La Doyenne: la vieja dama de cuestas empinadas en la que casi nunca sale el sol en un mes de abril en las Árdenas
Y cuando te quieres dar cuenta, La Doyenne, la vieja dama, la más antigua y la más respetada, está de nuevo aquí para recordarte que la primavera ciclista de clásicas de un día se termina para dar paso a las grandes vueltas de tres semanas, desde Italia a España, previo viaje estival por Francia, de los Apeninos a los Alpes, con parada en los Pirineos.
Las leyendas esculpen su nombre en el palmarés del Giro, el Tour o la Vuelta, pero los héroes graban con sus gestas las memorias de los aficionados en, cortesía del periodista francés Albert Baker d’Isy, quien en el año 1949 lo dejó escrito para la eternidad en ‘Ce Soir’, el extinto periódico del Partido Comunista Francés, los «monumentos del ciclismo», las carreras más arraigadas, prestigiosas, complicadas y largas de un solo día. La Milán – San Remo y el Giro de Lombardía, en Italia; la París – Roubaix, en Francia, y el Tour de Flandes y la Lieja – Bastoña – Lieja, en Bélgica, donde el norte flamenco reniega en neerlandés mientras traquetea sobre el pavés adoquinado y el sur valón maldice en francés cuando las paredes empinadas aparecen entre campos agrícolas.
En ese sur belga, en Valonia, en el corazón de las Árdenas, entre colinas, se disputa, desde que el periódico ‘L’Express’ la creara en 1892 con carácter amateur, la citada Lieja – Bastoña – Lieja, el monumento más antiguo, el que tiene un perfil de dientes de sierra, el que favorece a los escaladores, a los valientes que atacan y a los grandes campeones por sus numerosas, duras y cortas cuestas, alrededor de una decena de ellas, con la Côte de La Reodute cumpliendo con su papel protagonista en el imaginario colectivo, casi todas situadas estratégicamente en la parte clave de la carrera, en los últimos cien kilómetros, cuando los ciclistas ya han dado la vuelta en Bastoña, dirección norte, de nuevo hasta Lieja.
La vieja Lieja – Bastoña – Lieja, la prueba que recorre praderas para terminar en una estampa industrial, el monumento más exigente físicamente, con continuas aceleraciones, sin apenas tramos para recuperar, una carrera que se gana por eliminación. Y que pone fin al tríptico de clásicas en las Árdenas, tres exámenes de extenuación en apenas siete días, la Amstel Gold Race un domingo, la Flecha Valona en miércoles y la Lieja – Bastoña – Lieja al domingo siguiente, bajo el inestable tiempo de primavera.
Porque en el mes de abril en las Árdenas, en el sur de Bélgica, igual te llueve o te diluvia o te nieva o te hace cero grados de temperatura o te sopla un viento tempestuoso o te sale el sol… Bueno, la verdad es que el sol casi nunca aparece en un mes de abril en las Árdenas.
Foto: Nieve y Lieja, el binomio del mes de abril. (WielerMonumenten/Philippe Vandenbergh)
El ciclista que se orinó en sus propias manos para calentarse
En la edición de 1919, por ejemplo, la lluvia glacial que empezó a caer sobre los ciclistas obligó a detener la carrera. La salida se había dado a las 8 de la mañana y, tras la reanudación, el primero de ellos, el belga Léon Devos, no cruzó la meta hasta las 17:30 horas. Junto a él, solamente otros cinco ciclistas completaron el recorrido, aunque no recibieron aplausos: cuando llegaron, en la meta apenas había ya espectadores.
En 1957, en cambio, la nieve reemplazó a la lluvia. La carretera se encontraba completamente blanca y el frío era tan desagradable que Gérard Saint, el ciclista francés, decidió detenerse y orinarse en sus propias manos para poder entrar en calor.
Aunque para referirse a la nieve y a la Lieja – Bastoña – Lieja, directamente hay que centrarse en la épica edición de 1980, que los comentaristas de televisión denominaron lacónicamente “Nieve – Bastoña – Nieve”. La tormenta siberiana caída durante la carrera, primero de nieve y, en la parte final, ya de lluvia, apenas dejó ver a los ciclistas, que fueron bajándose de la bicicleta en oleada: a lo largo de la primera hora de la prueba, la media fue de un ciclista retirado por minuto. «A este paso no tendremos ninguna carrera», llegó a decir por la radio un miembro de la organización. Al final, 21 de los 174 ciclistas que salieron de Lieja cruzaron la meta final, entre ellos, Bernard Hinault, quien ganó la prueba en solitario a pesar de que antes de llegar a Bastoña ya le había dicho a Maurice Le Guilloux, el único compañero del equipo Renault-Gitane que le quedaba, que quería abandonar. De hecho, Hinault, cinco veces ganador del Tour y triunfador en la Lieja – Bastoña – Lieja en dos ocasiones, odiaba las clásicas belgas con todas sus fuerzas. «Decidí que lo único que podía hacer era correr lo más fuerte que pudiera para mantenerme caliente», mantuvo sobre su victoria en 1980. Una victoria que recordaría durante mucho tiempo: cruzó la meta sin sentir los brazos y tardó semanas en recuperar la movilidad de dos de los dedos de su mano derecha.
Foto: Hay un ogro belga que lo ganó todo. (Road Journal)
En cualquier caso, no se puede escribir sobre los monumentos de ciclismo sin citar a los clásicos, a los belgas y, en concreto, a Eddy Merckx. En total, los ciclistas de Bélgica han vencido en 222 ediciones de las cinco clásicas míticas del ciclismo. Le siguen los italianos, a una distancia considerable, con 157. En concreto, en la Lieja – Bastoña – Lieja el dominio también es abrumador: los corredores belgas se han adjudicado 61 de las 109 ediciones disputadas, aunque su dominio ha disminuido en el siglo XXI, cuando solamente Philippe Gilbert, en 2011, y Remco Evenepoel, en las dos últimas ediciones disputadas, han logrado subir a lo más alto del podio.
Evidentemente, Eddy Merckx, el caníbal, el monstruo, el ogro, es el ciclista que en más monumentos ha triunfado. Merckx, el miembro más ilustre del club de los cinco Tours, cuenta con 19 monumentos en su palmarés, entre ellos, cinco ediciones de la Lieja – Bastoña – Lieja, siendo el único ciclista de la historia que se ha adjudicado tres monumentos en un mismo año (en 1969, 1971, 1972 y 1975, siempre con la Lieja – Bastoña – Lieja entre ellos) y que ha ganado todos y cada uno de los cinco monumentos como mínimo en más de una ocasión a lo largo de su trayectoria. Además de él, otros dos ciclistas, belgas, faltaría más, han vencido también en los cinco monumentos en al menos una ocasión: Roger de Vlaeminck (el segundo ciclista con más monumentos, con 11 trofeos) y Rik Van Looy.
Y al igual que Hinault, la leyenda belga también tiene su triunfo en La Doyenne bajo la nieve. Sucedió el domingo 25 de abril de 1971, en una carrera de 251 kilómetros que solamente finalizaron 27 de los 122 participantes y en la que Merckx derrotó al esprint a su compatriota Georges Pintens después de atacar a más de 90 kilómetros de la línea de meta, alcanzar en solitario una ventaja de más de cinco minutos… y sufrir una de las extrañísimas y poco habituales pájaras por fatiga física de su carrera profesional.
A veces, hasta los ogros autómatas también dejan ver su debilidad humana antes de volver a convertirse en monstruos cuando el laurel del éxito se aproxima.
Territorio de Alejandro Valverde… y de las ciclistas holandesas
Desde las 10 horas, 48 minutos y 36 segundos, a una media de 23,32 kilómetros por hora, que tardó el belga Léon Houa en recorrer los 250 kilómetros de la primera edición de 1892 hasta los 41,397 kilómetros por hora que alcanzó Remco Evenepoel de media en la edición del 2022, la Lieja – Bastoña – Lieja, entre sus 205 kilómetros de recorrido en 1946 y los 268,5 kilómetros de 1994, normalmente alrededor siempre de los 260 kilómetros de distancia (258,1 kilómetros el año pasado), suele ser esquiva para los españoles… a excepción de Alejandro Valverde: con cuatro victorias, el exciclista murciano solamente es superado en triunfos por Eddy Merckx.
No en vano, las clásicas italianas han sido más accesibles para los españoles (los tres triunfos de Óscar Freire y los dos de Miguel Poblet en la Milán – San Remo y los otros dos de Purito Rodríguez en el Giro de Lombardia), pero Valverde es sinónimo de éxito en el sur de Bélgica, con cinco victorias también en la Flecha Valona. Al exciclista del Movistar, la Amstel Gold Race, que se disputa en Países Bajos y no en la región de las Árdenas en sí, se le resistió, especialmente en su segundo puesto de 2015, para privarle de una gesta que tan sólo han conseguido Davide Rebellin, en 2004, y Philippe Gilbert, en 2011: ganar en apenas siete días las tres clásicas de las Árdenas (el año pasado, el esloveno Tadej Pogačar rozó la machada… hasta lesionarse en la Lieja – Bastoña – Lieja).
En la categoría femenina, por cierto, ese hito, el de adjudicarse la trilogía de las Árdenas en apenas una semana, también se ha logrado en dos ocasiones, gracias a Anna van der Breggen, en 2017, y a Demi Vollering, el año pasado, dos ciclistas de Países Bajos que confirman la evidencia: en las mujeres, las ciclistas neerlandesas son tan dominantes en los monumentos como los belgas entre los hombres. En concreto, las ciclistas de Países Bajos han ganado 15 monumentos, entre ellos, ocho Tour de Flandes. Tras ellas, en la lista se encuentra también Italia, con cinco victorias.
Precisamente, en la Lieja – Bastoña – Lieja, las ciclistas de Países Bajos han vencido en seis de las siete ediciones que se han disputado hasta la fecha. La excepción fue en el año 2020, el año del COVID-19, la pandemia mundial que obligó a disputar la carrera el domingo 4 de octubre. El triunfo fue para la británica Lizzie Deignan, la única ciclista de la historia, más allá de las Árdenas, que ha conseguido vencer en los tres monumentos del ciclismo femenino que se disputan en la actualidad: París – Roubaix, Tour de Flandes y la Lieja – Bastoña – Lieja.
Sí, la Lieja – Bastoña – Lieja, La Doyenne, la vieja dama, la más antigua y la más respetada, la carrera que pone fin a la primavera ciclista en Bélgica, bajo el inestable tiempo de cualquier mes de abril en las Árdenas. Y es que, como dijo Michele Bartoli, vencedor de cinco monumentos, «Bélgica tiene las mejores carreras del mundo para practicar ciclismo espectacular».
«Estas carreras requieren de todas las habilidades que debe poseer un profesional de primer nivel. Para ganar en Flandes y en Valonia es necesario ser un buen escalador, tener una gran velocidad, habilidad táctica y de posicionamiento, y saber correr con viento fuerte. Hay muchas ocasiones en las que hay que trabajar duro con el viento», prosiguió el exciclista italiano. Y sentenció: «[Giancarlo] Ferretti siempre solía decir que cuando las cosas se ponen difíciles, los fuertes se ponen manos a la obra».
Porque hay que embarrarse en cuestas empinadas en la primavera antes de poder disfrutar de paseos en hermosos días soleados estivales junto al mar.
Pero esa ya es otra historia.