Fuerzas gravitatorias
I. Creo que la sensación más extraña y a la vez maravillosa que he tenido en mi vida sucedió el año que mi mujer y yo regresamos desde Chicago a Guadalajara para pasar unos días en Navidad. Por motivos del trabajo de mi mujer, no pudimos llegar a España hasta el día de Nochebuena y todo lo que sucedió en esos pocos días navideños se difumina entre una agradable realidad y un bonito recuerdo. Por ejemplo, la percepción insólita de abandonar Estados Unidos, pasar un rato en un aeropuerto al oeste de Londres, montarnos en otro avión y aterrizar en España tan solo unas horas después. Por ejemplo, que en Madrid hubiera más de diez grados de temperatura cuando habíamos dejado Chicago a esa misma temperatura siempre y cuando le añadáis el signo de menos delante (en total, había más de veinticinco grados de diferencia entre ambas ciudades). Por ejemplo, que mis padres y mi suegra vinieran a recibirnos al aeropuerto con unos bocadillos preparados por mi padre para que pudiéramos comer (mi padre hace los mejores bocadillos de la historia de la humanidad, especialmente los de salchichón con aceite y los de jamón con tomate; si salierais de trabajar a la una de la madrugada y llegarais a vuestra casa en otra ciudad diferente más tarde de las dos, como me sucedía habitualmente en mi época en el diario As, desearíais poder comer uno de esos bocadillos al llegar a vuestra casa). Por ejemplo, entrar a un bar, que mi hermana nos vea y que salga corriendo y gritando hacia nosotros con lágrimas en los ojos. Por ejemplo, cruzarnos inesperadamente por la calle con uno de mis dos mejores amigos y con su hijo, que nació apenas dos días antes de que nosotros nos marcháramos a vivir a Estados Unidos y que llevábamos medio año sin poder ver. Por ejemplo, que nuestros sobrinos nos abracen y griten de alegría cuando abrimos la puerta de la casa de mis padres. Por ejemplo, salir esa misma noche hasta al amanecer aunque nadie diera un duro por nosotros porque no nos queremos perder nada ni dejar de pasar tiempo con la gente que queremos pese a que estamos cansados, llevamos más de un día entero sin dormir y el jet lag nos hace estar presentes y a la vez no estar presentes. Por ejemplo, volver a encontrarnos en un sitio rodeado de esa gente que nos quiere apenas unas horas después de estar paseando por nuestro barrio en Chicago, una ciudad que nos encanta y en la que VIVIRÍAMOS SIN DUDARLO PARA SIEMPRE, pero en la que apenas conocemos a nadie y muchas veces no podemos impedir sentirnos completamente solos.
Por ejemplo, estar deseando cada segundo de esos días en Guadalajara, a pesar de todo, regresar otra vez ya a Chicago porque en realidad nuestra vida ahora está allí y no está aquí.
Porque es imposible poder estar más desubicados.
Porque todas las sensaciones que estamos viviendo no pueden ser AL MISMO TIEMPO más extrañas y maravillosas.
Algún escritor describiría esas sensaciones como únicas.
Me imagino que yo también.
Si no fuera porque estoy convencido de que cada uno de los que estáis leyendo este texto seguro que alguna vez en vuestras vidas también os habéis sentido así, como cuerpos ingrávidos entre fuerzas gravitatorias.
II. Una de las asociaciones más raras que hace mi cerebro es la de los aeropuertos y el football. Os la cuento: cuando estoy en un aeropuerto pienso irremediablemente en football. Como todo, evidentemente, tiene una explicación: la culpa es de nuestra experiencia en Estados Unidos. Estando viviendo allí, mi mujer y yo decidimos que no íbamos a desaprovechar la oportunidad de conocer sitios a los que quizá no podríamos ir más en nuestra vida (nunca se sabe lo que ocurrirá, por eso hay que vivir siempre en presente), así que nos pasamos semanas yendo y viniendo desde el Aeropuerto O’Hare a distintos aeropuertos de la geografía norteamericana en aviones de compañías aéreas de bajo coste. Eso de por sí no explica la asociación de mi cerebro, pero sí que se explica cuando añado que una gran mayoría de esos viajes los hicimos en otoño y en invierno y casi siempre en jueves, domingo o lunes.
Sí, en los meses y en los días que hay partidos de la NFL.
Más o menos, la descripción de acontecimientos que yo realizaba en esos días acompañado de mi mujer sería la siguiente:
Una mochila en la espalda con muy poca ropa.
Un viaje en autobús.
Un viaje en metro.
Llegar a O’Hare y recordar lo mucho que adoro ese aeropuerto.
Retirar los billetes de jetBlue o Spirit o la compañía que tenga los precios más baratos.
Superar el control de seguridad con la aprobación de algún policía con cara seria y con un apellido irlandés, italiano o polaco.
ENCONTRAR UN ASIENTO EN LA TERMINAL DELANTE DE UNA TELEVISIÓN EN LA QUE ESTÉN PONIENDO UN PARTIDO DE FOOTBALL.
Sentarme.
Dejar la mochila en mis pies.
¡¡ESTÁ ERIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN EN LA TELE!! ¡¡ESTO EMPIEZA!!
Disfrutar.
Y, con un poco de suerte, entrar en el avión y que me toque ir sentado al lado de un hombre estadounidense que esté viendo el partido en su tablet.
A veces sucede.
Sobre todo si juegan los New England Patriots o los Dallas Cowboys.
III. Ya estoy perdido para siempre: este texto está creando una nueva asociación en mi cerebro y ahora no puedo dejar de pensar en New Orleans.
Y en un viaje en la última fila de un avión que no paraba de moverse por el viento mientras voy leyendo The sound and the fury de William Faulkner (por cierto, leed todo lo que podáis SIEMPRE en inglés, pero en el caso de The sound and the fury en inglés tenéis que tener en cuenta que en castellano ya es un libro complicado de leer, así que podéis terminar completamente locos con su lectura en original).
Y en mi cara pegada a una ventanilla sobre el lago Pontchartrain.
Y en paseos a la orilla del pardo río Mississippi.
Y en garitos con música en directo.
Y en cementerios entre casas quemadas por el sol.
Y en un violinista en mitad de Royal Street.
Y en caminatas bajo árboles centenarios y sobre las vías de un tranvía.
Y en calles con los suelos blancos por culpa del azúcar glas que se cae de los beignets.
Y en insuperables perritos calientes y cócteles demasiado dulces en tugurios con cucarachas encima de la barra.
Y en la estatua en Canal Street de Ignatius J. Reilly, el único y verdadero genio ante el que todos los necios se conjuran.
Y en andar por Poydras Street, subir la rampa en Sugar Bowl Drive y llegar al Superdome, el precioso estadio que resistió al Huracán Katrina y en el que este año se decidirá el campeón nacional del college football.
IV. Acabo de redactar por fin mi calendario de eventos ineludibles para estas fechas navideñas. Como os prometí sinceridad en este espacio, paso a detallarlo:
Lunes 23:
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
20:30 horas: Gasparilla Bowl, UCF vs Marshall.
2:15 horas: Packers @ Vikings.
Martes 24:
14 horas: Vermú Nochebuena.
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
21:30 horas: Cena Nochebuena.
2 horas: Hawai’i Bowl, Hawai’i vs BYU.
Miércoles 25:
15 horas: Comida Navidad.
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
18 horas: NBA Christmas Day.
Jueves 26:
13:30 horas: Boxing Day Premier League.
15 horas: Comer canelones por San Esteban.
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
Viernes 27:
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
21:20 horas: Pinstripe Bowl, Michigan State vs Wake Forest.
21:30 horas: Cena Ugly Sweaters.
00:45 horas: Texas Bowl, Oklahoma State vs Texas A&M.
2 horas: Holiday Bowl, USC vs Iowa.
4:15 horas: Cheez-It Bowl, Air Force vs Washington State.
Sábado 28:
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
18 horas: Cotton Bowl, Memphis vs Penn State.
18 horas: World Bowl, Notre Dame vs Iowa State.
22 horas: Peach Bowl, Oklahoma vs LSU.
2 horas: Fiesta Bowl, Clemson vs Ohio State.
Domingo 29:
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
19 horas: Última jornada temporada regular NFL.
Lunes 30:
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
22 horas: Music City Bowl, Mississippi State vs Louisville.
22 horas: Redbox Bowl, California vs Illinois.
2 horas: Orange Bowl, Florida vs Virginia.
Martes 31:
18 horas: Belk Bowl, Virginia Tech vs Kentucky.
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
20 horas. Sun Bowl, Florida State vs Arizona State.
21:30 horas: Cena Nochevieja.
21:45 horas: Liberty Bowl, Navy vs Kansas State.
1:30 horas: Alamo Bowl, Utah vs Texas.
Miércoles 1:
11:15 horas: Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena.
15 horas: Comida Año Nuevo.
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
19 horas: Outback Bowl, Minnesota vs Auburn.
19 horas: Citrus Bowl, Michigan vs Alabama.
20 horas: NHL Winter Classic, Pedrators @ Stars.
23 horas: Rose Bowl, Oregon vs Wisconsin.
2:45 horas: Sugar Bowl, Georgia vs Baylor.
Jueves 2:
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
21 horas: Birmingham Bowl, Boston College vs Cincinnati.
1 horas: Gator Bowl, Indiana vs Tennessee.
Viernes 3:
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
21:30 horas: Idaho Potato Bowl, Ohio vs Nevada.
Sábado 4:
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
22:35 horas: Wild Card Weekend NFL.
Domingo 5:
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
19:05 horas: Wild Card Weekend NFL.
Lunes 6:
15 horas: Comida Reyes Magos.
18 horas: Ver La Guerra de las Galaxias: El Ascenso de Skywalker.
Ahora que lo leo de nuevo aquí escrito y que he tenido tiempo para pensarlo más detenidamente, alguien podría decir que estoy loco y que no tengo solución ni remedio.
Incluso alguien hasta podría pensar que, en cierta manera, soy único.
Me imagino que yo también podría pensarlo.
Si no fuera porque estoy convencido de que muchos de los que estáis leyendo este texto seguro que también vais a pasar la mayoría de vuestro tiempo esta Navidad entre reuniones con amigos y familiares, aventuras en una galaxia muy lejana y bowls, muchas, muchas, muchas bowls.
Como si fuerais cuerpos ingrávidos flotando entre fuerzas gravitatorias que os arrastran.
*Nota del autor para los talibanes del lenguaje: soy totalmente consciente de que hay párrafos de este texto en el que se mezclan libremente tiempos verbales en presente y en pasado aunque siempre me estoy refiriendo a acciones propiamente del pasado. Sí, soy totalmente consciente. De hecho, está hecho completamente a propósito y persigue conseguir un objetivo ante el lector. Llamadlo licencia creativa o estepavohahecholoquelehasalidodelasnarices. Cualquiera de las dos me vale.
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