Profesor de historia
I. Cuenta Andrew Brandt en Sports Illustrated que, en otoño de 2011, cuando regresó a la Universidad de Stanford para dar una conferencia durante el fin de semana de los alumnos, vio a un estudiante en la cafetería comiendo mientras estaba con su cabeza agachada delante de un ordenador, libros y calculadoras. Ese estudiante no era otro que Andrew Luck, el QB titular de los Cardinals que estaba llamado a ser el número 1 del siguiente draft (como así fue, elegido por los Colts para reemplazar, nada menos, que a Peyton Manning) y que al día siguiente de ese día de otoño… tenía que jugar un partido contra UCLA.
Creo que hay pocas anécdotas que representen más fielmente lo que todos tenemos dentro de nuestra cabeza cuando pensamos en Luck.
II. Me encanta Andrew Luck.
Y no es porque haya sufrido en los últimos años una operación en su hombro derecho, un riñón lacerado, un músculo abdominal roto, una conmoción cerebral, una lesión en la pantorrilla izquierda, todo un “ciclo de dolor” infinito.
Ni porque se haya retirado con 29 años y, con esa decisión, haya renunciado a cobrar casi 60 millones de dólares de los años de contrato que le restaban.
Ni porque decidiera pasar del número 1 del draft y de los Carolina Panthers para regresar un año más a la Universidad de Stanford y así poder terminar su carrera de Arquitectura.
Ni porque no tenga un smartphone y su agente sea su tío en vez de una de las principales agencias de representación.
Ni porque leyera obras de autoras feministas afroamericanas en el instituto, sea el fundador de un club del libro y presente un podcast sobre literatura a nivel local.
Ni porque no haga prácticamente nunca publicidad de sus visitas a niños enfermos en hospitales.
Ni porque frecuente cervecerías y restaurantes artesanales con nombres sacados de las novelas de Kurt Vonnegut (podéis conocer estas y otras anécdotas interesantes de Luck en este texto de Conor Orr).
Ni porque felicite a sus rivales cuando le hacen un sack y pida disculpas a sus compañeros de la línea ofensiva por haberse rendido con el balón en su mano y no haberlo lanzado antes.
Ni porque nunca, ni cuando se hizo famoso, cediera a la presión y dejara de ser la persona que siempre fue, que siempre quiso ser.
No, no es por nada de eso.
Aunque todo eso ayuda.
(Sobre todo lo de los nombres sacados de los libros de Kurt Vonnegut, porque so it goes).
III. Seguramente os lo han dicho en multitud de ocasiones: Estados Unidos es un país lleno de contrastes. No por ser recurrente, una frase tiene que dejar de ser verdadera. Esa sentencia es totalmente cierta. Es una de las primeras cosas que aprendes cuando vives allí y, de hecho, si vienes de un sitio como España, algunos de esos contrastes nunca los llegas a entender. Otros contrastes, sin embargo, son más livianos, más llevaderos.
A mí uno de los que más me llamó la atención en un principio fue lo que ocurre en el puente de su Labor Day, es decir, nuestro Día del Trabajo: se celebra el primer lunes de septiembre y, en ese día festivo, lo que hace la gente es acudir en masa a los centros comerciales porque es uno de los días del año con mejores ofertas y descuentos.
Supongo que alguno de vosotros pensará que esa no es la mejor forma de honrar a la historia del movimiento obrero de los Estados Unidos, pero todavía hay una forma más cuestionable que esa: la de la NFL.
En el fin de semana festivo del Labor Day, alrededor de 1.200 jugadores de football se quedan sin su trabajo tras ser cortados por sus equipos en la composición final de las plantillas.
Es una de las estadísticas que nos ayudan a entender los motivos por los que la NFL es una competición única.
Hay más.
Según la propia NFL, de un millón de chavales que juegan al football en el instituto, únicamente 300 de ellos llegan a formar parte de una plantilla de la citada NFL (es decir, un 0.03%).
Según varios estudios publicados en medios de comunicación norteamericanos, la edad media de los jugadores para retirarse en la NFL es de 26 años.
Según la NFL Players Association, la media de la longitud de una carrera en la NFL es de apenas 3.3 años (hace una década era el doble, 6 años, y, según las estadísticas, esa media sigue decreciendo temporada tras temporada).
Si eres cornerback, ese número decae hasta los 2.94 años.
Si eres wide receiver, hasta los 2.81 años.
Si eres running back, hasta los 2.57 años.
Según un texto de ESPN en el que se cita a la National Bureau of Economic Research, el 78% de esos jugadores de football se declarará en quiebra dentro de los tres primeros años posteriores a su retirada, mientras que casi el 16% terminará en bancarrota cuando hayan pasado doce años desde su última temporada en la NFL (la propia National Bureau of Economic Research contradice esa estadística en un paper de 2015 en el que sí fija en el 16% el porcentaje de cuando hayan pasado doce años, pero en el que dice que el porcentaje dentro de los tres primeros años es, en realidad, del 2%).
En un deporte tan fiero y peligroso, las lesiones sufridas son una de las principales razones para la temprana retirada de un jugador NFL (especialmente, conmociones cerebrales, lesiones neurológicas y roturas de tendones y ligamentos en rodillas y tobillos), pero no es la primera.
La primera es cuando tu equipo te despide en pleno fin de semana festivo del Labor Day.
IV. Después de casi veinticinco años viendo partidos de la NFL, este año tengo una extraña sensación en la semana de inicio de una de las competiciones que más me hace disfrutar cada año. Os la cuento: me siento como si fuera la primera vez que viera football.
Supongo que en parte es debido a dos apellidos que en la actualidad se han unido y que me hacen retroceder hasta esa década de los noventa en la que me acerqué por primera vez a este deporte.
Arcega e Ibeas.
A ambos apellidos les he animado y he aplaudido en las gradas de una cancha de baloncesto cuando ellos defendían una camiseta de color morado.
Y a ambos apellidos les voy a animar y a aplaudir desde el sofá de mi casa cuando ellos salgan en la pantalla de mi televisor.
A JJ, el hijo de Joaquín, que cumplirá el sueño que un día tuvo.
A Rubén, el mejor, que cumplirá el sueño que un día tuvimos todos nosotros.
Aunque ninguno de los dos defienda la elástica de mi equipo, este año me vais a permitir que también vaya con ellos.
Porque soy de esa gente que todavía cree que siempre hay que apoyar a las personas que se lo merecen.
PS. Y, en parte, seguro que también es debido a que será la primera vez que vea una temporada de la NFL mientras escriba textos como este en un newsletter con suscripción.
No sé cómo será, pero no pierdo ni un segundo de mi vida en ponerme nervioso.
En el futuro, si alguien me lo pregunta, siempre puedo contestar lo mismo que Andrew Luck le respondió a John Feinstein cuando le preguntó qué es lo que planeaba hacer cuando se retirara.
“Honestamente, creo que podría ser muy feliz enseñando Historia en un instituto”, contestó Luck.
Honestamente, te voy a echar mucho de menos, Andrew.
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