(Este texto corresponde a la sección de Reportajes, que, como su propio nombre indica, contiene reportajes sobre deportistas, clubes o cualquier aspecto relacionado con el deporte)
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(AVISO IMPORTANTE: este texto es el cuarto y último de una serie de textos sobre la rivalidad entre Ali, Frazier y Foreman en el boxeo de la década de los setenta que he escrito gracias a la ayuda inestimable de Jesús Mínguez, redactor jefe de Más Deporte en Diario As)
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(Aquí puedes leer la parte 1, aquí la parte 2 y aquí la parte 3 de este serial)
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Quizá no lo sepáis, pero el viernes 26 de octubre de 1951 se acabó una era. Ese día, Joe Louis disputó su último combate como profesional: Rocky Marciano le ganó en el Madison Square Garden de New York por KO técnico en el octavo asalto. A sus 37 años, el gran campeón de los pesos pesados ya había perdido el título mundial tras su decisión de retirarse en 1949 después de vencer por segunda vez consecutiva a Jersey Joe Walcott (y un año después, en 1950, fue derrotado por Ezzard Charles en una nueva búsqueda del cinturón de campeón), pero ese último combate ante Marciano fue, en realidad, el que certificó el final de un dominio incontestable que se alargó durante más de tres lustros y que se tradujo en 66 victorias en 69 combates. A. J. Liebling, presente en las gradas del recinto neoyorquino, lo resumió a la perfección con su escritura: “Mientras Joe pudo salir adelante, sentí que tenía un vínculo con una época en la que ambos éramos mucho más jóvenes. Sólo los grandes campeones conceden tiempo a sus conciudadanos para que se sientan así, porque sólo los grandes ganan el título jóvenes y se aferran a él”, mantuvo. Y sentenció: “Justo después de que Marciano derribara a Louis por primera vez, Sugar Ray Robinson comenzó a abrirse camino hacia el cuadrilátero, como atraído por una fascinación horrible, y cuando Rocky lanzó la derecha final, la mano de Robinson estaba en la cuerda más baja del cuadrilátero, como si él tuviera la intención de saltar adentro”.
En efecto, la mítica del deporte necesita de campeones legendarios que marquen el paso del tiempo, que nos retraigan a nuestro pasado, y de jóvenes aspirantes que desafíen el orden establecido, que se rebelen contra la decadencia y la vejez. Es en el enfrentamiento entre esas dos fuerzas antagónicas cuando la mítica se produce. Como ocurrió esa noche con Joe Louis y Rocky Marciano. O como sucedió a lo largo de un lustro, un par de décadas después, con Muhammad Ali, Joe Frazier y George Foreman.
“El tremendo ego de Ali sacó lo mejor de Frazier, y a la vez acabó consumiéndolo. Foreman fue un puente perfecto entre los dos y añadió más interés a la división. Otro grandísimo boxeador. Fue un poco como el Big Three del tenis. Tres bestias en el mismo periodo que se engrandecieron entre ellos”, analiza Jesús Mínguez. Y añade: “No me atrevería a decir si fue la mejor época de la historia del boxeo. Quizá sea la época con más carga mítica, la que mejor se ha contado y narrado porque tiene como faro la figura de Ali, que además de ser un grandísimo boxeador fue un revolucionario que trascendió al deporte. Lo que hizo grande a esa época fue la coincidencia de Ali con Frazier y Foreman”.
Ali, el hilo conductor del relato pugilístico de la década de los setenta, tuvo, de hecho, tres fases bien diferenciadas a lo largo de sus más de veinte años de trayectoria: desde 1960 hasta su suspensión por negarse a alistarse para ir a Vietnam, desde su regreso hasta el combate en Zaire contra Foreman y desde 1975 hasta su retirada definitiva. “Antes de él estuvo Joe Louis, campeón entre 1937 y 1949, durante once años y ocho meses. Ese fue uno de los momentos dorados del boxeo. Además, la mejor época de Ali fue cuando aún se llamaba Cassius Clay, cuando gana a Sonny Liston y Floyd Patterson. Esa fue su plenitud boxística y eso sucedió en los sesenta, hasta que en 1967 le retiran el título”, continúa argumentando Mínguez. Los datos le dan la razón: Ali, que siempre tuvo en su capacidad para absorber golpes una de sus grandes virtudes, recibió la mayor parte del castigo en su cuerpo a lo largo de la década de los setenta, especialmente en el tercer periodo de su trayectoria profesional. No en vano, con un total de 548 asaltos en toda su carrera, Ali disputó una media de 6.2 asaltos por combate en la fase inicial, mientras que en la segunda fase esa media aumentó hasta los 10.6 asaltos por combate y en la tercera se fue hasta los 12.5 asaltos por combate.
Visto en perspectiva, la madre de todas las batallas en Manila entre Ali y Frazier selló el declive de la rivalidad entre los tres púgiles: Ken Norton, Larry Holmes y Leon Spinks, como apunta Mínguez, “dieron continuidad a la historia y a la narrativa de Ali, Frazier y Foreman” a lo largo de esa década, “pero ninguno fue tan buen boxeador como ellos”. Foreman, pese a vencer otra vez en 1976 a Frazier, se retiró menos de un año después tras encajar contra Jimmy Young la segunda derrota de su trayectoria, si bien regresó de nuevo al cuadrilátero en 1987 con 38 años y terminó convirtiéndose, mediada la década de los noventa, en el campeón mundial de mayor edad de toda la historia. Mientras, Ali, que todavía lograría alzarse con un tercer reinado mundial, disputó diez combates más entre 1975 y 1981, incluidas su sorprendente derrota contra Leon Spinks y sus dos últimas peleas perdidas contra Larry Holmes y Trevor Berbick. Frazier, por su parte, el protagonista con su gancho de izquierda de los mayores castigos que recibió Ali a lo largo de su carrera profesional, quedó completamente tocado, física y anímicamente, tras la masacre en Filipinas y se retiró después de perder con Foreman en el Nassau Veterans Memorial Coliseum de New York en 1976.
Sin embargo, el boxeador afincado en Philadelphia regresó una última vez al cuadrilátero para enfrentarse a Floyd Cummings el 3 de diciembre de 1981 en el extinto International Amphitheatre de Chicago, exactamente ocho días antes de que Ali, su odiado rival, se bajara también del ring de forma definitiva perdiendo contra el jamaicano Berbick en Bahamas.
Ya se sabe que las casualidades, evidentemente, no existen.
Foto: BBC Sport
Su sitio entre los mejores
Entonces, ¿cuál es el sitio real de Ali, Frazier y Foreman entre los mejores pesos pesados de la historia?
Desde la cronológica perspectiva del simple transcurrir de los días habría que considerar que ocupan una posición predominante: entre el primer y el tercer título de Ali (del 25 de febrero de 1964 al 15 de septiembre de 1978), los tres púgiles monopolizaron el cinturón mundial salvo esporádicas y momentáneas excepciones. De hecho, Ali, con 3.443 días, es el tercer púgil que ha ocupado el trono mundial durante más tiempo (le superan Wladimir Klitschko, con 4.382 días, y Joe Louis, con 4.270 días), mientras que Frazier es el decimotercero. Por su parte, los tres aparecen en la lista de boxeadores que han sido más tiempo campeones mundiales a lo largo de un único reinado: Ali, con 5 años y 11 meses, es séptimo; Frazier, con 4 años y 10 meses, es undécimo; y Foreman, con tres años, es decimonoveno de una lista que también lideran Joe Louis (11 años y 8 meses) y Klitschko (9 años y 7 meses).
En cuanto a la precocidad, Ali, Frazier y Foreman también ocupan un lugar preferencial: Mike Tyson, con 20 años y 4 meses, ha sido el campeón mundial más joven de una lista en la que Ali es tercero (22 años y 8 días), Foreman es sexto (24 años y 12 días) y Frazier es séptimo (24 años y un mes). Además, los tres aparecen en el top ten de los campeones mundiales de los pesos pesados que tardaron menos tiempo en alzarse con el título desde su debut profesional (Frazier, a los 2 años y 6 meses de su debut, es quinto; Ali, a los 3 años y 2 meses, es noveno; y Foreman, a los 3 años y 6 meses, es décimo), mientras que Ali y Frazier, ambos con 20 combates, son sextos en la lista de menos combates disputados hasta conseguir el campeonato mundial, una relación de nombres que lidera Leon Spinks, que únicamente había disputado ocho peleas antes de vencer de manera sorpresiva a Ali en su primer combate de 1978.
Por último, desde un prisma de competitividad, los tres tampoco se bajan de su posición privilegiada, especialmente Ali y Frazier, que ocupan plaza entre los diez mejores de la historia en más oponentes derrotados durante sus reinados, más victorias con el título mundial en juego y más defensas por el título consecutivas ganadas.
Y, por supuesto, también están la narrativa y el relato. Sus estilos contrapuestos de boxeo. El odio y la idolatría que se profesaron. La estampa de Frazier sobre el cuadrilátero, cabeza agachada, golpes afilados e implacables, siempre hacia adelante. El espectáculo continuo de Ali, bailando como una mariposa, picando como una avispa. Los golpes con la fuerza de un mamut y del tamaño de una sandía que Foreman descargaba en tromba. El reconocimiento, sobre todo, hacia Ali, Frazier y Foreman de todos aquellos que ni siquiera habíamos nacido.
Porque ya lo escribió, como siempre, A. J. Liebling: “La Dulce Ciencia, como una vieja reputación o el recuerdo del amor, sigue a su víctima a todas partes”.
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En este texto he utilizado referencias de ESPN y The Sweet Science.
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Suelo escribir siempre con música, así que he decidido que voy a poner alguna de las canciones que ha sonado mientras estaba escribiendo el texto. Como, por ejemplo, ésta:
Como disfrutamos esta serie. Mil gracias por traerla a nuestros buzones. 🙏🏻