El incomprensible incomprendido, por Rafael González Tejel
(Este texto corresponde a la sección de Firma invitada, que contiene textos deportivos escritos por amigos de la newsletter; en este caso, de Rafael González Tejel, periodista, profesor y crítico cultural)
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Pocos adjetivos para un deportista tan desgastados por el tópico y la mitificación como el de incomprendido. Desde una mansión de Emiratos Árabes Unidos, donde ha fijado residencia tras su retirada, Nicolas Anelka lo hace suyo, mira a cámara y arremete contra el papel que desempeñó la prensa deportiva española durante la polémica temporada que pasó en aquel Real Madrid de Lorenzo Sanz, temporada 99/00. Hay una anécdota que le cayó especialmente mal, cuando fue invitado por el diario Marca a la redacción, le entrevistaron y luego le ofrecieron jugar a la PlayStation. Al día siguiente el periódico bromeó con aquella partida, “el primer gol de Anelka con la camiseta del Madrid”. Otro puñetazo al mentón en aquel imposible encaje en el club y la ciudad. Aquello hirió de verdad su sensible orgullo. De tratar de recomponerlo y de ponerlo por encima de todos aquellos episodios que, como aquel, le dejaron públicamente malparado, trata el documental que acaba de estrenar Netflix, titulado, no podía ser menos, El incomprendido.
La carrera de Anelka es la de aquel futbolista que no llegó a exponer su talento por completo y que fue dando tumbos por países y equipos sin terminar de deshacer la maleta en ningún lugar. Hay poco arrepentimiento tras el visionado de algunas de sus vivencias más polémicas, que las hubo, casi más que clubes a lo largo de su carrera. Sí que hay espacio para explicaciones y largos rodeos que en algún caso suenan a justificación de un carácter huidizo, distante y ajeno a los convencionalismos, características, por otra parte, explotadas folclóricamente y con una alta carga de condescendencia, hay que decirlo, por parte del periodismo deportivo.
La parte central del documental se ocupa en esclarecer lo ocurrido en el Mundial de 2010 en Sudáfrica, cuando los jugadores franceses se amotinaron y se negaron a entrenar. Aunque ya había hecho las maletas, sobre Anelka recayó el tonelaje de tal decisión. Había sido expulsado de la concentración por un incidente previo con el seleccionador Raymond Domenech sobre el que hasta este documental había guardado silencio. Sus compañeros no titubearon y se posicionaron a su favor. Ya con las dos versiones al descubierto, la suya y la de Domenech, Anelka sale exculpado de lo sucedido y el que queda en mal lugar, como un vulgar manipulador, es el que fuera entrenador de Les Bleus. El documental funciona así de lavado de imagen para Anelka, sin que en otros potentes conflictos reflejados –negarse a entrenar con el Real Madrid, lo que le costó una suspensión de empleo y sueldo por 45 días, o aquella celebración de un gol con un gesto antisemita- haya un atisbo de asunción de errores más allá de una inmadurez juvenil de la que nadie, no solo el francés, es libre.
Familia y amistades, tanto del fútbol como externas, complementan las intervenciones de un Anelka que habla casi en susurros, como una especie de filósofo aristotélico de vuelta de todo. El aficionado general encontrará poco interés en este producto, hay extraños saltos temporales en el recorrido por su trayectoria y no hay mención alguna a su paso, por ejemplo, por el Fenerbahçe turco, donde él mismo afirmó cambiar y renacer (“ahora soy más sabio”), ni por otros enclaves tan exóticos en lo futbolístico como Shanghai. Es detectable también una insistencia algo cansina e innecesaria en el deseo de elaborar un idílico retrato familiar alrededor suyo, que solo encuentra valor en ese viaje a sus orígenes familiares en Martinica, departamento francés en ultramar en el que la mayoría de sus habitantes son descendientes de esclavos traídos de África. Se perfilan temas de interés que no terminan de abordarse, como los lazos irrompibles entre aquellos colegas de calle y aula que crecieron en la misma banlieue de París, Trappes, como el actor Omar Sy –el de Intocables-, o con otros como Thierry Henry, defensor a ultranza de su viejo partenaire del centro de formación Clairefontaine, aquella fábrica que todavía sigue siendo vivero de magníficos futbolistas. El suburbio otra vez forjando amistades que sobreviven a los años y los pesares. Hay cierta reivindicación de pertenencia y orgullo de clase cuando Anelka, y ahí está certero, se refiere al trato que recibía el grupo de gente del que se rodeó durante su carrera. Hermanos y antiguos amigos del barrio, calificados por la prensa casi como un grupo de pandilleros, en una denominación claramente despectiva. Estos condicionantes, junto a su timidez congénita, fueron forjando alrededor suyo inseguridades varias y una coraza intraspasable ante todo lo relacionado con lo mediático, terminando por moldear lo que John Carlin definió como el jugador más raro y enigmático nunca visto.
Anelka dejó incidentes a su paso, multitud de sellos en su pasaporte y también una Champions con participación destacada y goles de bella factura que presagiaban lo que nunca llegó a ser. Quizá demasiado poco, o puede que suficiente, para quien tantas expectativas levantó en aquel inicio de siglo, cuando apuntaba a marcar una época dadas esas condiciones físicas y técnicas innegables que le llevaron a ser el fichaje más caro de la historia del madridismo. Hoy recuerda una trayectoria de refriegas, títulos y errores haciendo un último requiebro mientras juega en la arena de las playas de Dubai con sus hijos, plantea iniciar una trayectoria como entrenador y se mesa la barba al borde de una espectacular piscina. Siempre incomprendido, menos por la cuenta bancaria.
Foto: Netflix
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Recomendaciones
La editorial de Pepe Rodríguez en el inicio de la sección PepeFútbol de su pódcast PepeDiario del pasado 15 de septiembre sobre las estrellas balompédicas que no quieren renunciar a la parte de su sueldo que les falta por cobrar cuando sus equipos quieren desprenderse de ellos y las razones por las que deberíamos defender la decisión de esos jugadores (€ y hasta el minuto 11).
El análisis de Juanma Rubio en Diario As sobre el fracaso perpetuo del proyecto de los Houston Rockets cuando llegan los playoffs de la NBA.
Suelo escribir siempre con música, así que he decidido que voy a poner alguna de las canciones que ha sonado mientras estaba preparando esta entrada con texto de Rafael González Tejel. Como, por ejemplo, ésta: