(No tenía pensado escribir sobre esto porque no creo que tenga nada que aportar al respecto y, como me imagino que ya sabéis si seguís habitualmente esta newsletter, no soy de esa clase de personas que se muestra partidaria de que todas las personas tengamos que tener y manifestar una opinión sobre todas las cosas las conozcamos o no, de hecho, mi pensamiento suele ser el contrario; así que os pido perdón de antemano por lo que vais a leer a continuación).
Al poco de llegar a vivir a Chicago, mi mujer y yo íbamos una tarde paseando por una acera del Uptown cuando un joven afroamericano que estaba andando enfrente de nosotros levantó su mano derecha, simuló que la convertía en una pistola e hizo el gesto de disparar directamente hacia mí. Completamente en silencio, mi mujer y yo aceleramos el paso hasta cruzarnos con él, sin mirarle y luego sin mirar atrás, y no nos detuvimos hasta llegar a una playa del lago Michigan. Allí, nos dimos cuenta de lo que en realidad había ocurrido: yo llevaba puesta mi camiseta con la escarapela aeronáutica de la Fuerza Aérea Británica (RAF) o, dicho de otro modo, con el logotipo de la famosa diana de los mods y aquel joven afroamericano, al contrario de lo que yo interpreté como una amenaza de muerte, no hizo nada más que simular, divertido, que disparaba a la diana de mi camiseta.
No niego que su broma fue de mal gusto, pero tampoco que el miedo ante lo nuevo y desconocido aumentó mi reacción: si eso mismo me hubiera ocurrido unos meses después, estoy seguro de que nuestra reacción habría sido menos dramática.
En realidad, creo que yo no entendí de verdad qué era el racismo hasta que viví en los Estados Unidos. Desde pequeño, me relacioné con normalidad con las escasas personas de otras razas que había en mi ciudad, con total naturalidad. Además, mi mujer desarrolla desde hace años su trabajo con gente de otras razas y en nuestro periplo estadounidense su trabajo también era con personas de otras razas, por lo que, sinceramente, no creo que ninguno de los dos perdiéramos mucho tiempo en preguntarnos las razones por las que alguien quizá no entienda que su jefa pudiera ser afroamericana o que la persona de recursos humanos que nos recogió en el aeropuerto y de largo más nos ayudó en nuestra llegada también lo fuera o que las compañeras de trabajo con las que más tiempo pasó mi mujer fueran una asiática y otra afroamericana o que fuéramos a fiestas a casas de hispanos o que un afroamericano nos pidiera jugar con él en unos recreativos porque estaba él solo y acabáramos cenando con él en un restaurante mexicano o lo que fuera.
En teoría, nada de eso debería importar un comino, pero en Estados Unidos todo eso es más complicado, motivo suficiente para que otras personas de tu misma raza te digan que tienes que tener más cuidado con lo que haces y, sobre todo, con la clase de gente con la que lo haces.
Es algo que las personas que llegamos desde fuera entendemos pronto, cuando no ves a ningún afroamericano viviendo en tu barrio o de repente tu mujer y tú sois las dos únicas personas blancas en ese vagón de metro lleno de afroamericanos camino de Hyde Park o a tu mujer su empresa la obliga a contratar un servicio de Uber que le deje en la misma puerta y le prohíbe usar transporte público para ir al sitio en el que tiene que hacer su formación, a poco más de un kilómetro al oeste del United Center, pero en East Garfield Park, un barrio que, como bien te dejan claro, es poco o nada recomendable.
Estados Unidos, una nación creada por y para blancos protestantes, es racista, completamente racista. Sin ir más lejos, Chicago, la ciudad del matrimonio Obama y de Oprah Winfrey, la ciudad en la que los demócratas ganan la alcaldía desde 1931, es un ejemplo magnífico de ello: si bien es una de las ciudades más diversas de todo Estados Unidos (según un estudio de la Universidad de Brown basándose en los datos del US Census Bureau del año 2010, es la séptima ciudad más diversa de entre las cien ciudades más pobladas del país con un 33% de población afroamericana, un 32% de población blanca y un 29% de población hispana) es también, según ese mismo estudio y seguida de Atlanta y Milwaukee, la ciudad más segregada, una ciudad en la que cada raza vive en sus barrios sin relacionarse entre sí, unos al norte del Loop (los blancos) y otros al sur (los afroamericanos).
No en vano, diversidad y segregación no son más que dos términos que de forma recurrente se utilizan erróneamente y se malinterpretan para intentar esconder lo obvio: el racismo.
