Laettner
I. Ocurrió el sábado 28 de marzo de 1992 en el ya derruido Spectrum de Philadelphia. Quedaban 2.1 segundos de tiempo en la prórroga y su equipo perdía por un punto cuando las cámaras de televisión se centraron en él. Tenía la mirada perdida y sus brazos reposaban por encima de sus rodillas reclinadas. El árbitro le pasó el balón a uno de sus compañeros, que dio dos pasos laterales hacia su derecha por la línea de fondo y lanzó la pelota con su mano derecha a una distancia de 24 metros, hasta la línea de tiros libres. Él saltó al aire y recogió el pase por encima de dos rivales, dio un bote con su mano izquierda, amagó con salir hacia ese lado y, cuando únicamente faltaban cinco décimas, se giró hacia la derecha para lanzar en suspensión el balón a canasta mientras su cuerpo caía hacia atrás y el marcador marcaba la última décima de tiempo del partido.
El balón entró limpiamente en la red del aro y él levantó los dos brazos, se dio la vuelta y comenzó a correr por la cancha antes de que sus compañeros le tiraran al suelo en una celebración espontánea y desmedida.
Los periodistas norteamericanos llamaron a ese tiro The Shot y no tardaron en situar ese lanzamiento a la altura de Michael Jordan, de aquel otro tiro de Dios en el Richfield Coliseum que el propio Dios volvió a mejorar años después en el Delta Center.
Doce años después de esa tarde en Philadelphia, Sports Illustrated decretó ese encuentro como el mejor partido de la historia del baloncesto universitario en Estados Unidos.
Ese mismo año, en 2004, ESPN situó ese lanzamiento en el puesto 17 de su lista de los 100 mejores momentos del deporte en los últimos 25 años (desde 1979 a 2004).
Aquella tarde en el Spectrum, él no falló ninguno de los veinte lanzamientos que realizó a canasta, ya fueran tiros de campo o tiros libres.
Aquel chaval de 22 años que pasó a la historia jugaba en la Universidad de Duke y se llamaba Christian Laettner.
II. Christian Laettner, el único jugador universitario entre aquellos doce hombres, era una extraña excepción en la selección que la USA Basketball ideó para representar a su país en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, en el paso de sus combinados amateurs a sus selecciones profesionales. La denominaron Dream Team (la citada Sports Illustrated fue la primera en llamarla así, en una portada en su revista, el 18 de febrero de 1991) y es sin discusión el mejor equipo de baloncesto que nuestros ojos han visto nunca sobre un parquet. Laettner. David Robinson. Patrick Ewing. Larry Bird. Scottie Pippen. Michael Jordan. Clyde Drexler. Karl Malone. John Stockton. Chris Mullin. Charles Barkley. Magic Johnson.
Se alzaron con la medalla de oro tras vencer sus ocho encuentros y anotar más de 100 puntos en cada uno de ellos. A Angola la derrotaron por 68 puntos. A Croacia, por 33 puntos. A Alemania, por 43 puntos. A Brasil, por 44 puntos. A España, por 41 puntos. A Puerto Rico, en cuartos de final, por 38 puntos. A la Lituania de Sabonis, en semifinales, por 51 puntos. Y de nuevo a Croacia, ya en la final, por 32 puntos pese a los intentos por impedirlo de un genial Drazen Petrovic.
Si cierro los ojos todavía consigo recordar tantos años después todos y cada uno de esos partidos.
No en vano, nunca en mi vida pasé un verano de mi niñez en el pueblo tantas horas delante de un televisor.
No en vano, nunca en mi vida disfruté un verano de mi niñez en el pueblo tanto como aquel inolvidable verano del año 1992.
III. James Harden. Anthony Davis. Damian Lillard. Zion Williamson. DeMar DeRozan. Kevin Love. J.J. Redick. C.J. McCollum. Andre Drummond. Tobias Harris. Eric Gordon. Marvin Bagley. Bradley Beal. D’Aaron Fox. Julius Randle. Paul Millsap. Landry Shamet. No es la lista de los jugadores que representarán a Estados Unidos en el Mundial que comienza esta semana, sino la de los jugadores que han renunciado a vestir los colores de la selección estadounidense desde el pasado mes de julio. A ellos hay que sumarles las ausencias de los lesionados Kyle Lowry, Kyle Kuzma y P.J. Tucker para poder tener por fin la lista definitiva de los que acudirán a China. Harrison Barnes. Jaylen Brown. Joe Harris. Brook Lopez. Khris Middleton. Donovan Mitchell. Mason Plumlee. Marcus Smart. Jayson Tatum. Myles Turner. Kemba Walker. Derrick White.
La lista de ausencias todavía es más amplia y notable cuando se recurre a los primeros 35 nombres que la USA Basketball anunció el año pasado de cara al Mundial de China y a los Juegos Olímpicos de Tokio. Devin Booker. Jimmy Butler. Mike Conley. DeMarcus Cousins (antes de su lesión). Stephen Curry. Kevin Durant (también antes de su lesión). Paul George. Draymond Green. Blake Griffin. Gordon Hayward. Kyrie Irving. Lebron James. DeAndre Jordan. Kawhi Leonard. Victor Oladipo. Chris Paul. Isaiah Thomas. Klay Thompson (también antes de su lesión). John Wall (también antes de su lesión). Russell Westbrook.
Casi nada.
De la lista definitiva, solo Brook Lopez, Khris Middleton y Kemba Walker saben lo que es jugar un All Star de la NBA.
De la lista definitiva, únicamente Harrison Barnes sabe lo que es ganar la NBA (y, en el banquillo, Gregg Popovich y Steve Kerr, claro).
Desde el año 1992 con el Dream Team, solo recuerdo un combinado estadounidense que, por nombres, fuera peor que el de este año: el del Mundial de 1998 en Grecia, al que acudieron jugadores estadounidenses que militaban en Europa y en la CBA (y un par de universitarios) debido al lockout de la NBA.
Esa selección de 1998 consiguió subir al podio con su medalla de bronce porque la selección de Estados Unidos siempre es la mejor y sube al podio, normalmente a lo más alto.
A excepción de la del Mundial del 2002 entrenada por George Karl.
Ese año los estadounidenses fueron sextos.
Y eso que entre sus filas estaban jugadores de la talla de Reggie Miller, Paul Pierce, Elton Brand, Ben Wallace, Shawn Marion, Jermaine O'Neal, Baron Davis o Michael Finley.
Sí, ya sé que todos ellos fueron All Star de la NBA.
A veces con el talento no es suficiente, pero la verdad es que tenerlo ayuda bastante.
Más de lo que solemos creer.
IV. ¿Cuántos de los 25 o 30 mejores jugadores del mundo van a jugar el Mundial? ¿Antetokounmpo? ¿Jokic? ¿Mitchell? ¿Kemba? No me salen muchos más (en realidad, no me sale ninguno más).
En cualquier otro deporte esa situación sería impensable en un campeonato del mundo.
La FIBA ha conseguido por fin su objetivo de tener la peor competición de selecciones de la historia.
Disfrutemos de su estropicio.
Siempre lo hacemos.
Pese a todo.
Por eso en la FIBA nunca cambia nada.
Y cuando cambia, suele ser a peor.
Ni siquiera sé si es mejor lo primero o lo segundo.
Posiblemente, la respuesta sea muy sencilla: ambas situaciones son terriblemente malas.
Por suerte, ya sólo queda un año de espera para los Juegos Olímpicos.
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