La droga de la alucinación
(Este texto corresponde a la sección de Historias, que entremezcla efemérides, curiosidades, leyendas, hechos, sucesos, partidos y deportistas a lo largo de una narración)
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I. En una ocasión, Dock Ellis se apostó un filete chateaubriand con su compañero de equipo Kurt Bevacqua a que sería capaz de dar un pelotazo a los nueve jugadores de la alineación titular de los Cincinnati Reds, la gran máquina del béisbol que rivalizó con los Pirates en el primer lustro de la década de los setenta: los de Pittsburgh se adjudicaron las Series Mundiales en 1971, pero cedieron ante la escuadra de Ohio en las series por el campeonato de la Liga Nacional de 1970, 1972 y 1975. “Voy a golpear a esos hijos de puta”, aseguró, intimidante, Ellis antes de subirse al montículo del Three Rivers Stadium el miércoles 1 de mayo de 1974. Primero, dio a Pete Rose en el costado. Después, acertó a Joe Morgan en el riñón. A continuación, conectó con la espalda de Dan Driessen. Más tarde, concedió una base por bolas a Tony Pérez. Por último, intentó dar dos veces en la cabeza de Johnny Bench antes de que Danny Murtaugh, su entrenador, le retirara del encuentro.
Campeón de las citadas Series Mundiales de 1971 con los Pirates, una vez All-Star, comeback player of the year de la Liga Americana con los Yankees en 1976, Dock Ellis fue un icono del deporte estadounidense en los setenta, un jugador capaz de acumular 138 victorias en doce temporadas, alto, bocazas, feroz, extravagante, franco, bromista, controvertido, polarizante y que, en palabras de uno de sus compañeros de equipo, no tenía “miedo a nada”.
De hecho, fuera del campo infundió tanto respeto como aquel día ante los Cincinnati Reds: luchó por los derechos de los jugadores afroamericanos, atacó el racismo institucionalizado del deporte y defendió abiertamente el uso de las anfetaminas, que él utilizó en todos y cada uno de los encuentros que disputó a lo largo de su trayectoria en Las Mayores.
Foto: Getty Images
II. Un inciso: en la década de los sesenta y los setenta, las anfetaminas, conocidas como greenies o bennies, al igual que la cocaína o el alcohol, no solamente estaban aceptadas en el béisbol profesional estadounidense, sino que se encontraban expuestas a puñados en el vestuario de cualquier equipo de Las Mayores. Las épocas, ya sabéis, no son estancos herméticos que se repiten en el futuro de manera imperturbable. “A decir verdad, no recuerdo mucho de las temporadas 1969 y 1970”, reconoció años después el propio Ellis, que bebió su primer trago de vodka cuando era niño y, ya como profesional, solía tomar entre cinco y doce pastillas de 15 miligramos de Dexamyl antes de jugar. En cualquier caso, su lista de drogas, que él mismo detalló en un ejercicio que le mandó hacer su terapeuta en una clínica de desintoxicación, fue más amplia: anfetaminas, alcohol, barbitúricos, cocaína, marihuana, heroína (una vez, inhalada) y dietilamida de ácido lisérgico, es decir, LSD, la droga de las alucinaciones.
III. El jueves 11 de junio de 1970, la expedición de los Pittsburgh Pirates llegó a San Diego. Dock Ellis alquiló un coche y se fue hasta su ciudad natal, Los Ángeles, alrededor de 200 kilómetros más al norte. Mientras conducía, el pitcher de los Pirates se tomó un ácido. Después, ya colocado, se presentó en casa de Mitzi, la novia de Al Rambo, uno de sus mejores amigos de la infancia. Esa noche, Mitzi y Dock Ellis bebieron destornilladores (vodka con zumo de naranja), fumaron marihuana, tomaron alguna que otra droga más y continuaron con su juerga hasta tarde. En algún momento indeterminado de esa larga madrugada, Dock Ellis se quedó traspuesto. El jugador de los Pirates se despertó poco antes del mediodía y, creyendo que no tenía que jugar ese día, decidió tomarse un nuevo ácido.
Sin embargo, a la una de la tarde, Mitzi comenzó a leer el periódico. De pronto, al llegar a las páginas de deportes, gritó: “Dock, será mejor que te levantes, ¡hoy tienes que lanzar!”.