En Estados Unidos, los datos avalan esa tesis: si naces en una familia afroamericana tus posibilidades de ser pobre, no ir a la universidad y terminar en la cárcel se multiplican exponencialmente. Es decir, tu vida está ya marcada desde su inicio por tu raza.
Por ejemplo, en el año 2018, del total de estudiantes universitarios, el 56% eran blancos y el 14% eran afroamericanos. Si lo comparamos con el año 1980, vemos que el porcentaje de estudiantes blancos ha bajado del 83% al 56%, pero, sin embargo, el porcentaje de estudiantes afroamericanos únicamente ha crecido en esas casi cuatro décadas del 10% al 14%.
Mientras, según el Departamento de Justicia estadounidense, de los 1.439.808 reclusos que estaban cumpliendo condenas en el año 2017, un 33% del total eran afroamericanos (475.900), mientras que un 30% eran blancos (436.500). La cifra que realmente llama la atención, en cualquier caso, no es esa, sino la siguiente: según el estudio del US Census Bureau de ese año 2017, el 73% de la población estadounidense era blanca, mientras que únicamente el 13% era afroamericana. La proporción de reclusos de una y otra raza parece, como mínimo, ampliamente discordante: en ese 2017, 1.549 afroamericanos de cada 100.000 estaban en la cárcel, mientras que la cifra era de 272 blancos de cada 100.000.
Ese estudio del Departamento de Justicia estadounidense es también interesante porque sirve para destrozar mitos que un amplio número de norteamericanos blancos y protestantes suele defender con rabia, como que los afroamericanos son más propensos a los delitos sexuales y al consumo de drogas: la cifra de reclusos afroamericanos por delitos de drogas y violaciones o asaltos sexuales suponía en ese estudio del año 2017 un 8% por delitos de droga y un 14% por delitos sexuales, mientras que la misma cifra en reclusos blancos ascendía hasta el 16% en ambos casos. Asimismo, los reclusos blancos también superaban claramente a los afroamericanos en delitos contra la propiedad (24% contra 14%), siendo los delitos por asesinato y sobre todo por robo (¿curiosamente?) los delitos en los que los reclusos afroamericanos superaban con creces a los reclusos blancos (16% por asesinato y 19% por robo contra un 10% y un 7%, respectivamente).
Estoy en contra de que los afroamericanos estén saliendo estos días a la calle en Estados Unidos porque no creo que haya peor momento que este en un país castigado gravemente por el desempleo (he ahí una clave de esas protestas también) y que, debido a esta situación descontrolada, también va a ver peligrosamente en las siguientes semanas un nuevo repunte de casos de coronavirus (hasta el momento, por si fuera poco, ya se han contagiado 1.811.277 estadounidenses y han muerto 105.147 de ellos) y, sin embargo, lo entiendo y estoy completamente a favor de su reclamación.
Nunca he sentido tan de cerca el racismo como cuando viví en Estados Unidos.
Y sobre todo también entiendo las voces que se alzan en apoyo de esos manifestantes desde el mundo del deporte, sean de la raza que sean.
Siempre os suelo decir que la vida es compleja, pero esto no lo es.
En realidad, de hecho, es bastante simple: nadie debería ser tratado de forma diferente por su raza, identidad sexual o religión.
Por desgracia, como sociedades llevamos demasiado tiempo ya confundiendo la moral con la ética: nos guiamos por los principios que le hemos atribuido a la primera cuando deberíamos basarnos en la segunda.
Debo decir que no he vivido, o sido testigo de un acto de racismo como los que se ven en muchos países. Acá en Cuba el racismo se manifiesta de manera diferente...mediante esteriotipos. Las personas negras son vistos aún como buenos para el deporte, la música, el baile. A pesar de la gran cantidad de profesionales que existen en las ciencias, la educación, e incluso en altos puestos de gobierno, de hecho, el Presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, es negro.
Sin embargo, como dije, aún persiste en el pensamiento de gran parte de la población de que:
un buen deportista es negro, los mejores bailadores y exponentes de la música popular cubana son negros, y ni hablar de la religión afrocubana. Pero va más allá, si hay un grupo de ladrones o delincuentes, la mayoría tienen que ser negros, y los blancos que que forman parte de este grupo, fueron influenciados por negros.
No he visto actos de racismo en su manera cruda y cruel, es normal en Cuba ver matrimonios interraciales, un negro dirigiendo en una empresa, enseñando en una universidad o dirigiendo el parlamento nacional, pero los esteriotipos,... no han sido fácil de borrar en una población con un grandísimo porciento de negros y mestizos.
