acompaña. Sin embargo, en las últimas décadas hay una excepción a esa norma no escrita: Barcelona 1992.
En las Olimpiadas barcelonesas, todas las medallas de todos los deportes eran exactamente iguales, sin ninguna referencia al deporte en concreto.
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La página web Medals Per Capita, creada por Craig Nevill-Manning, merece una visita. En ella, este informático neozelandés ha recopilado todas las medallas de la historia de los Juegos Olímpicos, tanto de verano como de invierno, según la población de cada país. Así, por ejemplo, según la última actualización existente cuando yo escribo estas líneas, podemos saber que Liechtenstein es el primer país de la lista de medallas por población de todas las ediciones de los Juegos Olímpicos de verano y de invierno, ya que tiene una medalla por cada 3.647 habitantes (10 medallas para una población total de 36.476 habitantes) y que India aparece en un último lugar con una medalla por cada 44.338.998 habitantes (28 medallas para una población total de 1.241.491.960 habitantes).
En las Olimpiadas de invierno, por ejemplo, Liechtenstein continúa liderando la clasificación (las diez medallas del pequeño país centroeuropeo han sido siempre en invierno, nunca en verano), pero es Uzbekistán el que se sitúa al fondo de la tabla con una única medalla para un total de 29.123.400 habitantes. En cambio, en los Juegos Olímpicos de verano, India continúa en la última posición (al contrario que lo que sucedía con Liechtenstein, todas las medallas indias han sido en verano, nunca en invierno) de una clasificación que lidera Finlandia con una medalla por cada 17.845 habitantes (303 medallas para una población total de 5.407.040).
Por su parte, España se sitúa en la parte media-alta de la clasificación general tras conseguir una medalla por cada 305.935 habitantes (está en el puesto 58 de 142 países con 151 medallas totales y una población de 46.196.278 habitantes), si bien sube una plaza en las Olimpiadas de verano (puesto 57 con una medalla por cada 314.260 habitantes) y baja ostensiblemente en los Juegos Olímpicos de invierno (puesto 39 de 43 países con una medalla por cada 11.549.069 habitantes). Además, en lo relativo a medallas de oro, España está prácticamente en la mitad de la clasificación conjunta de Olimpiadas: ocupa el puesto 50 de 105 países con una medalla de oro por cada 1.026.583 habitantes.
En los Juegos Olímpicos, la sensación general es que España es un país que a nivel competitivo está bastante por detrás de países similares por volumen de población o de proximidad geográfica y nivel socioeconómico y, a falta de los datos de la inversión económica público-privada de cada ciclo olímpico en esos países (que sería el mejor dato para poder valorar esa sensación), recurro a estos datos de medallas por población para poder contrarrestar o apoyar esa sensación:
- En términos poblacionales, esa sensación es completamente falsa: entre los diez países con una población entre 38 y 50 millones de habitantes, únicamente Polonia (con una medalla por cada 126.648 habitantes) y Corea del Sur (con una medalla por cada 145.449 habitantes) superan a España, mientras que Sudáfrica, Colombia, Ucrania, Tanzania, Argentina, Kenia y Birmania (que nunca ha conseguido una medalla) se sitúan por detrás. Asimismo, Corea del Sur y Polonia son también los únicos dos países de esos diez que superan a España en la clasificación de medallas de oro por menor número de habitantes.
- En términos de proximidad geográfica y nivel socioeconómico (con sus diferencias), esa sensación es completamente verdadera: de los 27 países miembros de la Unión Europea, España aparece únicamente por delante de Portugal, Chipre y Malta en cuanto a medallas por menor número de población. Mientras, en la lista de medallas de oro por menor número de habitantes, España también supera solamente a esos mismos tres países, Portugal, Chipre y Malta.
Supongo que, en efecto, esos datos reflejan a la perfección la radiografía de España cada cuatro años en los Juegos Olímpicos.
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En el último día, Estados Unidos sumó su 39 medalla de oro (113 medallas en total) para adelantar a las 38 medallas de oro de China (88 medallas en total) y hacerse con el primer puesto del medallero de unos Juegos Olímpicos de Tokio 2020 que en mi memoria se definirán siempre en 400 metros:
- Los 400 metros vallas masculinos en los que Karsten Warholm y Rai Benjamin batieron el récord del mundo y en los que finalmente el atleta noruego se adjudicó la medalla de oro por apenas 23 centésimas en una trepidante carrera. O en palabras de Adam Kilgore, el reportero de The Washington Post: “Me sentí más cerca de los límites del logro humano que en cualquier otro evento deportivo en el que haya estado”.
- Los 400 metros vallas femeninos en los que las estadounidenses Sydney McLaughlin y Dalilah Muhammad batieron el récord del mundo y en los que finalmente la primera de ellas destronó a la hasta entonces campeona olímpica por apenas 12 centésimas.
- Los 400 metros que se recorrieron en la segunda serie de los 4x100 metros lisos masculinos y en los que Estados Unidos quedó eliminada tras cruzar la meta en sexto lugar para romper definitivamente con una tradición centenaria: desde 1912, el equipo estadounidense del relevo de velocidad había participado cuarenta veces en Juegos Olímpicos o Mundiales y siempre había sido medalla de oro o de plata (27 veces) o descalificado (13 veces).
- Y los 400 metros lisos femeninos y los 4x400 metros lisos femeninos, pruebas en las que Allyson Felix, mito de la historia de los Juegos Olímpicos, logró su décima y undécima medalla, respectivamente.
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Como este es el último apartado que voy a escribir de mis textos sobre los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 estoy intentando encontrar un final apoteósico, pero lo único que resuena en mi cabeza es la gran frase que escribió el historiador olímpico David Wallechinsky sobre París 1900 y que os puse ya en el texto anterior: “Muchos atletas murieron sin saber nunca que habían participado en los Juegos Olímpicos”, mantuvo.
Ese fue el caso literal de Margaret Abbott, la primera mujer estadounidense en ganar un evento en unas Olimpiadas.
El 4 de octubre de 1900, Abbott y otras nueve mujeres más, cinco francesas y otras tantas estadounidenses, participaron en un campeonato de golf en un campo ubicado 80 kilómetros al norte de París. Tras nueve hoyos, Abbott fue declarada ganadora con 47 golpes.
En vez de una medalla (la tradición olímpica de la entrega de medallas comenzó en las siguientes Olimpiadas en San Luis cuatro años después), a Abbott le dieron un cuenco. La gloria deportiva también le pasó de largo: la participación de Abbott en París 1900 no se certificó hasta la década de los ochenta del siglo pasado, alrededor de treinta años después de que Abbott hubiera fallecido en 1955.
No sé me ocurre una mejor forma para deciros adiós.
París 2024 nos espera dentro de apenas tres años.
Aunque a algunos, como siempre, la gloria nos pasará de largo una vez más.