IV. Mitzi condujo hasta el aeropuerto. Allí, a eso de las 15:30 horas, Dock Ellis, aturdido y confundido, compró un vuelo a San Diego. Una hora más tarde, el avión aterrizó en la localidad californiana situada al borde de la frontera con México. Nada más llegar al estadio, el pitcher de los Pirates se tomó un puñado de greenies, las pastillas de Dexamyl. A continuación, cogió otro puñado de bennies, las pastillas de bencedrina, y también se las metió en su boca.
A las 18:05 horas, en una tarde con niebla y llovizna, sin apenas público en las gradas, comenzó el primer encuentro de una doble jornada entre los Padres y los Pirates. Duró dos horas y trece minutos. Dock Ellis, lanzador diestro de 25 años y con una temible bola curva, completamente puesto de LSD, lanzó para el conjunto de Pittsburgh.
“Sólo puedo recordar fragmentos del partido. Estaba mentalizado. Tuve una sensación de euforia”, mantuvo la primera vez que lo confirmó, el 8 de abril de 1984, al periodista Bob Smizik, reportero del Pittsburgh Post-Gazette. Y añadió: “La bola a veces era pequeña, la bola a veces era grande, a veces veía al catcher, a veces no. A veces traté de mirar fijamente al bateador y lanzar mientras lo miraba. Mastiqué mi chicle hasta que se convirtió en polvo”. Ese Dock Ellis que contó la anécdota era bastante diferente al de tres lustros antes: tras dejar el alcohol, el exlanzador de béisbol coordinaba un programa antidrogas en Los Ángeles y ayudaba a los presos y a la gente joven a superar sus adicciones.
Pero volvamos de nuevo a aquella tarde de 1970 en San Diego, al día en el que Dock Ellis lanzó bolas que apenas sentía a bateadores que no veía mientras trataba simplemente de mantenerse en pie encima de un montículo de tierra.
“Estaba concentrado en el guante del catcher, pero no golpeé demasiado el guante. Recuerdo que golpeé a un par de bateadores y que las bases se llenaron dos o tres veces”, continuó explicando. Y completó: “Comencé a tener una extraña idea en la cuarta entrada de que Richard Nixon era el árbitro del plato y una vez pensé que le estaba lanzando la bola a Jimi Hendrix, quien, para mí, sostenía una guitarra y la balanceaba sobre el plato”.
En realidad, únicamente golpeó con sus lanzamientos a un bateador, Iván Murrell, en la cuarta entrada. Caminó, eso sí, a ocho bateadores más. También ponchó a otros seis. Acabó el partido con un ERA de 3.86. En total, se enfrentó en nueve entradas a 36 bateadores que no lograron golpear dentro de los límites del terreno de juego ninguno de sus lanzamientos.
Sí, las cuentas mentales que habéis empezado a hacer no os están engañando: Dock Ellis, en medio de un viaje de dietilamida de ácido lisérgico, logró completar un no hit en la victoria de los Pirates contra los Padres (0-2), el único de toda su trayectoria profesional. “¡Un maldito no-no!”, que gritó desde el montículo el propio Ellis tras ponchar a Ed Spezio con una bola curva en el lanzamiento final del encuentro.
Fue un hito inimaginable, el punto culminante de la carrera deportiva de uno de los mejores lanzadores de su generación que, como él mismo aseguró un día, tenía tanto miedo al éxito y al fracaso que se drogaba porque cuando estaba drogado era el único momento en el que no le tenía miedo a ninguno de los dos.
En el año 2008, Dock Ellis falleció a los 63 años de edad debido a una cirrosis hepática y con él se fue también el secreto de aquella tarde en San Diego, de lo que ocurrió en ese montículo que llena de presión y de soledad al que se sube a él, de esa anécdota en la que el mito y la realidad ya se fundieron en un único concepto desde hace casi tres décadas, desde el momento en el que el exlanzador de los Pirates decidió recurrir a su memoria incompleta para convencernos de que sí, de que él una vez lanzó un no hit mientras creía debido al LSD que Richard Nixon era el árbitro del encuentro y que un bateador se había convertido en Jimi Hendrix.
¿Fue verdad? Tal vez. O, quizá, no fue más que un trampantojo de sus recuerdos, un efecto alucinógeno más causado por un mal viaje de dietilamida de ácido lisérgico.
Yo, si soy sincero, le creo.
Apuesto un filete chateaubriand a que vosotros también.
Foto: Associated Press
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En este texto he utilizado referencias de ESPN y Sports Illustrated.
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Suelo escribir siempre con música, así que he decidido que voy a poner alguna de las canciones que ha sonado mientras estaba escribiendo el texto. Como, por ejemplo, ésta: