¿Cuál es la mejor canción de la historia con referencias beisbolísticas?
(Este texto corresponde a la sección de Tesis, que incluye textos razonados que responden a una pregunta como punto de partida para emitir una conclusión argumentada)
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Punto de partida
La primera temporada en la Major League Baseball de los New York Mets, en 1962, no es especialmente recordada por sus resultados deportivos (los neoyorquinos ganaron 40 partidos y perdieron 120), sino por una anécdota que sucedió entre dos de los jugadores que habían seleccionado en el draft de expansión. Se trata, en efecto, de Richie Ashburn y de Elio Chacón. El primero de ellos fue un jardinero central que tuvo una trayectoria hall of famer que cimentó especialmente en los Philadelphia Phillies antes de terminar su carrera en los Chicago Cubs y ese último año en los Mets. Por el contrario, la experiencia en Las Mayores del segundo de ellos, un campocorto y segunda base venezolano, fue efímera: un par de temporadas en los Cincinnati Reds y esa solitaria campaña en los Mets. Allí, sobre el césped del mítico Polo Grounds, que fue demolido un par de años después, Ashburn y Chacón se encontraron con un problema inesperado: la barrera idiomática. Chacón, el séptimo jugador de la historia de Venezuela en alcanzar la MLB, apenas hablaba inglés, por lo que en alguna que otra ocasión, cuando ambos jugadores miraban al cielo en busca de la bola que había salido al aire desde el bate del rival y pese a que Ashburn gritaba de forma recurrente “I got it”, terminaron chocando entre sí. Para solucionarlo, alguien tuvo una idea: el veterano jardinero central aprendió a decir en castellano “I got it”, es decir, “Yo la tengo”. De tal modo, cuando Chacón oía a su compañero decir la frase “Yo la tengo” detenía la carrera que estaba realizando hacia la bola despedida en el aire y no terminaban chocando. La solución funcionó a la perfección, salvo un día en el que Frank Thomas, que acababa de llegar a los Mets desde los Milwaukee Braves, escuchó decir a Ashburn “Yo la tengo” y, como no tenía ni idea de castellano, fue el que terminó chocando con el propio Ashburn. Cuentan que al final del encuentro Thomas le preguntó a Ashburn “What the heck is a Yellow Tango?” (“¿Qué demonios es un Tango Amarillo?”; su pronunciación es similar a “Yo la tengo”), pero lo más seguro es que se trate de una anécdota maravillosa, pero apócrifa.
Mientras, bastantes años después, en 1984, en Hoboken, la ciudad de New Jersey que solamente el río Hudson separa de New York, Ira Kaplan y Georgia Hubley fundaron un magnífico grupo de música. Quizá lo hayáis escuchado alguna vez u os suene su nombre, que proviene de una anécdota protagonizada por un par de jugadores de los Mets, el equipo de béisbol del que es aficionado desde niño el propio Ira Kaplan. Sí, claro, la banda de Kaplan y Hubley, que todavía continúa existiendo en la actualidad, se llama, obviamente, Yo la tengo.
Cantaban Simon & Garfunkel en su himno Mrs. Robinson aquello de “Where have you gone, Joe DiMaggio? A nation turns its lonely eyes to you” (¿Dónde te has ido, Joe DiMaggio? Una nación gira sus ojos solitarios hacia ti”) y de ahí procede, precisamente, el punto de partida de este texto: el béisbol ha sido una temática recurrente en la creatividad de los músicos, pero ¿cuál es la mejor canción de la historia con referencias beisbolísticas?
Canciones desechadas
Take Me Out To The Ball Game: el tema con música de Albert Von Tilzer y letra de Jack Norworth es la canción por excelencia del béisbol, la que todos los aficionados cantamos durante el descanso entre las dos partes de la séptima entrada pese a que ni Norworth ni Von Tilzer habían acudido nunca a un partido de béisbol cuando la compusieron. Pero no pasa nada, ya lo dice su propia letra: “No me importa si nunca regreso”.
Centerfield: otra de las canciones más conocidas en el béisbol, otro himno, esta vez a cargo de John Fogerty, exfundador de la Creedence Clearwater Revival. La letra está plagada de referencias al béisbol y, en concreto, a algunos de los jardineros centrales más míticos de la historia, como Willie Mays, Ty Cobb y Joe DiMaggio, el jugador que el propio Fogerty idolatró en su niñez cuando todavía no había equipos en la costa Oeste de Estados Unidos (los Giants no llegaron a San Francisco hasta 1958), pero DiMaggio, un californiano como Fogerty, era el jardinero central de los Yankees de New York. “Póngame, entrenador, estoy listo para jugar hoy. Míreme, puedo ser el jardinero central”, palabra de Fogerty.
Major Leagues: en este tema de Pavement, las referencias al béisbol son inexistentes salvo en su recurrente estribillo, pero teniendo en cuenta que Stephen Malkmus, uno de sus fundadores, es un auténtico fanático del béisbol e, incluso, jugaba de segunda base en un equipo de sóftbol en Portland, no se puede obviar que los lanzadores y los bateadores rondaran por su cabeza cuando escribió esta canción.
Did You See Jackie Robinson Hit That Ball?: en la versión de finales de la década de los cuarenta, Woodrow Buddy Johnson & Count Basie nos cuentan una y otra vez que “Sí, chaval, sí, sí, Jackie golpeó esa bola” en una animosa composición de big band repleta de referencias a otros grandes beisbolistas afroamericanos, como los melosos Satchel Paige y Roy Campanella.
Foto: Associated Press
The Greatest: la canción de Kenny Rogers que supuso el regreso a las listas de éxitos del intérprete de The Gambler tras varios años alejado de ellas es el relato melancólico de un niño pequeño que no deja de intentar batear una bola de béisbol mientras “no pone excusas, no muestra miedo, simplemente cierra los ojos y escucha los vítores”.
Ty Cobb: más allá de llevar por título el nombre y apellido de la primera gran leyenda de los Detroit Tigers, esta canción no tiene nada que recuerde al béisbol, pero, qué narices, para los que escuchábamos este tipo de música mediada la década de los noventa siempre está bien meter en cualquier parte tantos años después un tema del tristemente fallecido Chris Cornell y compañía.
Glory Days: como muchos estadounidenses, Bruce Springsteen jugó de pequeño en la Little League Baseball y en esta canción, una de las más reconocidas de su álbum Born in the USA junto con la canción que da nombre al disco y Dancing in the dark, recuerda con una sonrisa aquellos días de gloria en el instituto: “Tenía un amigo que era un gran jugador de béisbol en la escuela secundaria, él podía lanzarte esa bola rápida que te hacia quedar como un chico idiota”, empieza cantando.
Dream Of Mickey Mantle: Además de ser productor de Taylor Swift, St. Vincent o Lana del Rey, Jack Antonoff es el cantante y líder de Bleachers, la banda que canta “Mickey Mantle falleció el domingo y todo el vecindario se apresuró a su casa a rezar” en esta preciosa canción porque, según reconoció en una entrevista el propio Antonoff, el fallecimiento de la leyenda de los Yankees, el último día del mes de agosto de 1995, fue su primera experiencia con la muerte.
Go Cubs Go: Ya sabéis lo que ocurre: Steve Goodman empieza a cantar eso de “La temporada de béisbol está en marcha. Bueno, será mejor que te prepares para un nuevo día. Hey, Chicago, ¿qué dices? ¡Los Cubs van a ganar hoy!” y Wrigley Field se viene abajo celebrando un nuevo triunfo del equipo chicagüense. Y más todavía si es el año 2016 y los Cubs ganan las World Series. En pocas palabras: Go Cubs Go es la canción que mejor define un estado de ánimo y a toda una afición.
René: el puertorriqueño Residente se abrió completamente en esta impactante canción autobiográfica y, evidentemente, no podía faltar el gran sueño que tuvo cuando era niño, es decir, ser jugador de béisbol. De hecho, las referencias al béisbol son recurrentes a lo largo de los más de siete minutos que dura la composición, ya sea en “Desde pequeño quería ser beisbolista, no llegué, así que aprendí a batear hits por encima de una pista”, en “se apagaron las luces en el parque de pelota”, en “Las peleas con mi padrastro cuando perdía el control las resolvía con él viendo un partido de béisbol” o en “a cuando me llamaban para jugar, a cuando rapeaba sin cobrar, quiero sacar las cartas de pelota del envase, volver a robarme segunda base”.
Ode To The Mets: Julian Casablancas, cantante de The Strokes, es aficionado de los Mets desde que era pequeño, así que The new abnormal, el último disco hasta la fecha de los neoyorquinos, se cierra con esta oda a su equipo favorito y que Casablancas comenzó a escribir en el andén de la parada Mets - Willets Point de la línea 7 del metro de New York cuando se disponía a regresar a su casa desde el City Field tras la derrota de los Mets contra los San Francisco Giants en el partido de Wild Card de la Liga Nacional del año 2016.
Say Hey (The Willie Mays Song): esta canción de The Treniers es otra de las composiciones que recuerda, a base de sonido orquestral, al béisbol más clásico, el béisbol plagado de historias y mitos que llenó de talento a los creadores de contenido. Con permiso de Babe Ruth, Willie Mays ha sido el mejor beisbolista de la historia, así que no es de extrañar que The Treniers cantaran que “ese chico de los Giants es genial” porque “cuando golpea la pelota hace tiempo que se fue” y “su gorra se vuela cuando él pasa por la tercera base”.
Foto: Associated Press
3rd Base, Dodger Stadium: Chávez Ravine, el duodécimo disco de Ry Cooder, está dedicado por completo a la comunidad mexicano-estadounidense del mismo nombre que fue desalojada en la década de los cincuenta durante la construcción del Dodger Stadium. “Y si quieres saber de dónde viene un chico local como yo, tercera base, Dodger Stadium”, sentencia Cooder al principio del tema.
Ichiro’s Theme: Ben Gibbard, cantante de Death Cab for Cutie, publicó en solitario este homenaje al imperecedero Ichiro Suzuki, uno de sus jugadores favoritos de la historia de los Seattle Mariners, el equipo del que es aficionado. Como canta Gibbard y el beisbolista japonés demostró cada día a lo largo de tantos años, “en cualquier momento, él [Suzuki] puede volar tu mente por completo”.
Catfish: el mismísimo Bob Dylan le compuso esta canción a Catfish Hunter cuando el lanzador cambió los Oakland Athletics por los New York Yankees a mediados de la década de los setenta. “Catfish, hombre de un millón de dólares, nadie puede lanzar la pelota como Catfish”, resume en el estribillo.
Talkin’ Baseball: obra de Terry Cashman y con los acordes de Take Me Out To The Ball Game como introducción, se trata de otra de las canciones más reconocibles del béisbol, versión incluida en The Simpsons para finalizar el mítico capítulo de Homer at the bat. “Los conocían a todos desde Boston a Dubuque, especialmente a Willie, a Mickey y al Duque”, recita Cashman en una composición en la que, además de los citados Mays, Mantle y Duke Snider (dato: los tres jardineros centrales coincidieron en la misma época y en la misma ciudad, New York; Mays en los Giants, Mantle en los Yankees y Snider en los Dodgers), también son nombrados otros jugadores legendarios desde la década de los cincuenta hasta la década de los ochenta como Yogi Berra, Stan Musial, Bob Feller, Hank Aaron, Ted Williams y un larguísimo etcétera.
Joe DiMaggio Done It Again: la unión del cantante inglés Billy Bragg y de la banda chicagüense Wilco para ponerle música a las letras desconocidas de Woody Guthrie dejó tres volúmenes y, en el segundo de ellos, esta canción en la que el sonido del banjo sobresale mientras “Joe DiMaggio lo ha vuelto a hacer”. Porque “parece un ciclón deslizándose, Joe DiMaggio lo ha vuelto a hacer”.
Canciones finalistas
Cubs In Five: en 1995, veintiún años antes de que los Chicago Cubs rompieran su racha de 108 años sin ganar las World Series, John Darnielle, cantante de la banda californiana The Mountain Goats y aficionado del equipo del norte de Chicago, compuso esta preciosa canción lo-fi que abre su EP Nine Black Poppies y que cuenta con un inolvidable estribillo en el que resume a la perfección la confianza absoluta e inexplicable en que ocurran cosas imposibles que tenemos los seres humanos cuando nos enamoramos perdidamente. O como canta Darnielle: “Y los Chicago Cubs vencerán a todos los equipos de la liga. Y los Tampa Bay Bucs llegarán hasta enero. Y te amaré de nuevo. Te amaré como solía hacerlo. Te amaré de nuevo. Te amaré como solía hacerlo”.
All the way: Ernie Banks, la leyenda de los Chicago Cubs, le pidió al gran Eddie Vedder, hincha acérrimo desde su niñez del conjunto chicagüense, que le dedicara una canción a la franquicia del norte de la ciudad más importante de Illinois y el líder de Pearl Jam le respondió componiendo la mejor canción de la historia sobre un club deportivo. All the way son casi cuatro minutos que resumen a la perfección los sentimientos que se despiertan en un ser humano cuando es aficionado de un equipo y que, además, en este caso concreto, se elevan hasta su máxima potencia al tratarse de un equipo que, cuando Vedder compuso el tema, llevaba ya la friolera de ¡¡100 años!! sin ganar Las Mayores. Por eso, Vedder nos recuerda que “no dejes que nadie diga que es sólo un juego”, ya que “cuando llegue el día con esa última carrera ganadora y esté llorando y cubierto de cerveza, miraré al cielo y sabré que tenía razón pensar que algún día llegaremos hasta el final”. Y, sí, ese día llegó, por fin, en Cleveland, el 2 de noviembre del 2016. Por cierto, apenas unos meses antes, en agosto de ese mismo año, Vedder cantó la canción en el propio Wrigley Field en los dos conciertos que hicieron Pearl Jam allí y si todavía no habéis visto nunca ese momento no sé a qué estáis esperando.
Foto: Sports Illustrated
Canción ganadora
En conclusión, ¿cuál es la mejor canción de la historia con referencias beisbolísticas?
Mi respuesta es: Piazza, New York Catcher, de Belle & Sebastian.
En primer lugar, por lo que esa canción supone para el grupo de Glasgow a lo largo de toda su trayectoria: aparecida en el año 2003 como canción número 4 de su espectacular disco Dear catastrophe waitress, su cuarto álbum de estudio en siete años de trayectoria y el primero que publicaron tras hacer la banda sonora de la película Storytelling de Todd Solondz, ese tema es un punto y aparte, en concreto, en ese trabajo y, también en general, a lo largo de su discografía. Por un lado, en ese disco, Belle & Sebastian grabó por primera vez lejos de los CaVa Studios de su ciudad y se fueron hasta Londres para trabajar con Trevor Horn, que dio al disco un sonido alejado del habitual lo-fi folk inicial de los escoceses, más pop, más brillante, más metálico, más refinado. Sin embargo, Piazza, New York Catcher supone una anomalía en todo ese nuevo sonido, una reminiscencia de su pasado, ya que fue la única canción que se grabó, como antes, en Glasgow, con solamente Stuart Murdoch cantando y tocando la guitarra. Por otro lado, la letra de Murdoch es también atípica, diferente a los parámetros más habituales de Belle & Sebastian, puesto que es una letra directa, alejada de la ambigüedad que siempre acompaña a las letras de las canciones de los escoceses.
Precisamente, eso, que sea tan directa, es lo que la convierte en la mejor canción de la historia con referencias beisbolísticas: Piazza, New York Catcher no es más que un ensalzamiento del amor más inocente y embriagador, más irreflexivo y caprichoso, el que nos lleva a hacer locuras alrededor del mundo. En el caso de Murdoch, escaparse hasta San Francisco con una chica (Marisa Privitera, su futura esposa) para ir a un partido de béisbol de los Mets, el equipo al que se aficionó a finales de los noventa cuando un amigo suyo le llevó al Shea Stadium.
Mike Piazza, el jugador de los Mets que más le llamó la atención (“Era un talismán donde iba. Era el tipo de jugador que la gente tiende a seguir y nosotros pensamos que era un buen tipo”, contó una vez en una entrevista en la Rolling Stone), supone la excusa perfecta para que Stuart Murdoch pueda contarnos su oda al amor más espontáneo en tres refrescantes minutos plagados de referencias al béisbol. La primera de ellas es al partido entre los Giants y los Mets y a la falsa historia que sacaron un año antes los tabloides neoyorquinos sobre la sexualidad de Piazza: “San Francisco nos llama, los Giants y los Mets van a jugar, Piazza, catcher de New York, ¿eres heterosexual o gay?”, canta Murdoch. La segunda es al enclave del partido y a los imprevistos que se crean en los planes no organizados: “Pasamos el rato por el estadio, no tenemos donde quedarnos”. La tercera es a la calidad de Piazza y la religiosidad de un lanzador (la estadística de bateo de Piazza corresponde a una de sus temporadas en Los Angeles Dodgers, mientras que, pese a que Murdoch no da el nombre del lanzador en la canción, la mayoría cree que el músico escocés se está refiriendo a Sandy Koufax, el lanzador leyenda de los citados Dodgers): “El catcher batea para .318 y atrapa todos los días. El lanzador antepone la religión y descansa los días festivos, entra en las catedrales y yace postrado en el suelo. Él sabe que la bebida afecta a su velocidad, está orando por una puerta. Regresa a la vida que quiere y la confesión del banquillo. La vida fuera del diamante es una torcedura”. Y la cuarta y última a la estatua de Willie Mays que preside el precioso campo de los Giants: “Nos vemos en la estatua en una hora”.
Todo ello en una canción sin estribillo y de apenas seis versos que, sin pausa, con el sonido de una única guitarra y la voz de Stuart Murdoch, nos cuenta la historia al completo de este amor arrebatado.
De un amor que, en realidad, se parece a uno de esos jonrones que salen disparados desde el diamante del Oracle Park y se ocultan en el agua de la Bahía de San Francisco antes de que los cazadores de bolas que montan en sus piraguas puedan encontrarlas.
Foto: Al Bello / Getty Images
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En este texto he utilizado referencias de Rolling Stone, The Athletic y The Guardian.
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Suelo escribir siempre con música, así que he decidido que voy a poner alguna de las canciones que ha sonado mientras estaba escribiendo el texto. Como, por ejemplo, ésta: