El huracán de Tampa Bay, por Marco Álvarez
(Este texto corresponde a la sección de Firma invitada, que contiene textos deportivos escritos por amigos de la newsletter; en este caso, de Marco Álvarez, analista sénior en NFL en Estado Puro)
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El huracán de Tampa Bay de 1921 (también conocido como el huracán de Tarpon Springs de 1921) fue el huracán importante más reciente que azotó el área de Tampa Bay. El undécimo ciclón tropical, la sexta tormenta tropical y el quinto huracán de la temporada, la tormenta se desarrolló a partir de un valle en el suroeste del mar Caribe el 20 de octubre.
Inicialmente una tormenta tropical, el sistema se movió hacia el noroeste y se intensificó en un huracán el 22 de octubre y un huracán mayor el 23 de octubre. Más tarde ese día, el huracán alcanzó su punto máximo como categoría 4 en la escala Saffir-Simpson de hoy en día con vientos máximos sostenidos de 140 mph (220 km/h). Después de ingresar al Golfo de México, el huracán se curvó gradualmente hacia el noreste y se debilitó a una categoría 3 antes de tocar tierra cerca de Tarpon Springs, Florida, a última hora del 25 de octubre, convirtiéndose en el primer huracán importante en azotar el área desde un huracán en 1848. La tormenta se debilitó rápidamente a un huracán de categoría 1 mientras cruzaba Florida Central, antes de llegar al Océano Atlántico temprano al día siguiente. A partir de entonces, el sistema se movió hacia el este-sureste y se mantuvo bastante estable en intensidad antes de debilitarse a tormenta tropical a última hora del 29 de octubre. La tormenta fue absorbida por un ciclón extra tropical más grande temprano al día siguiente, y los restos del huracán pronto se volvieron indistinguibles.
Foto: Hillsborough County Library
Faltan unos pocos meses para cumplirse el centenario de un acontecimiento que provocó costosas pérdidas humanas y materiales en el área de Tampa Bay. Antes, el próximo domingo siete de enero se vivirá en la zona, concretamente en los confines del Raymond James Stadium, un huracán deportivo, cuando Kansas City Chiefs y Tampa Bay Buccaneers se midan en la edición LV de la Super Bowl. Nadie en más de medio siglo de existencia había avanzado para jugar la final en su propio estadio. Tampa Bay ha roto la serie y como premio ha obtenido un enfrentamiento ante el vigente defensor del título. También de forma inédita, se verán las caras los dos últimos quarterbacks ganadores de la Super Bowl, Patrick Mahomes el año pasado y Tom Brady hace dos temporadas.
En los dos quarterbacks quería detenerme. Sus registros son históricos al punto de la carrera que circulan ambos. Mahomes lleva tres años como titular en la NFL en los que ha liderado equipos que perdieron una final de conferencia (en la que su ataque no pudo tocar la pelota por el para mí obsoleto reglamento de la competición para la prórroga), fueron campeones y ahora están a un paso de repetir título. Por su parte, Brady jugará su décima Super Bowl como quarterback titular, doblando al más inmediato perseguidor en ese apartado, John Elway con cinco. Sus seis anillos de la Super Bowl no tienen parangón y a sus 43 años ha sido capaz de volver al partido final con un nuevo equipo, tras pasar sus primeras veinte temporadas en la liga con los New England Patriots.
El desmesurado éxito colectivo de estos dos individuos ha de ser considerado como una tormenta perfecta en la que se han conjuntado grandes organizaciones, lideradas por entrenadores contrastados y un brillante elenco de jugadores que en los peores momentos ha podido contar con sus quarterbacks para darles ese plus que se necesita para solventar los partidos más difíciles de playoffs. En la historia de la liga nadie ha remontado más encuentros de postemporada en los que marchaban por detrás en el marcador al menos dos anotaciones que Tom Brady (seis) y Patrick Mahomes (cuatro). Es por ello que todas las historias que se quieran escribir sobre estos dos señores están más que justificadas.
Los huracanes dejan tras de sí muchos daños y en el caso de estos dos hurricane quarterbacks, si me permitís la expresión, llegan en forma de reputaciones alteradas para sus contemporáneos compañeros de posición. Pese a jugar un peor partido que Aaron Rodgers, Brady salió de la final de la conferencia nacional con su vitola de ganador no solo intacta, sino aumentada, al tiempo que el quarterback de Green Bay Packers debía responder preguntas por su juego en la que resultó su cuarta final NFC perdida. La gente recuerda algunas acciones puntuales que involucran siempre al quarterback perdedor y en este caso concreto olvidan por ejemplo que las jugadas más importantes fueron el error defensivo del cornerback Kevin King al final del segundo cuarto y el fumble del running back Aaron Jones al inicio del tercer período. Por supuesto, si los Packers hubiesen culminado la remontada las jugadas clave habrían pasado a ser las tres intercepciones de Brady tras el descanso.
Foto: Getty Images.
Cuando alguien ha ganado seis Super Bowls desde el cambio de siglo perdemos la perspectiva completamente. Antiguamente el sambenito de los grandes quarterbacks de la época era no haber ganado nunca el campeonato de la NFL. Por ahí pasaron leyendas del calibre de Fran Tarkenton, Dan Fouts, Warren Moon, Dan Marino o Jim Kelly. Los que lograron su anillo como Joe Namath, Steve Young o Brett Favre pasaron automáticamente a la leyenda del imaginario colectivo sin importar las decepciones que sufrieron los años siguientes. Hoy día, ganar una Super Bowl no es suficiente para los más grandes, casos de Rodgers o Drew Brees que parecen arrastrar un asterisco. “Sólo han ganado una Super Bowl en tantas oportunidades” se ha comentado tras sus recientes eliminaciones a manos de los Buccaneers de Tom Brady. Lo mismo podemos decir de Peyton Manning, quien ganó dos finales, “pero una fue merced de la imperial defensa de Denver de 2015” se dice muchas veces. ¿A cuántos equipos que no merecían siquiera obtener un récord ganador condujo hacia los playoffs? Eso no se recuerda ni comenta porque al final del proceso lo único que vale es el anillo en el dedo.
A nadie se le ocurriría poner en el mismo plato a Eli Manning con su hermano mayor, Peyton, sin embargo, ambos pueden presumir del mismo número de Super Bowls ganadas. No cometemos ese error porque sabemos que las Super Bowls no son ganadas por individuos, sino por equipos. Y como quarterback NFL Peyton fue inmensamente superior a Eli, aunque éste último obtuviera mejores resultados en unos momentos puntuales, muy importantes, pero puntuales. Sin embargo, este razonamiento se nubla cuando metemos en la ecuación a Brady y probablemente a Mahomes conforme pasen los años.
Estar jugando a este nivel a los 43 años de edad y avanzar hacia tu décima Super Bowl en diecinueve temporadas completas como quarterback titular es algo que escapa a toda lógica. Acumular un récord de 6-1 con 21 touchdowns totales por solo dos turnovers (dos intercepciones en la pasada Super Bowl) en tus primeros siete partidos de playoffs y estar a un paso de ganar tu segundo anillo con 25 años recién cumplidos escapa a toda lógica. Disfrutemos del choque que viviremos en la próxima edición de la Super Bowl, pero igualmente no dejemos que el paso de estos huracanes nos impida apreciar la grandeza de otros jugadores que tanto nos hacen disfrutar de este deporte.
Foto: NFL
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Suelo escribir siempre con música, así que he decidido que voy a poner alguna de las canciones que ha sonado mientras estaba revisando el texto de Marco Álvarez. Como, por ejemplo, ésta: