Zurdo, número 13
I. La semana en la que el deporte se detuvo. Recuerdo esa portada de Sports Illustrated de forma nítida: un par de filas de butacas anaranjadas, una bandera de Estados Unidos con sus barras y sus estrellas sobre uno de esos asientos, el nombre de la revista en blanco y, justo debajo, también en blanco y subrayada, esa frase, la semana en la que el deporte se detuvo (“The week that sports stood still”, en su inglés original). Era, como supongo que todos y todas habéis ya adivinado, el 24 de septiembre del año 2001 y apenas trece días antes unos atentados perpetrados por terroristas suicidas de Al Qaeda habían causado la muerte de 3.016 personas y la desaparición de otras veinticuatro, a los que hay que añadir también a otros más de seis mil heridos. Los seres humanos iniciamos el nuevo milenio con las imágenes de los aviones del vuelo 11 de American Airlines y del vuelo 175 de United Airlines estrellándose contra las Torres Gemelas del World Trade Center de New York y ya nunca nos pudimos olvidar de lo que hacíamos en aquel instante en el que muchos de nosotros terminamos por perder nuestra inocencia. En concreto, a mí me cogió en un examen en la universidad y la anécdota es cuanto menos curiosa: el marido de la profesora, también profesor en esa facultad, entró al aula dando un portazo y gritando fuera de sí “¡Las torres! ¡Unos aviones se han estrellado contra las Torres Gemelas!” y cuando llegó a la mesa de la profesora en vez de encontrarse con ella se encontró con mi cara de incredulidad y me espetó “¿Y tú quién eres? ¿Dónde está mi mujer?”. La explicación, que pasé a detallarle a continuación, era en realidad bastante sencilla: su mujer estaba sentada al fondo del aula porque me había cedido a regañadientes su mesa para poder hacer el examen, ya que yo soy zurdo y en aquella época los gestores de la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid supongo que no tenían a bien comprar mesas preparadas para la gente que aprendimos a escribir con la mano equivocada y únicamente podíamos hacer los exámenes en igualdad de condiciones con los que aprendieron a escribir con la mano correcta en las amplias mesas de los profesores, sentados en sus acolchadas sillas.
Me imagino que tantos años después y teniendo ya escondido en algún cajón de mi casa el diploma de esa licenciatura firmado por un rey no importa demasiado que suspendiera ese examen, pero, sí, lo suspendí: tras la visita de aquel profesor, me pasé las siguientes dos horas sin poder escribir ni una sola palabra más en esos folios en blanco, pensando continuamente en las imágenes que venían una y otra vez a mi cabeza de aviones que se estrellaban en el skyline neoyorquino, con una sensación de angustia oprimiéndome la región torácica y sin dejarme apenas respirar.
Era una sensación de angustia muy parecida a la que sentí años después cuando visité con mi mujer el memorial del nuevo World Trade Center y algo me oprimía la región torácica y apenas me dejaba respirar (y no creo que fuera porque vi a Jalen Rose allí, visitando ese memorial también).
Era una sensación de angustia muy parecida a la que siento cada vez que me acuerdo de aquel número de Sports Illustrated y algo me oprime la región torácica y apenas me deja respirar.
Como con aquel reportaje de Jack McCallum y Jon Wertheim que se abría con una imagen de unos niños pequeños jugando al fútbol mientras el humo escondía los rascacielos de Manhattan en un nuevo paisaje sin sus Torres Gemelas.
Como con aquella fotografía de Mike Piazza, New York’s All-Star catcher (ahora debéis pinchar en este enlace para que suene obligatoriamente LA MARAVILLOSA CANCIÓN de Belle & Sebastian), sentado en el balcón de un edificio con una mirada al infinito plagada de pena (esa foto debe explicarse: Piazza, que nació en Pennsylvania pero era un ídolo absoluto en New York, vivía en Gramercy Park, a apenas cuatro bloques del sitio en el que comenzaba la zona acordonada tras el atentado, en un apartamento desde el que podía ver las Torres Gemelas antes del ataque terrorista).
Como con ese texto de Tim Layden sobre los tres hermanos de Joe Andruzzi, guard de los New England Patriots, todos ellos bomberos del New York City Fire Department.
Como con el legendario Wayne Gretzky (EL MITO, algún día tengo que hablar de él por aquí) escribiendo sobre su excompañero de equipo Garnet Bailey, que falleció dentro de ese avión de United Airlines que se estrelló contra la torre sur a las 9 horas, 2 minutos y 59 segundos de aquel 11 de septiembre del año 2001.
Justo el día en el que la mayoría de nosotros perdimos definitivamente nuestra inocencia.
II. Desde hace más de veinte años y tal y como pudimos descubrir gracias a la periodista Chantel Jennings aquí, Vinny Passas, entrenador de quarterbacks en el St. Louis School de Hawaii, hace el mismo recorrido en la autovía Kamehameha los días que tiene partido: atraviesa con un ramo de girasoles un depósito de cadáveres y una capilla y llega a la tumba de su hija Natasha, donde representa una “T” en la lápida debido al apodo de su hija (Tasha), arregla el césped y pone en orden cualquier desperfecto. Después, delante de esa tumba, se pone a contarle a su hija las novedades de su equipo de instituto y de algunos de los jugadores que ha entrenado.
Por ejemplo, de Marcus Mariota, QB de los Tennessee Titans y el primer hawaiano (y polinesio) en conseguir alzarse con el Trofeo Heisman, el premio que se le otorga anualmente al mejor jugador del football universitario en Estados Unidos.
Por ejemplo, de Tua Tagovailoa, QB de la Universidad de Alabama y el jugador llamado, por lo menos hasta el pasado sábado, a ocupar el número 1 o el número 2 del draft de la NFL el próximo año.
Dice Passas que lo hace, que le habla de Mariota y Tagovailoa, porque así puede seguir viendo a su hija Tasha como una parte más de su vida.
Aunque me temo que nada puede terminar de paliar mínimamente esa sensación de angustia continúa que te oprime la región torácica y apenas te deja respirar cuando tu hija fallece una semana después de cumplir cinco años.
III. Sabéis que creo que la única objetividad posible en este espacio es que siempre sea completamente sincero con todos vosotros, así que allá va: siento especial debilidad por Tua Tagovailoa desde la primera vez que le vi sobre un campo de football. Hay deportistas que te entran directamente por los ojos y, en concreto, así fue con Tagovailoa: pocas veces ha habido un quarterback universitario tan capacitado para lanzar tanta variedad de pases en profundidad a sus compañeros con una precisión tan perfecta. Sin exagerar en absoluto, la aparición de Tagovailoa aumentó exponencialmente el nivel del ataque del mejor programa del football universitario estadounidense de la última década y, a pesar de que esa afirmación pueda parecer sencilla, en realidad el importante paso de lo bueno a lo excelente es siempre uno de los más complicados de dar (el partido que debéis ver para saber que lo que digo es simplemente la verdad es la final del playoffs de football universitario del año 2017: la defensa de Georgia está masacrando a Alabama, pero sale desde el banquillo un chaval de primer año y apenas 19 años llamado Tua Tagovailoa y… ENTONCES EL CIELO ES EL LÍMITE).*
En cualquier caso, Tagovailoa tenía realmente fácil que yo sintiera devoción por él: lleva el número 13 y lanza el oval con la mano izquierda. ¿Y eso qué más da, verdad? Para mí, no: el 13 es mi número favorito y algo tan insignificante como la condición de ser zurdo a mí, sin embargo, me ha hecho especial ilusión desde que iba a la guardería (a estas alturas de la humanidad supongo que no os tengo que volver a hablar una vez más de mis habituales pensamientos idiotas y que ya no os sorprendéis de todas las extrañas conexiones que aparecen en estos textos).
Pero, como ya estaréis también acostumbrados, en este espacio siempre trato de encontrar más razones objetivas que os permitan entender mis filias y mis fobias, así que es el momento de que las estadísticas acudan a mi encuentro:
En sus tres años en la universidad, Tagovailoa ha lanzado 684 lanzamientos y únicamente ha sido interceptado en 11 ocasiones (por contextualizar: solamente en su último año universitario, Jameis Winston lanzó 18 intercepciones, Deshaun Watson, 17, Johnny Manziel, 13, Andrew Luck, 10, y Lamar Jackson, también 10).
Nunca en la historia del football universitario un jugador ha conseguido terminar su carrera universitaria con un rating de eficiencia de pase de 200 o más, mientras que Tagovailoa ha terminado su carrera universitaria con un rating de eficiencia de pase de 199.4 (si tenemos en cuenta solo su segunda temporada el número es todavía mejor, 199.5).
Ese 199.4 de rating de eficiencia de pase con el que Tagovailoa ha terminado su carrera universitaria es, evidentemente, el rating de eficiencia de pase más alto de la historia del football universitario (para ser del todo exacto, es 23.8 puntos más alto que el de su más inmediato perseguidor, Sam Bradford, con 175.6).
Con 69.3% de pases completados, Tagovailoa es el octavo jugador con mejor porcentaje de pases completados de toda la historia del football universitario.
Nunca en la historia del football universitario un jugador ha conseguido superar las 10 yardas de media de pase por lanzamiento en su carrera universitaria, mientras que Tagovailoa ha terminado su carrera universitaria con 10.9 yardas de media de pase por lanzamiento después de conseguir 7442 yardas de pase en 684 lanzamientos.
Nunca en la historia del football universitario un jugador ha conseguido superar el 10% de touchdowns conseguidos en intentos de pase en su carrera universitaria, mientras que Tagovailoa ha terminado su carrera universitaria con un 12.7% de touchdowns conseguidos en intentos de pase tras completar 87 touchdowns en 684 lanzamientos.
Comparando sus estadísticas con las de cualquier otro jugador, Tagovailoa ha tenido un 30% más de posibilidades de conseguir un touchdown en cada uno de sus lanzamientos que cualquier otro jugador ¡¡en la historia del football!!
En los 32 partidos que ha disputado en el football universitario, Tagovailoa consiguió terminar con ¡¡mayor número de pases de touchdown que de pases incompletos!! en cuatro de esos encuentros.
En el año 2018, en su segunda temporada en el football universitario, Tagovailoa protagonizó, según las estadísticas, la campaña más eficiente en el pase desde que se tienen registros históricos.
(Esta estadística me gusta especialmente) En las dos últimas temporadas, ningún jugador en el football universitario ha completado más pases de 20 yardas o más que Tagovailoa y sus 119 pases de 20 yardas o más.
Y, sobre todo, lo más importante, Tagovailoa ha sumado 30 victorias en los 32 partidos que ha disputado (por cierto, un dato casual: esas dos únicas derrotas llegaron precisamente justo después de que Tagovailoa se acabara de recuperar de sendas operaciones en el tobillo izquierdo y en el tobillo derecho en las que los cirujanos le realizaron agujeros desde la tibia hasta el peroné para colocar un cordón y unir/estabilizar sus huesos).
Son unos números bastante impresionantes.
Aunque, en realidad, me dan bastante igual porque nada puede superar ser zurdo y llevar el número 13 en tu camiseta (de hecho, solamente lo puede superar ser zurdo, llevar el número 13 y que la camiseta sea morada).
Y más todavía si encima te llamas Tua Tagovailoa (parece una tontería esto último del nombre, pero no lo es: a mí me contrataron en un trabajo única y exclusivamente por mi apellido, ya que sonaba extraño y diferente; nunca conviene desdeñar que los caminos por los que te lleva la vida, muchas veces, son surrealistas).
IV. El pasado sábado, en el Davis Wade Stadium de la Universidad de Mississippi State en la ciudad de Starkville, en un 3&4 cuando faltaban 3 minutos y 5 segundos para el descanso de un partido que la Universidad de Alabama ganaba por 35 puntos a 7, Tua Tagovailoa fue golpeado por dos jugadores y cayó al suelo después de salirse del pocket para evitar la presión y lanzar el balón por la línea de banda al no encontrar ningún receptor libre. Acto seguido, Tagovailoa permaneció tendido sobre el césped, comenzó a sangrar por la nariz, no pudo levantarse y tuvo que ser ayudado para subirse al carrito de la asistencia médica. Según contó durante la retransmisión televisiva Molly McGrath, la reportera de ESPN, Tagovailoa gritó de dolor cuando los médicos le subieron al citado carrito.
A continuación, se supo el alcance de su lesión: dislocación en la cadera derecha con una fractura en la pared posterior. Es decir, una de las lesiones más raras y extremadamente complicadas de recuperar que pueden tener los deportistas.
Fue poco después cuando yo empecé a pensar que desde aquel momento Tua Tagovailoa estaría sintiendo una continua sensación de angustia y que algo le oprimiría la región torácica y apenas le dejaría respirar.
Pero entonces el lunes, con el gran sueño que había tenido en toda su vida cerca de desmoronarse y horas antes de que fuera operado en Houston, vi a Tua Tagovailoa haciendo esto en este vídeo:
Y enseguida me di cuenta de que yo estaba completamente equivocado, ya que esta semana tampoco será la semana en la que nada ni nadie conseguirá que Tua Tagovailoa se detenga.
*En realidad, más allá de sus pases imposibles o de la sensación que transmitía sobre el campo de poder conseguir siempre encontrar al receptor desmarcado, el mérito real de Tagovailoa radica en haber cambiado por completo la filosofía de un equipo: hasta su aparición, la Alabama de Nick Saban destacaba por un ataque bien gestionado que vivía al ritmo triunfal que marcaba su asfixiante defensa, mientras que, tras la aparición de Tagovailoa, la Alabama de Saban se convirtió en un ataque temible que bombardeaba continuamente al rival sin tener que recurrir apenas a su defensa para ganar los partidos. Y eso, conseguir cambiar toda la filosofía de un equipo, es algo que va todavía mucho más allá de lo que cualquier número nos pueda decir.
COMPARTE EL TEXTO EN REDES SOCIALES Y SUSCRÍBETE GRATUITAMENTE SI QUIERES RECIBIR TODAS LAS NOVEDADES DE WOLCOTT FIELD.