Definir un legado (Parte 1)
(Este texto corresponde a la sección de Previas, que se traduce en textos especiales de largo formato con motivo de acontecimientos extraordinarios, como puede ser la disputa de una Super Bowl)
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I. Después de que los Kansas City Chiefs cayeran con estrépito año tras año en cada postemporada, Lamar Hunt, su legendario dueño fallecido en el año 2006, solía decir que se debía a la “mala suerte”. Hijo del multimillonario magnate petrolero H.L. Hunt, que fue la figura en la que se inspiraron los creadores de la serie Dallas y que está presente en al menos una teoría de la conspiración sobre el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, Lamar Hunt tenía únicamente 27 años cuando, después de que rechazaran su solicitud para comprar un equipo en expansión de la NFL, reunió a ocho empresarios más para iniciar una nueva competición que hiciera frente a la citada NFL, la American Football League (AFL). A esos nueve empresarios, con Hunt a la cabeza, enseguida les llamaron “The Foolish Club”, es decir, “El club de los tontos”, pero, sin embargo, ellos recibieron con prontitud ese sobrenombre con orgullo antes de que el futuro les diera la razón: en 1970, apenas una década después de su inicio, la AFL se fundió de forma definitiva con la NFL.
Aquella franquicia original de Lamar Hunt en la AFL fueron los Dallas Texans, que en su primer año tuvieron unas pérdidas por valor de un millón de dólares. La NFL, de hecho, hizo todo lo posible por acabar con los Texans, con Lamar Hunt y con la AFL, especialmente poniendo en marcha, en 1960, otra franquicia en Dallas, los Cowboys. Al final, Hunt se dio cuenta de que la localidad texana no tenía mercado suficiente para sostener a dos franquicias de football y decidió llevarse a sus Texans a otra ciudad. Atlanta o Miami estuvieron cerca de ser las ciudades elegidas, pero finalmente, debido a la insistencia y a las promesas de Harold Roe Bartle, alcalde de Kansas City que era conocido por su apodo, El Jefe (de ahí procede, en efecto, el apodo del equipo de football de Kansas City, Chiefs, los jefes), Hunt eligió la ciudad misuriana como destino para su franquicia. Fue en el mes de febrero de 1963 cuando el propietario de los Texans llegó al Kansas City Club de la calle Baltimore, al norte de la ciudad, y dio a conocer el pacto al que había llegado con el alcalde Roe Bartle: si los ciudadanos de Kansas City compraban 25.000 abonos para esa temporada, él se llevaría los Dallas Texans allí.
Apenas tres meses después, el 22 de mayo, el propio Hunt anunció la mudanza de su franquicia a Missouri y, cuatro días más tarde, los Dallas Texans se convirtieron definitivamente en los Kansas City Chiefs tras el apoyo multitudinario y absoluto que recibió por parte de los ciudadanos de la ciudad.
Se podría decir que en ese apoyo que mostraron los ciudadanos de Kansas City reside, en esencia, el contenido de la conocida expresión “El espíritu de Kansas City”, acuñada tras la Primera Guerra Mundial cuando Kansas City buscaba dejar de ser un pueblo lleno de vacas y polvo en el corazón de Estados Unidos para convertirse en una ciudad cosmopolita, soñadora y avanzada.
“El espíritu de Kansas City”.
Es decir, la firme creencia de que algo insignificante puede convertirse en algo mejor si todos nosotros creemos en ello.
Foto: Kansas City Chiefs
II. El mito Joe Montana, exquarterback de los Kansas City Chiefs en las temporadas 1993 y 1994, ganó su segundo anillo de Super Bowl con los San Francisco 49ers casi una década antes, el 20 de enero de 1985. Ese día, el equipo californiano entrenado por Bill Walsh se deshizo con relativa facilidad de los Miami Dolphins de Don Shula en una final que se recuerda especialmente por dos motivos. Por un lado, porque es la única ocasión en la que otro mito, Dan Marino, el exquarterback del conjunto miamense, logró alcanzar el partido por el título de la NFL. Por otro lado, porque ese encuentro se disputó en el Stanford Stadium, en el área de influencia de la bahía de San Francisco, a unos cincuenta kilómetros de Candlestick Park, el extinto estadio de los 49ers en la ciudad sanfranciscana. O lo que es lo mismo: ese día fue la única ocasión, junto con la Super Bowl XIV en la que Los Angeles Rams cayeron derrotados contra los Pittsburgh Steelers en el Rose Bowl de Pasadena, a escasos veinticinco kilómetros de su estadio, el Memorial Coliseum de la ciudad angelina, en la que el partido por el título de la NFL se ha disputado en el área de influencia de la ciudad de uno de los equipos participantes. Porque en sus 55 años de historia, a la Super Bowl nunca había llegado un equipo local… hasta esta edición.
Los Buccaneers tienen el honor de haber roto esa estadística. Su campo de entrenamiento, por ejemplo, se encuentra a apenas 800 metros del Raymond James Stadium, el estadio que acogerá la Super Bowl. Sin embargo, la franquicia bucanera representa algo más que un aleatorio hito estadístico alcanzado: los Buccaneers son la cara más visible del éxito reciente del deporte en Tampa.
Y eso que hasta hace apenas cinco meses, algunos aficionados estadounidenses se referían, deportivamente hablando, a Tampa como “Tampa Bad”, es decir, “Tampa mala”. Objetivamente, tenían sus razones: los Buccaneers, los Lightning y los Rays, los tres equipos referentes de la bahía de Tampa, solamente habían llegado cuatro veces a las finales de sus competiciones de las 93 temporadas que sumaban en conjunto. Los Bucs ganaron su única Super Bowl en enero del año 2003 y los Lightning vencieron en la Stanley Cup en junio de 2004, mientras que los Rays alcanzaron las Series Mundiales en 2008 pero perdieron contra los Philadelphia Phillies y de nuevo los Lightning cayeron derrotados ante los Chicago Blackhawks en la Stanley Cup del 2015. Ese era todo el bagaje del deporte de Tampa Bay.
Por el contrario, en los últimos cinco meses los equipos de Tampa han hecho pleno de finales, tres de tres: los Lightning se adjudicaron la Stanley Cup en septiembre, los Rays perdieron las Series Mundiales en octubre ante Los Angeles Dodgers y este domingo los Bucs se disputarán la Super Bowl contra los Chiefs.
Y, por ello, ahora, para los aficionados estadounidenses al deporte, Tampa Bay ya no es “Tampa Bad”, sino “Champa Bay”, el resultado de unir “Tampa” con el inicio de la palabra “Champions”.
Es decir, “Campeones”.
Foto: Football Stadium Digest
III. En el año 2014, Brett Veach, por entonces analista y en la actualidad mánager general de los Kansas City Chiefs, se enamoró de la fuerza del brazo y la capacidad para convertir el desorden en grandes jugadas de Patrick Mahomes, quarterback de la Universidad de Texas Tech, y se pasó los siguientes dos años intentando convencer a Clark Hunt, John Dorsey y Andy Reid, presidente, exmánager general y entrenador de los Chiefs, respectivamente, de que tenían que elegirle en el draft. Finalmente, consiguió su cometido, pero los Chiefs se encontraron con un problema cuando llegó ese draft del año 2017: si querían seleccionar a Mahomes tendrían que subir posiciones, ya que todo hacía indicar que el exquarterback de Texas Tech no estaría disponible cuando llegara su selección, la número 27.
Fue entonces cuando los Chiefs idearon un plan secreto, solamente conocido por menos de una decena de personas en toda la franquicia. Primero, en el NFL Combine, Dorsey le pidió a Doug Whaley, su homólogo en los Buffalo Bills, franquicia que poseía la selección número 10 de aquel draft, que le tuviera en cuenta si su equipo quería bajar posiciones. Después, Mahomes visitó Kansas en ese mes de abril y Reid, el entrenador de los Chiefs, al igual que le había sucedido antes a Veach, también se enamoró de él. Más tarde, dos días antes del inicio del draft, Dorsey y Whaley cerraron verbalmente su acuerdo: los Chiefs entregaban la selección 27, una selección de tercera ronda y una primera ronda del draft del año 2018 a cambio de la selección número 10 de los Bills.
En cualquier caso, ese trato tampoco aseguraba a los Chiefs poder seleccionar a Mahomes, ya que los Cleveland Browns, con la selección número 1, los Chicago Bears, con la selección número 3, y Los Angeles Chargers, con la selección número 7, también podían estar buscando un quarterback para sus equipos. La franquicia de Ohio se retiró de esa lista de posibles candidatos enseguida cuando se decantó por un defensa, Myles Garrett, de la Universidad de Texas A&M, pero la franquicia chicagüense aumentó la incertidumbre cuando decidió llegar a un acuerdo con los San Francisco 49ers para subir hasta la segunda posición del draft para seleccionar a un quarterback, sí, pero no a Mahomes, sino a Mitch Trubisky, de la Universidad de North Carolina. Cuando ya en el número 7 los Chargers eligieron a Mike Williams, receptor de la Universidad de Clemson, y no tuvieron en cuenta la avanzada edad de su QB titular (Philip Rivers, 35 años entonces), los Chiefs supieron dos cosas. Uno, que Mahomes sería suyo. Dos, que elegirían a un quarterback en primera ronda por primera vez en 34 años, desde que en 1983 seleccionaron a Todd Backledge.
Con la perspectiva que concede el paso del tiempo, se podría decir que la decisión de elegir a Mahomes fue una decisión que cambió para siempre el destino de la franquicia: en los 55 años que los Chiefs llevaban en Kansas City antes de que Mahomes se convirtiera en su quarterback titular habían ganado ocho partidos de playoffs, mientras que ya acumulan seis victorias en la postemporada con el QB texano en los últimos tres años.
Después de tres temporadas como titular, Mahomes es, por ejemplo, el quarterback con mejor porcentaje de victorias en la era Super Bowl entre aquellos que han jugado como mínimo cincuenta partidos en la NFL (83% de triunfos tras 44 victorias y 9 derrotas; le sigue Tom Brady, con 77% tras 263 victorias y 80 derrotas) y también el quarterback con mejor rating de pase entre todos los QB desde 1937 (108.7). Además, más allá de los datos, sus intervenciones sobre el terreno de juego también avalan su excelencia, desde los siete drives consecutivos que lideró y terminaron en touchdown en la remontada contra los Houston Texans en la postemporada del año pasado o el pase en 3&15 de 44 yardas para Tyreek Hill en el cuarto parcial que cambió definitivamente la inercia de la última Super Bowl ante los San Francisco 49ers.
En el Raymond James Stadium de Tampa, Mahomes persigue su segundo anillo de campeón de la NFL, pero también definirse como quarterback.
Porque hay quarterbacks que se caracterizaron por tener brazos de oro, como John Elway, Troy Aikman o Kurt Warner.
Foto: Getty Images
Y otros que lo hicieron por su capacidad para correr, como Fran Tarkenton, Doug Flutie o Bobby Douglass.
Y otros que fueron lanzadores de bombas profundas, como Terry Bradshaw, Norm Van Brocklin o Daryle Lamonica.
Y otros que sobresalieron por su dureza, por su capacidad de resistencia, como Johnny Unitas, Brett Favre o Joe Kapp.
Y unos pocos que pudieron destacarse como auténticos maestros de ajedrez, jugadores cerebrales que decidían partidos y campeonatos, como Joe Montana, Peyton Manning o Ken Anderson.
Pero solamente hay uno que está por encima de todos ellos.
Se llama Tom Brady, juega en los Tampa Bay Buccaneers y es el quarterback que Mahomes aspira a ser.
Según lo que suceda este domingo, quizá se podría decir que la decisión de los Chiefs de elegir a Mahomes en aquel draft del 2017 fue una decisión que cambió para siempre también el destino de la NFL.
Mahomes, por si acaso, tiene guardado a fuego en su memoria ese día: la temporada pasada, en el partido de los Kansas City Chiefs en el Soldier Field de Chicago ante los Bears, el quarterback texano celebró un touchdown contando hasta diez con sus dedos para recordarle a la franquicia chicagüense que tuvo la segunda selección de ese draft y prefirió escoger a Trubisky, el quarterback de la Universidad de Norh Carolina, en vez de a él.
IV. Los quarterbacks, las “piñatas del deporte” en palabras del exdefensa Warren Sapp, que fue campeón de la Super Bowl con los Tampa Bay Buccaneers, saltan al campo para practicar un juego que, según Joe Namath, el mito de los Jets, en realidad se llama “Matar al quarterback” y no football. Y lo hacen con inteligencia, precisión y serenidad, los tres rasgos más valiosos con los que puede contar un quarterback para sobrevivir al paso del tiempo.
Aunque la amplia mayoría de las veces el paso del tiempo acaba con ellos de forma temprana y ver a quarterbacks destacando cuando están apurando la treintena ha sido, hasta la actualidad, casi una excepción.
Johnny Unitas, por ejemplo, jugó con 40 años en 1973 una última temporada con los San Diego Chargers después de estar 17 campañas en los Baltimore Colts. Su primer partido con los Chargers lo perdió por 38-0 y terminó retirándose tras vencer únicamente un encuentro en cuatro partidos, sumar tres touchdowns y recibir siete intercepciones.
En cualquier caso, a otros de los grandes quarterbacks de la historia les fue algo mejor al acercarse a esa edad.
Warren Moon militó hasta los 37 años en los Houston Oilers, pero algunas de sus mejores temporadas vinieron después. En los Vikings, con 39 años, lanzó 4.228 yardas y 33 touchdowns, y dos años después, ya con los Seahawks, llegó a ser seleccionado como Pro Bowl con 41 años. Sin embargo, jugó su último partido de playoffs con 38 años en una carrera profesional que se alargó hasta los 44 años, edad con la que disputó dos partidos con los Kansas City Chiefs.
Por su parte, Brett Favre, tras 16 temporadas en los Green Bay Packers y una retirada incompleta, disputó, ya a partir de los 39 años, tres campañas más entre los New York Jets (en su año allí también tuvo otra retirada incompleta) y los Minnesota Vikings, llegando a lanzar, con 40 años, 4.202 yardas y 33 touchdowns.
Mientras, Joe Montana, ganador de cuatro Super Bowls con los San Francisco 49ers, jugó sus dos últimas temporadas, ya con 37 años, con los Kansas City Chiefs, alcanzando la final de la AFC en su primer año y lanzando 3.286 yardas en su campaña de despedida.
Sin embargo, ninguno de ellos logró estar al nivel de Peyton Manning, que, después de salir con 36 años de los Indianapolis Colts tras estar un año sin jugar recuperándose de una cirugía en el cuello, sumó 45 victorias (y encajó únicamente 12 derrotas) en temporada regular en cuatro años con los Denver Broncos, se adjudicó una Super Bowl (gracias a su defensa, puesto que él ya estaba, en cualquier caso, en un declive más que evidente) y completó en el año 2013, con 37 años, la que quizá es la mejor temporada de un quarterback en toda la historia de la NFL merced a sus 5.477 yardas y 55 touchdowns.
Y, claro, por encima, muy por encima, de todos ellos está Tom Brady, que esta temporada firmó por los Tampa Bay Buccaneers con 43 años y después de hacer historia durante veinte años en los New England Patriots. En total, Brady ha lanzado este año 4.633 yardas y 40 touchdowns, este último dato, el récord histórico en una campaña de la franquicia bucanera.
Porque Tom Brady ha desafiado definitivamente al paso del tiempo para perpetuar su legado hasta la eternidad y hay razones estadísticas para creer firmemente que esta afirmación es verdad.
Por ejemplo, ningún quarterback con 43 años o más había comenzado seis partidos en la NFL o había alcanzado el partido por el título durante la era de la Super Bowl hasta que este año lo ha conseguido Brady.
Y únicamente cinco quarterbacks habían logrado jugar una Super Bowl con 37 años o más en toda la historia (Peyton Manning, dos; John Elway, dos; Johnny Unitas, Rich Gannon y Kurt Warner) y Tom Brady va a alcanzar este domingo su quinta Super Bowl desde que cumplió los 37 años (dato interesante: ningún quarterback en toda la historia ha jugado una Super Bowl con 40 años o más… salvo Tom Brady en tres ocasiones con la de este domingo).
Y, evidentemente, Tom Brady es el primero en la lista de victorias en temporada regular de toda la historia (230 triunfos).
Y el quarterback con más victorias en temporada regular con 40 años o más (47 triunfos; le siguen Drew Brees, con 17; Brett Favre, con 13; y Warren Moon, con 11).
Y el quarterback con más pases completados en la Super Bowl (256 pases; le sigue Peyton Manning, con 103), con más yardas de pase en la Super Bowl (2.838 yardas; le sigue Kurt Warner, con 1.156) y con más pases de touchdown en la Super Bowl (18; le sigue Joe Montana, con 11).
Y Brady, ya este domingo, se convertirá en el cuarto quarterback de la historia en jugar un Super Bowl con dos equipos diferentes, tras Craig Morton (Dallas Cowboys y Denver Broncos), Kurt Warner (St. Louis Rams y Arizona Cardinalas) y Peyton Manning (Indianapolis Colts y Denver Broncos), este último, el único quarterback en ganar una Super Bowl con dos equipos diferentes.
Será la décima ocasión en la que Tom Brady jugará el partido por el título de la NFL (el siguiente quarterback de esa lista, John Elway, se queda en cinco ocasiones), algo que el jugador de los Tampa Bay Buccaneers ya ha hecho durante cuatro administraciones presidenciales diferentes en Estados Unidos, las de George W. Bush, Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden.
10 participaciones de Tom Brady en 55 ediciones, el 18% del total de ediciones de Super Bowl de toda la historia.
Precisamente, 18 es también el número de años de diferencia que se llevan Tom Brady y Patrick Mahomes, la mayor diferencia de edad entre los dos quarterbacks titulares en toda la historia de la Super Bowl.
“La Super Bowl es la Super Bowl”, dijo Mahomes justo después de que su equipo ganara a los Buffalo Bills en la final de la AFC. Y añadió: “Poder enfrentarme a uno de los mejores quarterbacks, si no el mejor, de todos los tiempos, en su 150ª Super Bowl, será una gran experiencia para mí”.
No son 150 ediciones de la Super Bowl, sino diez, las que lleva jugadas Tom Brady, pero, en este caso concreto, la exageración de Mahomes se queda extremadamente corta.
(Continuará…)
Foto: Getty Images
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En este texto he utilizado referencias de ESPN, de Football Database, de Football Outsiders, de Los Angeles Times, de Next Gen Stats, de Pro Football Reference, de Pro Football Talk, de Sports Illustrated, de The Athletic y de The Undefeated.
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Suelo escribir siempre con música, así que he decidido que voy a poner alguna de las canciones que ha sonado mientras estaba escribiendo el texto. Como, por ejemplo, ésta: