Buzzer Beater (Championship Finals)
Kansas City Chiefs vs. Tennessee Titans (Arrowhead Stadium, domingo, 21:05 hora española)
I. Desde que en el año 1990 se extendieran de diez a doce equipos los playoffs de la NFL, únicamente en dos ocasiones ha habido un partido de final de conferencia en el que no estuvieran el número 1 o el número 2 de la conferencia:
En la temporada 2006, cuando los Indianapolis Colts de Peyton Manning (#3) vencieron a los New England Patriots (#4) de Tom Brady (38-34).
En la temporada 2008, cuando los Arizona Cardinals (#4) vencieron a los Philadelphia Eagles (#6) por 32-25.
El pasado domingo, sin embargo, hubo un rato en el que todos nos preguntamos si el próximo domingo eso volvería a ocurrir.
Fue un rato extraño, al albur, complicado de explicar. Los Texans ganaban por 0-24 cuando faltaban 10 minutos y 58 segundos para llegar al descanso (0-21 al final del primer cuarto) en el Arrowhead Stadium y a los jugadores de los Kansas City Chiefs, sin contar el punt bloqueado por Barkevious Mingo a Dustin Colquitt para touchdown de Lonnie Johnson, se les caían al suelo todos los balones que recibían de su quarterback Patrick Mahomes. De repente y entre el estupor generalizado, la Superbowl se veía especialmente lejos para el nuevo máximo favorito al título en la AFC tras la sorprendente eliminación horas antes de los Baltimore Ravens.
Porque desde 1940 a 2018, ninguno de los once equipos que había anotado 21 puntos en el primer cuarto de un partido de playoffs había terminado perdiendo ese encuentro. Ni los Chicago Bears en 1940. Ni los San Diego Chargers en 1963. Ni los Oakland Raiders en 1968, 1969 y 1980. Ni de nuevo los San Diego Chargers en 1981. Ni los Buffalo Bills en 1990. Ni los San Francisco 49ers en 1994. Ni los Jacksonville Jaguars en 1999. Ni los Baltimore Ravens y los New Orleans Saints en 2009. NADIE, ni siquiera aquellos que, al contrario que los Texans el pasado domingo, habían concedido puntos a su rival en ese primer cuarto.
Porque ningún equipo en los últimos ocho años había ganado un encuentro de NFL, ya sea en temporada regular o playoffs, después de ir perdiendo por 21 puntos o más al final del primer cuarto y para encontrar al último equipo que había superado una desventaja de 24 puntos o más en la postemporada había que mirar a esa inolvidable Superbowl disputada hace ya casi tres años en (¡¡OJO!!) Houston y en la que los Patriots remontaron un 28-3 en contra para acabar ganando a los Atlanta Falcons en la prórroga (34-28).
Como digo, fue un rato extraño, al albur, complicado de explicar. Sobre todo porque, aunque todos nos preguntábamos si el próximo domingo eso volvería a ocurrir, en realidad todos pensábamos que los Chiefs remontarían ese partido y que los Texans, ese equipo con buenos jugadores y un pésimo entrenador, realizaría una jugada difícil de entender que cambiaría la inercia del encuentro y acabaría perdiendo con rotundidad.
Sin que sirva de precedente, por una vez todos nosotros tuvimos razón.
Sucedió a falta de ocho minutos y 32 segundos para el descanso y después de que los Chiefs hubieran anotado ya su primer touchdown (7-24). En una jugada 4&4 en su propia yarda 31, Bill O’Brien, (por ahora y pese a todo) técnico de los Texans, decidió incomprensiblemente que su equipo simulara un punt y que Justin Reid corriera por el exterior para conseguir el primer down. Evidentemente, no lo logró. Daniel Sorensen le detuvo sin problemas, los Chiefs recuperaron el ovoide en una inmejorable posición de campo y ese drive concluyó con un pase para touchdown de Mahomes a Travis Kelce que puso el partido 14-24.
Y así, en menos tiempo de lo que dura un pestañeo, el marcador pasó del 0-24 a favor de los Texans a falta de 10 minutos y 54 segundos para el descanso al 28-24 a favor de los Chiefs a falta de 44 segundos para el tiempo de asueto para que la franquicia de Kansas City se convirtiera en el primer equipo de toda la historia en ir empatando o ganando al descanso un partido después de ir perdiendo por 24 puntos o más.
Y Andy Reid, técnico de los Chiefs, volvió a dar una lección magistral ofensiva (siete touchdowns en ocho drives consecutivos entre el segundo y el tercer parcial) para convertir a su equipo en el primer conjunto de la historia que gana un partido de playoffs por veinte puntos después de ir perdiendo en ese mismo partido por veinte puntos o más.
Y Mahomes se convirtió en el segundo jugador de la historia en dar cuatro pases de touchdown en un único cuarto en un partido de postemporada (tras Doug Williams, exquarterback de los Washington Redskins, en la Superbowl XXII) y el primero en lanzar más de 300 yardas de pase, dar cinco pases de touchdown y correr más de 50 yardas en un partido de playoffs.
Y ese pedazo de jugador llamado Travis Kelce se convirtió en el primer jugador de la era de la Superbowl en recibir tres pases de touchdown en un solo cuarto en un partido de playoffs y, junto con su compañero Damien Williams, en la segunda pareja en anotar al menos tres touchdowns de scrimmage cada uno en un partido de playoffs después de que lo lograran Jerry Rice y Ricky Watters para los San Francisco 49ers en la Superbowl XXIX.
Y de nuevo, ahora sí, los Chiefs vuelven a ser el máximo favorito de la AFC para alcanzar la Superbowl.
Aunque ya sabéis que eso, en realidad, no significa ABSOLUTAMENTE NADA.
II. Siempre es un placer retroceder hasta la década de los setenta (especialmente en el cine y en la música), así que voy a ello: hasta el inicio de esta postemporada, solamente tres equipos habían logrado ganar más de un partido de playoffs en una misma temporada sin alcanzar las 100 yardas de pase en ninguno de esos encuentros. Se trata de los Miami Dolphins de las temporadas 1972 y 1973, y de los Pittsburgh Steelers del curso 1974. Esos tres equipos tienen, además, otra cosa en común: los tres ganaron la Superbowl.
Ahora, a la espera de lo que ocurra en la próxima Superbowl del primer domingo de febrero en Miami, hay que añadir un nuevo nombre a la lista: los Tennessee Titans de la temporada 2019, que únicamente acumularon 71 yardas de pase en su visita al Gillette Stadium para enfrentarse a los Patriots y 83 yardas de pase en su visita al M&T Bank Stadium para enfrentarse a los Baltimore Ravens. Tampoco es que les hicieran falta sumar más yardas aéreas: ganaron y sobre todo dominaron con rotundidad ambos encuentros ante el actual campeón de la competición y ante el que era por unanimidad el máximo favorito al título este año.
Porque, sí, entre tanta modernidad, estos Titans se han convertido en un reducto de la vieja escuela que han decidido deliberadamente huir de la pirotecnia y las luces estroboscópicas para hacer el camino hacia la Superbowl por su vertiente más clásica, la áspera, agreste y rocosa. A saber:
Carrera: su running back Derrick Henry, que no ha perdido ni una sola vez el ovoide en postemporada, sumó 34 carreras, 182 yardas, 5.35 yardas por intento y un touchdown (y también una recepción de 22 yardas) ante los Patriots y 30 carreras, 195 yardas, 6.50 yardas por intento y ¡un pase de touchdown de tres yardas a Corey Davis! ante los Ravens (y, por supuesto, es el gran protagonista de la postemporada en big plays de juego de carrera tras sumar cuatro carreras de 23, 27, 29 y ¡¡66 yardas!!).
Defensa (sobre todo en la zona de anotación): en playoffs, los Titans son el segundo equipo que menos puntos permite al rival (12.5 puntos por partido) pese a ser el tercer conjunto que más yardas permite por partido (418.5), el segundo que más primeros downs recibe (23.5) y, con 31, el primero que más terceros downs ha tenido que defender (hay un dato clarificador para entender la buena defensa de los Titans en las jugadas claves: pese a ser el octavo peor equipo en esta faceta en temporada regular, de los cinco cuartos downs que han tenido que defender en playoffs han conseguido detener al rival en las cinco ocasiones; por ponerlo en perspectiva, los Baltimore Ravens tenían en temporada regular un porcentaje de éxito del 71% tras completar 17 de 24 intentos y ante los Titans se quedaron en un 0% tras un 0 de 4 intentos).
Conservadurismo: precisamente, los Titans son uno de los cuatro equipos que todavía no han jugado ningún cuarto down en postemporada, además de ser el equipo que menos pases intenta por partido, que menos pases intenta en primeros downs por partido, que menos porcentaje de yardas de pase acumula y que menos porcentaje de jugadas de pase tiene (y tampoco conviene olvidar que Mike Vrabel, su estratega head coach, no dudó en emular a su maestro Bill Belichick en el partido ante los Patriots y recurrir a sus propios trucos para dejar pasar unos preciados segundos en el cronómetro en los últimos minutos del cuarto y decisivo parcial, primero con un delay y después con una salida falsa, antes de realizar un punt en vez de ir a por un cuarto down en campo rival que de haber completado podría haber sellado definitivamente su victoria).
El underdog de este año está completamente dispuesto para viajar a Kansas City a añadir una muesca más en su revólver.
Y a nadie debería extrañarle si eso sucede: los Titans ya saben lo que es ganar esta temporada a los Chiefs.
Fue el 10 de noviembre en Nashville, por 35-32 y en un partido que terminó con un field goal de 52 yardas de Harrison Butker bloqueado por Joshua Kalu y recuperado por LeShaun Sims para finiquitar la victoria local.
No parece un mal final para un partido de football.
San Francisco 49ers vs. Green Bay Packers (Levi’s Stadium, lunes, 0:40 hora española)
III. “Definitivamente (teníamos un grupo especial en Washington). Éramos todos jóvenes, pero avanzábamos juntos. Todos estábamos dispuestos. No sólo estábamos estudiando lo que estábamos haciendo, nuestras propias jugadas, sino que siempre estábamos intentando tratar de ir más allá, hacer diferentes cosas y desafiarnos mutuamente. Me frustraba mucho cuando la gente actuaba como si yo hubiera traído a mis amigos allí. Eso me volvía loco. Todos esos tipos consiguieron sus trabajos y eran realmente buenos. Por eso mi papá y yo los necesitábamos”. Así de rotundo se mostraba hace unos meses Kyle Shanahan, entrenador de los San Francisco 49ers, en un texto de John Keim en ESPN sobre la relación de amistad del propio Shanahan con Matt LaFleur, entrenador de los Green Bay Packers, y con Sean McVay, entrenador de Los Angeles Rams. Los tres coincidieron durante cuatro temporadas en el cuerpo técnico de los Redskins de Mike Shanahan, padre de Kyle, pero su vinculación afectiva y profesional va todavía más allá, especialmente en el caso de Shanahan y LaFleur:
En las campañas 2008 y 2009, cuando Shanahan fue coordinador ofensivo de los Houston Texans, LaFleur se convirtió en el asistente ofensivo del equipo texano.
Entre los citados años 2010 y 2013, cuando Shanahan fue coordinador ofensivo de los Redskins de su padre, LaFleur se convirtió en el entrenador de quarterbacks del equipo del Distrito de Columbia.
En los años 2015 y 2016, cuando Shanahan, tras su breve paso por los Cleveland Browns, recaló como coordinador ofensivo en los Atlanta Falcons, LaFleur, tras un año en la Universidad de Notre Dame, se convirtió en el nuevo entrenador de quarterbacks del equipo de Georgia.
Incluso, me atrevo a aportar una prueba más para que todos concedáis validez a mi tesis:
Mike LaFleur, el hermano pequeño del entrenador de los Packers, es el coordinador del juego de pase de los 49ers desde que Shanahan se convirtió en head coach en el año 2017, pero su vinculación con el citado Shanahan ya había empezado en los Browns (en 2014 fue el interino ofensivo de Shanahan) y había proseguido también en los Falcons (en 2015 y 2016 fue el asistente ofensivo de Shanahan).
Creo que puedo decir sin miedo a equivocarme que Shanahan y LaFleur, como por ejemplo Bill Belichick y Nick Saban, tienen una magnífica relación de amistad y también una conversación sobre football fluida y habitual.
Y puedo decirlo sin miedo a equivocarme porque son ellos mismos los que lo reconocen sin problemas.
La amistad en general, su amistad en particular, me parece un punto de partida inmejorable para escribir sobre la final de conferencia de la NFC entre los San Francisco 49ers de Shanahan y los Green Bay Packers de Matt LaFleur, un partido que se puede definir de muchas formas, pero que seguro que no tiene, precisamente, el adjetivo de amistoso (o fraternal) entre ellas.
IV. Empezaré desde el principio, el pasado, antes de acabar por el final, el futuro: con cuatro presencias cada uno, los 49ers y los Packers son los dos equipos que más veces han llegado al NFC Championship en esta década. Es un dato importante porque es de esos números inofensivos a primera vista, pero que nos ayudan a saber diferenciar entre aquellos que vienen y van y aquellos que están siempre y nunca se van. Un día suena un clic y la nada se convierte en eternidad. Por ejemplo, los Packers están desde siempre y nunca se han ido. Por ejemplo, los 49ers están desde la década de los ochenta y ya nunca se fueron. Por ejemplo, los Patriots están apenas desde el siglo XXI, pero ya nunca se irán. Normalmente, el secreto para llegar a ser trascendente radica en algo tan aparentemente sencillo como es simplemente permanecer (aviso: no es tan sencillo; al contrario, es lo más complicado) que, aunque pueda parecerlo, en este caso no es lo mismo que estarse quieto, sino que es sinónimo de la adaptabilidad.
Algo de eso saben los 49ers y los Packers, dos equipos que volverán a enfrentarse por segunda vez esta temporada en el Levi’s Stadium tras la rotunda victoria de los californianos el pasado 24 de noviembre (37-8) en un partido que ahora ya no sirve de nada, ni como antecedente explicativo. Ni siquiera nos sirve ni la jugada paradigmática con la que los 49ers sentenciaron el encuentro en el tercer cuarto, aquel touchdown que anotó Kittle, que jugó ese choque con una fractura en un hueso de su tobillo izquierdo, después de un pase de 61 yardas de Jimmy Garoppolo en una jugada de engaño del equipo de Kyle Shanahan en la que partiendo de una formación de carrera consiguió que toda la defensa de los Packers se marchara hacia la izquierda y el QB de Illinois tuviera todo el tiempo de mundo para lanzar el ovoide a su desmarcado tight end.
Nada de eso nos sirve ya porque estos 49ers y estos Packers son dos equipos completamente diferentes a aquellos dos equipos que jugaron ese partido en el cada vez más lejano mes de noviembre.
Y son dos equipos completamente diferentes porque se encuentran a un solo partido de poder alcanzar su meta, de poder subirse a un tren que casi siempre pasa de largo cuando lo estamos esperando en el andén, y ESO LO CAMBIA ABSOLUTAMENTE TODO.
Ese tren se llama Superbowl.
Y, aunque la mayoría cree que es el pasaporte hacia el futuro, en realidad no es más que el presente.
Porque el presente nunca se conjuga en futuro.
Y mucho menos todavía en la NFL.
Que se lo digan a Aaron Rodgers, el quarterback con más talento del siglo XXI, pero que únicamente ha jugado un partido por el título.
Seguro que él sabe perfectamente de trenes que no paran en la estación y que luego vuelven a pasar de largo otra vez.
PS. Mientras escribo esto, 2.971 personas han leído la previa que hice sobre el Wild Card Weekend y 3.797 personas han leído la previa que hice sobre el Divisional Round. Como he trabajado en medios de comunicación como diario As o A la Contra y he conocido sus datos de audiencia, os puedo decir objetivamente que me parece acojonante que tantas personas hayan leído las previas de este newsletter. Las habría escrito exactamente igual, palabra por palabra, aunque no las hubiera leído ninguna persona, pero siempre odié a esa gente que llega a un lugar y no da los buenos días. O lo que es lo mismo: siempre tomaré las decisiones por mí mismo, pero esta es mi forma sutil de daros a todos y a todas las gracias infinitas por leerme.
Y ya está. Venga, a seguir. No hay más. Andar, el presente y esas cosas. Vivir y ser feliz tampoco parece tan complicado, ¿no?
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