Vanguardia entre la niebla (Parte 1)
(Este texto corresponde a la sección de Reportajes, que, como su propio nombre indica, contiene reportajes sobre deportistas, clubes o cualquier aspecto relacionado con el deporte)
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La última vez que la Associazione Calcio Milan se adjudicó la Serie A fue en la temporada 2010/2011. Un par de años después, en el curso 2012/2013, el conjunto milanés terminó en tercera posición y se clasificó para la Champions League para certificar su hasta ahora última participación en la máxima competición europea. Desde entonces, el club lombardo ha pasado de ser propiedad de Silvio Berlusconi a, primero, de Li Yonghong, un empresario de nacionalidad china y, en la actualidad, de Elliott Management Corporation, un fondo de inversión estadounidense. Entre medias, además, el AC Milan aceptó la prohibición de jugar en competiciones europeas que le impuso la UEFA por haber incumplido el requisito del equilibrio económico en el juego limpio financiero y cambió totalmente su proyecto deportivo, apostando por jugadores a futuro. Esta temporada, con Stefano Pioli en el banquillo, el Milan lidera la Serie A cuando ya se ha cumplido un cuarto de la competición y ha superado la fase de grupos de la Europa League, por lo que el mundo del fútbol ha comenzado a preguntarse al unísono: tras su grave crisis institucional y deportiva, ¿está por fin el AC Milan de vuelta en la élite del balompié italiano y europeo?
Esa pregunta, precisamente, me parece la excusa perfecta para que, gracias a los periodistas Javi Gómez, que vivió durante años en la ciudad milanesa, y Sergio Cortina, autor de Dieta Cassano, el canal de Youtube especializado en fútbol italiano, viajemos al pasado, el presente y el futuro, en concreto, del AC Milan y, en general, de la ciudad milanesa, de Italia y de la relación de ambas con el calcio.
Italia se manifiesta a través del calcio
“Italia es el país con más razones del mundo para ser amado. Y el país con más motivos del planeta para ser odiado. Luego tú ya eliges bando. Y yo me encuentro entre los primeros sin duda ninguna. Es un país que es un canto a la cultura y a la locura. A la industria y a la agricultura. Al diseño más refinado y a la garrulería más pura. Es un país de extremos. Y entremedias se sitúa todo. De Gramsci a Berlusconi. De Alessandro Baricco a Raffaella Carrá”, define Javi Gómez al país transalpino. Y añade: “Cuando llegué al Corriere della Sera, no se sabían ni mi nombre. ‘Spagnolo, eh!, de che squadra sei’. Y yo respondí: ‘Real Madrid’. Y Franco Tettamanzi, que era editor jefe de local, me miró estupefacto, y me dijo, con sorna: ‘Ma qui parliamo di vero calcio. Di che squadra sei in Italia?’. En Italia el deporte es pasión. Fervor. Y humillación del vecino. Y de eso se alimentan y nutren un país entero”.
En efecto, Italia es un país que se manifiesta, especialmente, a través de las gradas de sus campos de fútbol y que se vertebra mediante las filias y fobias, tremendamente subjetivas y vehementes, de esas aficiones. “La manera de animar de muchas aficiones en España está muy influenciada por los italianos”, recuerda Sergio Cortina. Y advierte: “Del fútbol italiano aquí tenemos la visión de los últimos años en los que la gente ha dejado de ir mucho a los estadios, aunque ahora eso se está recuperando, por el tema de la violencia de los ultras y la aparición del fútbol de pago en la década de los noventa”.
No obstante, como incide Gómez, “la primera gran diferencia [entre italianos y españoles] es que el sentimiento azzurro, el de la selección, supera a lo que cualquier español pueda imaginar”. “En el momento más alto del Mundial de Sudáfrica, la pasión por la Roja no habría llegado a los tobillos de Italia en tiempos de cualquier Mundial”, explica. Y prosigue: “La segunda [diferencia], el periodismo deportivo y su escritura, para mí, también supera con mucho al nuestro”.