Me ha encantado tu artículo, con el que estoy completamente de acuerdo. Yo tampoco entendí lo que era el racismo hasta que estudié en Dallas. Ya desde el principio vi lo que me iba a encontrar, en la misma aduana disfruité de una cálida bienvenida del agente que me registró con rabia, blanco y gordo, quejándose a voces que no entendía cómo yo podía estudiar en su país cuando muchos de sus compatriotas no pueden hacerlo. Pero lo que más me llamó la atención fue la cafetería de mi universidad. Recuerdo que había espacio para los negros (eran pocos, pero tenían el mejor sitio con la zona de butacas y sofás), sitio para los blancos, y sitio para los hispanos. El caso es que no se juntaban unos con otros, y para mi no había sitio porque nadie me consideraba "de los suyos", aunque también es verdad que nunca tuve ningún problema con nadie. En fin, anécdotas que muestran una realidad
Justo ahora mismo en Twitter estaba intentando explicarle a un trufa que me ha escrito eso mismo, Sergio, la sensación de que no se juntan y, además, de no pertenecer a ninguno de esos grupos que se crea con los españoles, que ni 'somos' caucásicos o hispanos o afroamericanos... Me alegro de que te haya gustado el texto. Muchísimas gracias!!
Tengo un lejano recuerdo de la única vez que estuve en USA, en 1995, en Chicago. Recuerdo algunas cosas:
- Nuestro hotel estaba cerca del Loop, a medio camino entre éste y el estadio de los Bulls
- Fuimos al barrio de Oak Park, a ver algunas casas del arquitecto Frank Lloyd Wright pasando, en un autocar alquilado, por diferentes barrios, sin solución de continuidad, de una calle a otra todo cambiaba de aspecto...y la explicación de que con el tiempo aquellas fronteras se iban moviendo, como una duna…
- La sensación de que, sabiendo que entrabas en un sitio y podías gastarte algunos dólares, te trataban de maravilla casi siempre.
- Bajamos con una amiga en autobús de línea hasta el Illinois Institue of Technology, para ver los edificios de Mies van der Rohe, al volver y comentarlo con alguien del hotel, y después de meternos algo de bronca, caímos en la cuenta que durante una parte del trayecto no había en el bus más que personas de raza negra. La persona del hotel no se lo podia creer: -“suerte que ibais sólo dos y no lo han visto como una provocación...”
- Entrar en el vestíbulo de un rascacielos a simplemente observar, el vigilante, negro, con traje, mirarnos y decirnos educadamente: -hola. En un momento dado me senté en las amplias escaleras para mirar mejor el techo y, viendo al vigilante venir, comprendí en seguida y me levanté, el simplemente dijo: - gracias.
- Un repartidor en bici, negro, tener un encontronazo con un coche. Llegar un policía y, sin ni siquiera hablar con el conductor, blanco, meterle una bronca al ciclista de agárrate...
- La conversación con un médico español recién llegado: -este país es la leche, ya tengo tres entrevistas de sitios que quieren contar conmigo, sólo hay que empezar y demostrar lo que vales…
Para ir a Oak Park (¡¡me encanta Lloyd Wright!!) y para ir al Illinois Institue of Technology hay que pasar por barrios complicados y peligrosos, por lo que sí, hay que tener bastante cuidado (es decir: la persona del hotel os echó la bronca precisamente por eso). En realidad, como bien dices, si tienes dinero todo es diferente, empezando por el trato. En Estados Unidos, el dinero o su ausencia es un elemento tan xenófobo como la raza. Y luego, caso aparte, es la policía estadounidense: yo tenía mucho miedo a que me detuvieran... y soy blanco. Imagínate cómo debe ser eso para una persona afroamericana con el racismo que existe en USA. Abrazo!
Debo decir que no he vivido, o sido testigo de un acto de racismo como los que se ven en muchos países. Acá en Cuba el racismo se manifiesta de manera diferente...mediante esteriotipos. Las personas negras son vistos aún como buenos para el deporte, la música, el baile. A pesar de la gran cantidad de profesionales que existen en las ciencias, la educación, e incluso en altos puestos de gobierno, de hecho, el Presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, es negro.
Sin embargo, como dije, aún persiste en el pensamiento de gran parte de la población de que:
un buen deportista es negro, los mejores bailadores y exponentes de la música popular cubana son negros, y ni hablar de la religión afrocubana. Pero va más allá, si hay un grupo de ladrones o delincuentes, la mayoría tienen que ser negros, y los blancos que que forman parte de este grupo, fueron influenciados por negros.
No he visto actos de racismo en su manera cruda y cruel, es normal en Cuba ver matrimonios interraciales, un negro dirigiendo en una empresa, enseñando en una universidad o dirigiendo el parlamento nacional, pero los esteriotipos,... no han sido fácil de borrar en una población con un grandísimo porciento de negros y mestizos.
Muy interesante esto que cuentas de Cuba, Yosbel. Al final, esos estereotipos no dejan de ser, de un modo u otro, una forma de racismo, ¿no? Abrazo!
Exacto!!... Es racismo igual, está allí...conviviendo con la hipocresía.
Me ha encantado tu artículo, con el que estoy completamente de acuerdo. Yo tampoco entendí lo que era el racismo hasta que estudié en Dallas. Ya desde el principio vi lo que me iba a encontrar, en la misma aduana disfruité de una cálida bienvenida del agente que me registró con rabia, blanco y gordo, quejándose a voces que no entendía cómo yo podía estudiar en su país cuando muchos de sus compatriotas no pueden hacerlo. Pero lo que más me llamó la atención fue la cafetería de mi universidad. Recuerdo que había espacio para los negros (eran pocos, pero tenían el mejor sitio con la zona de butacas y sofás), sitio para los blancos, y sitio para los hispanos. El caso es que no se juntaban unos con otros, y para mi no había sitio porque nadie me consideraba "de los suyos", aunque también es verdad que nunca tuve ningún problema con nadie. En fin, anécdotas que muestran una realidad
Justo ahora mismo en Twitter estaba intentando explicarle a un trufa que me ha escrito eso mismo, Sergio, la sensación de que no se juntan y, además, de no pertenecer a ninguno de esos grupos que se crea con los españoles, que ni 'somos' caucásicos o hispanos o afroamericanos... Me alegro de que te haya gustado el texto. Muchísimas gracias!!
Tengo un lejano recuerdo de la única vez que estuve en USA, en 1995, en Chicago. Recuerdo algunas cosas:
- Nuestro hotel estaba cerca del Loop, a medio camino entre éste y el estadio de los Bulls
- Fuimos al barrio de Oak Park, a ver algunas casas del arquitecto Frank Lloyd Wright pasando, en un autocar alquilado, por diferentes barrios, sin solución de continuidad, de una calle a otra todo cambiaba de aspecto...y la explicación de que con el tiempo aquellas fronteras se iban moviendo, como una duna…
- La sensación de que, sabiendo que entrabas en un sitio y podías gastarte algunos dólares, te trataban de maravilla casi siempre.
- Bajamos con una amiga en autobús de línea hasta el Illinois Institue of Technology, para ver los edificios de Mies van der Rohe, al volver y comentarlo con alguien del hotel, y después de meternos algo de bronca, caímos en la cuenta que durante una parte del trayecto no había en el bus más que personas de raza negra. La persona del hotel no se lo podia creer: -“suerte que ibais sólo dos y no lo han visto como una provocación...”
- Entrar en el vestíbulo de un rascacielos a simplemente observar, el vigilante, negro, con traje, mirarnos y decirnos educadamente: -hola. En un momento dado me senté en las amplias escaleras para mirar mejor el techo y, viendo al vigilante venir, comprendí en seguida y me levanté, el simplemente dijo: - gracias.
- Un repartidor en bici, negro, tener un encontronazo con un coche. Llegar un policía y, sin ni siquiera hablar con el conductor, blanco, meterle una bronca al ciclista de agárrate...
- La conversación con un médico español recién llegado: -este país es la leche, ya tengo tres entrevistas de sitios que quieren contar conmigo, sólo hay que empezar y demostrar lo que vales…
Recuerdos vagos de hace 25 años, ay madre…
Para ir a Oak Park (¡¡me encanta Lloyd Wright!!) y para ir al Illinois Institue of Technology hay que pasar por barrios complicados y peligrosos, por lo que sí, hay que tener bastante cuidado (es decir: la persona del hotel os echó la bronca precisamente por eso). En realidad, como bien dices, si tienes dinero todo es diferente, empezando por el trato. En Estados Unidos, el dinero o su ausencia es un elemento tan xenófobo como la raza. Y luego, caso aparte, es la policía estadounidense: yo tenía mucho miedo a que me detuvieran... y soy blanco. Imagínate cómo debe ser eso para una persona afroamericana con el racismo que existe en USA. Abrazo!