Cortina, por su parte, que recuerda con emoción la vez en el año 1991 que los aficionados del Genoa “llenaron un fondo entero del Tartiere con banderones” en el único partido como local de la Copa de la UEFA que ha disputado el Real Oviedo en toda su historia, le da también la razón: “Una de las cosas que me enganchó al fútbol italiano primero con el Mundial de 1990 y luego cuando el Plus empezó a retransmitirlo eran las gradas. En aquella época estaban abarrotadas y me encantaban los tifos de los ultras y de los fondos italianos. Esa manera de animar que yo no veía por ejemplo en Inglaterra, que con todo lo que se dice yo creo que son un poco más fríos, me encantaba y me atraía. Hay campos míticos como San Siro o el Olímpico de Roma que me atraían, pero en esa pasión que le ponían los italianos a empujar a su equipo, incluso a su equipo pequeño porque en Italia hay muchos equipos de ciudades pequeñas que han llegado a Primera, se notaba una pasión que yo creo que no es tanto en España. No llega a los límites del fútbol en Sudamérica, pero es muy apasionado”, relata. Y sentencia: “El italiano es un aficionado más apasionado que el español para vivir el fútbol y a veces con más herramientas para conocer el fútbol. Allí hay muchos programas de análisis de lo que es el partido, un poco como sucede en Argentina. Son muy de discutir sobre el cinco o el tres durante horas”.
Foto: Emilio Andreoli / Getty Images
El Mundial 1990, la oportunidad perdida por la Serie A
Sin embargo, en la actualidad, la Serie A, la máxima competición del fútbol italiano, se encuentra exponencialmente por detrás de otras ligas europeas, sobre todo de la Premier League inglesa, la Liga española y la Bundesliga alemana. En todos esos casos de éxito hay una explicación más o menos clara: los contratos televisivos en el fútbol inglés, la presencia en la competición española durante una década de la generación dorada de futbolistas españoles y de Messi y de Cristiano Ronaldo, los dos mejores jugadores del mundo de los últimos años, y la nueva construcción de infraestructuras con motivo del Mundial del 2006 en el balompié alemán. Por su parte, también existe una explicación más o menos clara para entender el fracaso del fútbol italiano: el Mundial de 1990.
Porque en ese Mundial la Serie A ni se modernizó, ni aprovechó para construir nuevas instalaciones, ni internacionalizó su producto para las televisiones extranjeras.
“En el Mundial de Italia 90 se remodelaron muchos estadios, lo que pasa es que no se construyeron nuevos, como en el Mundial de Alemania o en la Eurocopa de Portugal o a lo que estamos acostumbrados cada vez que hay un Mundial”, especifica Cortina. Y completa: “Ahora es cuando se empieza a notar el paso del tiempo en muchísimos campos de fútbol italianos. En estos últimos diez años se ha visto una decrepitud en los campos italianos”.
Por su parte, Gómez recurre a la idiosincrasia italiana para explicar la oportunidad que la Serie A perdió con el Mundial de 1990 de convertirse en la liga de referencia en Europa: “Porque ES ITALIA. ¿Cuándo ha aprovechado Italia para renovar sus infraestructuras? ¿Lo hizo en sus maravillosos 60 y 70? ¿Lo hizo con los fondos europeos? ¿Lo hizo en la época de bonanza de Renzi? Ni lo hará. Italia es un país que vive en la belleza melancólica, en el pasado y, por supuesto, en la queja. Si todo fuera bien, a ver de qué se quejaría el italiano”.
Foto: Gerard Malie / AFP / Getty Images
Milán, una “ciudad austrohúngara” en la llanura padana
Pero Italia, al igual que España, es poliédrica y Milán es únicamente una de sus múltiples caras, tal vez la más fría, húmeda y gris en su paisaje y la más reservada y formal en su paisanaje. Milán y los milaneses, por supuesto, no son Roma y los romanos, ni Venecia y los venecianos, ni Florencia y los florentinos, ni Nápoles y los napolitanos, ni ese sur que está tan lejos de ese norte. Eso, evidentemente, tampoco significa que Milán, en su esencia, no enamore o que el visitante no llegue a apreciar a los milaneses después de que estos le hayan permitido conocerlos mejor.
“Milán no es una ciudad monumental como Florencia o Roma o con tantas influencias diversas como Nápoles. San Siro es un barrio cuadriculado, un poco tirando a gris. Tiene un ambiente de ciudad industrial que sigue siendo y fue, los alrededores de Milán son un poco deprimentes”, explica Cortina. Pero añade: “Por otra parte, es la ciudad del estilo, caminando por la calle lo ves, la manera que tiene de vestir la gente, el cuidado por la moda y el detalle que tienen. No es la aglomeración de belleza en escasos metros que es Florencia ni la historia milenaria cuando paseas que es Roma. Aun así, es una ciudad perfectamente disfrutable y en cuanto al fútbol es, junto con Turín, la ciudad más grande del fútbol italiano”.
Javi Gómez, mientras tanto, apasionado de la ciudad milanesa desde que vivió en ella, se explaya con profundidad y detenimiento en su pensamiento: “Milano tiene tres órganos vitales. Uno es la moda, que viví y conocí de cerca. Otro es la Bolsa. Y el tercero, donde yo comencé haciendo prácticas, es el Corriere della Sera. La Biblia del país. El orgullo de una ciudad. Un diario donde han escrito Pirandello, Montanelli, D’Annunzio, Buzzati, Oriana Fallaci, Terzani... Recuerdo cuando mi jefe en la Crónica de Milán, Giancarlo Perego, me dijo: ‘Llevas dos meses aquí y justo hoy te iba a mandar a hacer tu primera crónica. ¿Pero tú crees que vas vestido para ser del Corriere? Cuando te vean a 200 metros, tienen que saber quién es el del Corriere y qué periodista no. Ve a tu casa, vístete y vuelves. Y ya veremos si vas’. Una anécdota que explica qué es Milán. Puede gustarte o no. Pero tiene sus códigos y, si no los aceptas, no entras. Es una ciudad exclusiva y exclusoria”, analiza.
No en vano, siguiendo con sus propias palabras, Milán “es otro país, en cierto modo”. “Me hablas de ciudades mediterráneas (no porque estén bañadas por el mar, sino como actitud). Ciudades solares. Ciudades abiertas. Ciudades impulsivas. Milán es austrohúngara; el lujo es siempre de puertas adentro; una tierra de niebla que llega de la llanura padana; una ciudad donde la prenda preferida es siempre el abrigo. En Milán se trabaja. Se gana dinero. Se cumple un propósito. Es una ciudad que parece fea a propósito para que no exista el pecado del ensimismamiento. No es posible la contemplación en Milán. Eso sí, quizás por eso a mí me conquistó. No es el qué, es el cómo. Y luego hay rincones maravillosos, canales diseñados por Leonardo, las callejuelas de Brera, los nuevos barrios... pero si uno no conoce la ciudad y la pasea, podría pensar que es sólo el Duomo rodeada de ladrillo gris. Eso sí, un ladrillo gris setentero que una vez fue moderno”, especifica Gómez. Y finaliza: “Por eso creo que los futbolistas rinden. A ellos les gusta ese ambiente. Es una ciudad además ilustrada, con una trayectoria intelectual deslumbrante e importantísima para la izquierda italiana. Sin el aroma obrerista de Torino y su Fiat, pero Milán era la vanguardia intelectual. La tradición de la izquierda judía milanesa es muy importante. Milán son las editoriales, es el pensamiento, el equivalente de los cafés de tertulias, que serían los salotti. Y todo esto es la upper Milán, si me permites la broma. Pero luego está la otra, la de Monza y Sesto San Giovanni, que es como una Barcelona de los 70 sin mar, llena de talleres, pequeñas industrias y cafés donde echar el día entre rosso y rosso, con sus putas, sus trapis y ahora mucha vida ecuatoriana, por cierto”.
El AC Milán, irregular y vanguardista
Y entre todo eso, con permiso del Internazionale (más adelante será también protagonista), también está la AC Milan, siempre a la vanguardia del juego, transformándolo, desde el catenaccio de Nereo Rocco a la presión y el marcaje zonal de Arrigo Sacchi, pese a su irregular trayectoria: desde 1907 a 1951 no logró ni un solo título y en el inicio de la década de los años 80 bajó dos veces a la Serie B. Después, en cambio, llegó Silvio Berlusconi y un ciclo victorioso que se alargó durante alrededor de 25 años y que contó con tres momentos cumbre: el equipo entrenado por el citado Arrigo Sacchi, el de Fabio Capello y el de Carlo Ancelotti. “El Milan de Berlusconi era el equipo que todos mirábamos después de esos meneos que le metió al Madrid. Ver cómo pasaba por encima de ellos fue muy impresionante”, concede Cortina. Y Gómez, desde su pasado frustrante como aficionado madridista, asiente: “Mi primer recuerdo del AC Milán fue un 5-0 de pesadilla. Un señor que podría gobernar el mundo con los calcetines bajos y la camiseta por fuera de central. Una melena rasta con pies pequeños como un pirata de antaño cuyas aventuras siempre salían bien. Y el delantero que más se ha parecido nunca a Federer para rematar la fiesta. Sí, Baresi, Gullit y Van Basten”.
“Aquello tuvo mucho mérito porque evidentemente Berlusconi lo hizo a golpe de talonario, pero venían de unos años muy malos, de ser un equipo ascensor entre Primera y Segunda. Habían bajado primero por el famoso Totonero, las apuestas ilegales de varios de sus jugadores, y luego otro año habían bajado directamente por malos. El equipo estaba muy descapitalizado. Berlusconi vino con unas ideas empresariales muy nuevas para el fútbol italiano y lo relanzó fichando a lo mejor que había en Italia y que había fuera”, recuerda Cortina. Y culmina: “Dentro de la extravagancia que hay siempre en Italia con Berlusconi su Milan fue un proyecto muy serio, muy bien pensado en sus piezas, en su entrenador. Fue un equipo legendario. Tenía un jugador mítico por cada línea”.
Primero, con “uno de los grandes innovadores del fútbol” en el banquillo, Arrigo Sacchi. “Era un hombre que tenía cierto prestigio en Italia pero que era prácticamente desconocido y de repente llegó con unas ideas muy nuevas. Defender en zona, defender con la defensa tan adelantada, buscar el fuera de juego. El fútbol de los ochenta y de los noventa, sobre todo en España, era un fútbol bastante primitivo y sin el ritmo de juego de los ingleses. Era un fútbol bastante pastoso, con defensas bastantes violentas y el Milan, sobre todo con esa táctica de tirar el fuera de juego, era un equipo sofisticado. Defender con inteligencia, algo muy de los italianos aparte de la fuerza física, y luego el talento que tenían arriba”, sugiere Cortina, antes de que Gómez ensalce la figura del técnico de Fusignano: “Lo de Sacchi fue como un socialismo estético del fútbol. El primer entrenador que coreografió a equipos enteros. Todos al compás. Un concepto colectivo que permitía expresarse a las individualidades. Lo que nunca ha logrado la política. Uno de esos tipos, y hay muy pocos, que cambió por completo el fútbol. No es que fuera un buen entrenador. Eso es prescindible. Es que cambió este deporte. Eso es intangible”.
Después, con su sucesor, Fabio Capello. “Ese equipo era una máquina de matar. Futbolísticamente, este Milan fue el bueno de verdad. Acabó con el Dream Team en una final apoteósica. No tenía remordimientos. Era sólido como una roca y no perdía ligas: 4 en 5 años. Quizás Italia sea el país que más valora su campeonato nacional. Por encima de Inglaterra”, analiza Gómez. Y Cortina le completa: “El equipo de Capello era un equipo con muchísima calidad y quizá más pragmático que el equipo de Sacchi. Era un equipo al estilo de Capello, equipos que defensivamente son muy fiables, de mucho trabajo, algo que tienen casi todos los equipos italianos, los buenos y los malos, tienen una disciplina para el fútbol tremenda y eso lo exudan todos los equipos italianos. Tenía jugadores que duraron muchísimo, de una calidad y una jerarquía irrepetibles”.
Y, más tarde, con el conjunto entrenado por Carlo Ancelotti. “El Milan de Ancelotti es otro fútbol, más cercano al actual. Un fútbol más grupal, más basado en la fuerza del equipo como conjunto”, explica Cortina. Y añade: “Los equipos de Ancelotti son equipos en los que priman los jugadores con buen toque de balón. Kaká, Pirlo, Seedorf y Nesta son jugadores que garantizan una continuidad en el juego y en el pase tremendo. Era un equipo con no tantas estrellas, pero sí más coral. Era un equipo con mucho ángel y muy enchufado en las eliminatorias europeas, con mucha vocación por la Copa de Europa”.
Ese fue el último gran Milan de la era de Berlusconi en el club lombardo, una época que queda perfectamente definida en estas palabras de Javi Gómez: “El Milan de Berlusconi fue la precuela de la deriva que está tomando hoy el mundo. Un liderazgo hipercarismático. Una personalidad que dividía a la población. Una crispación máxima. El deporte como caballo de Troya mental y económico para conquistar a una sociedad. La espectacularidad por encima de todo. Y después, una terrible, inexorable y creciente decadencia. Como de casino abandonado”, finaliza.
(Continuará…)
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Suelo escribir siempre con música, así que he decidido que voy a poner alguna de las canciones que ha sonado mientras estaba escribiendo el texto. Como, por ejemplo, ésta: