Buzzer beater (Wild Card)
Houston Texans vs. Buffalo Bills (NGR Stadium, sábado, 22:35 hora española)
I. El 30 de diciembre de 1995. Ese es el día exacto en el que los Buffalo Bills derrotaron en el por entonces Rich Stadium a los Miami Dolphins (37-22) para conseguir la que es hasta el momento su última victoria en la postemporada de la NFL. Sí, habéis contado bien: han transcurrido más de veinticuatro años desde entonces y puede que el conjunto ahora entrenado por Sean McDermott (dos presencias en los playoffs en tres campañas en el cargo) nunca haya estado tan cerca de conseguir volver a ganar como este sábado en el NGR Stadium. Argumentos tiene de sobra para lograrlo y que así sus aficionados puedan empezar a saltar y a romper mesas (como si a la Bills Mafia de verdad le hiciera falta una victoria para eso).
El primero, su defensa:
Es el segundo equipo que menos puntos ha permitido por partido a su rival en la temporada regular (16.2 puntos).
Tremaine Edmunds, con sus tackles (115), y Tre’Davious White, con sus intercepciones (6), se han convertido en líderes legítimos de un equipo defensivo con argumentos rotundos en la línea y en la secundaria.
El segundo, su nivel lejos de Orchard Park, ya que los Bills se han mostrado especialmente más competitivos a domicilio que en su propio estadio:
Sus derrotas en los campos de los Patriots y de los Browns son las únicas que aparecen en una lista en la que, por el contrario, hay seis victorias, algunas de ellas en campos como el de los Titans, los Cowboys o los Steelers.
El tercero, la irregularidad de los Texans como locales:
Equipos como los Panthers, los Broncos o los Titans, todos ellos a priori más endebles que estos Bills, saben lo que es ganar esta temporada en Houston.
En teoría, los Bills siempre van a estar en condiciones de pelear la victoria en cualquier encuentro (su defensa se encarga de ello), así que tiene que ser el ataque el que le permita asegurar ese triunfo. Y ahí aparece el nombre de Josh Allen y sus pésimas estadísticas:
Su rating es de 85.3.
Ha recibido 38 sacks.
Ha sido interceptado en nueve ocasiones.
Ha cometido siete fumbles a la carrera (el segundo que más de toda la competición).
Resultado: los Bills se encuentran entre los siete equipos que menos yardas de pase por encuentro consigue (201.8), es el noveno que menos puntos por partido anota (19.6) y el octavo que menos yardas por partido acumula (330.2).
En cualquier caso, también tienen argumentos ofensivos, principalmente dos: es un buen equipo a la carrera (128.4 yardas por encuentro, el octavo mejor) y John Brown se ha convertido en un receptor profundo y recurrente (en sus 53 recepciones en primeros downs tiene un imponente porcentaje de éxito de 73.6%; por ejemplo, cuatro puntos menos que Julio Jones y doce puntos más que Michael Thomas). Y, además, pese a transmitir la sensación de ser un ataque en continuo riesgo (algo que, en realidad, sí que es así por su forma de jugar), lo cierto es que los números dicen que los Bills son un equipo que minimiza errores: pese a haber realizado 23 fumbles (el noveno que más), únicamente ha tenido siete pérdidas (el quinto que menos) y ha terminado con un balance de más cuatro en la estadística de recuperaciones y pérdidas.
Un partido sin presión en el pocket para Josh Allen puede aumentar la posibilidad de victoria de los Bills y eso parece que está asegurado: los Texans son el sexto equipo con menos sacks de toda la competición (con 31, menos de dos por partido). Sin embargo, su cuerpo de linebackers es capaz de ejercer presión y detener la carrera tanto en su interior como en el exterior (Zach Cunningham, con 142, es el sexto jugador con más tackles, mientras que Whitney Mercilus, con cuatro, es también el sexto jugador con más fumbles forzados), lo que puede crear otro escenario diferente en un partido de por sí difícil de predecir en su desarrollo por diversos motivos:
Uno, ambos conjuntos tienden a acumular penalizaciones ofensivas.
Dos, Deshaun Watson.
Porque el quarterback de los Texans ha demostrado en las dos últimas temporadas que puede ser ese QB estrella que anticipó poder ser en la Universidad de Clemson, pero también que muchas veces la ambivalencia perenne en los Texans de Bill O’Brien (cuarta presencia en playoffs en seis años en el cargo y la tácita impresión de ser bastante peor entrenador de lo que dicen sus logros) no es ajena a su excelso talento:
Por ejemplo, si Josh Allen ha sido interceptado nueve veces, Deshaun Watson lo ha sido doce veces.
Por ejemplo, si Josh Allen ha recibido 38 sacks, Deshaun Watson ha recibido 44 sacks (el sexto que más).
Por ejemplo, si Josh Allen ha cometido siete fumbles a la carrera, Deshaun Watson ha cometido seis.
Por ejemplo, Deshaun Watson también es un QB de 67.3% de pases completados, 7.8 yardas de media por pase, 26 touchdowns de pase y siete touchdowns de carrera, y 267.6 yardas por encuentro que fue candidato al MVP durante muchas semanas.
Es decir, un quarterback capaz de liderar a un buen equipo (y Houston Texans lo es) que además cuenta con su propio salvavidas particular, DeAndre Hopkins: el receptor estrella de los Texans es el tercer jugador con más primeros downs conseguidos, el tercero con más recepciones y el octavo con más yardas de recepción por partido.
Ahora que lo pienso, quizá DeAndre Hopkins sea en realidad el único factor permanente en una ecuación difícil de resolver, pero que viene con premio: jugar la Divisional Round.
New England Patriots vs. Tennessee Titans (Gillette Stadium, domingo, 2:15 hora española)
II. No seré yo el que diga que ya se atisba el final de la era de la exitosa B&B Limited Co. porque The Brady Bunch merece tener todo el crédito del mundo después de tantos años de dominio aplastante, pero lo que sí que estoy seguro es que a Belichick la derrota en la última jornada ante los Miami Dolphins que le dejaba sin bye no le hizo ninguna gracia. Al contrario, más bien le enfadó. Mucho. Muchísimo. Demasiado. Y tiene motivos para estarlo:
Desde 1990 (el año que la NFL extendió su postemporada a doce equipos) hasta la actualidad, el porcentaje de equipos que alcanzan la Superbowl es de 79.3% con el bye y 20.7% sin el bye.
Desde el citado año 1990 a 2011, el porcentaje de victoria para los equipos que jugaron en casa fue de 57% en temporada regular y aumentó hasta el 68% en playoffs (66% en la Wild Card, 74% en la Divisional Round y 64% en la Championship Round).
En 2017, un estudio de FiveThirtyEight concluyó que la condición de local en la postemporada es más importante en la NFL que en cualquier otra de las cuatro grandes ligas estadounidenses: en la NFL se pasaba del 57.1% de porcentaje de victoria del equipo local en la temporada regular a un 64.7% en playoffs y en la NBA de un 59.9% a un 64.5% (un 7.6% más en la NFL, un 4.6% más en la NBA), mientras que en la NHL y en la MLB se mantenían los mismos porcentajes con apenas alguna variación decimal (en la NHL, 55.1% y 55.3%; en la MLB, 54% y 54.2%).
Es decir, el mito en realidad no es un mito: el equipo que tiene el bye en la Wild Card y que juega todos sus partidos como local en la postemporada cuenta exponencialmente con más oportunidades de ganar la Superbowl.
No siempre ocurre eso, claro, pero la mayoría de las veces, sí.
Los propios New England Patriots lo saben bien:
En las diecisiete presencias en la postemporada que acumulan La Cabra Brady y El Cabrón Belichick (siempre lo digo y hoy lo diré una vez más, el mérito de tan buen sobrenombre para esta dupla es de Mario Peña aquí) nunca han llegado a la Superbowl si antes tuvieron que jugar el Wild Card Weekend (es más, no solamente nunca han llegado a ninguna de las nueve Superbowls que han disputado en ese tiempo, sino que únicamente han llegado a una final de conferencia teniendo que haber jugado antes el partido de Wild Card).
Los Patriots no visitaban el primer fin de semana de los playoffs de la NFL desde el 10 de enero del año 2010, día en el que perdieron en el Gillette Stadium ante los Baltimore Ravens (14-33).
Los Patriots no pierden un partido de playoffs en su estadio desde el 20 de enero de 2013 contra los Baltimore Ravens (13-28), pero a domicilio únicamente han ganado uno de los últimos cuatro que han disputado en postemporada, el del pasado 20 de enero del 2019 en el Arrowhead Stadium (31-37), y este año tendrán que ganar (presumiblemente) dos lejos de Massachusetts si quieren alcanzar la Superbowl.
Pero habrá que ir por partes, que tal vez estoy empezando a poner estadísticas que ni siquiera van a hacer falta.
Primero es el turno de que la exitosa B&B Limited Co. se enfrente a los Tennessee Titans y, aunque la tradición nos asegure que los Patriots de enero son mil veces mejores que los Patriots de septiembre a diciembre y aunque el presente más reciente nos demuestre que estos Patriots son el mejor equipo en defensa de toda la competición (solamente 14.1 puntos encajados y 275.9 yardas recibidas por encuentro, el primero de la competición en ambas estadísticas), que no hay secundaria que intercepte más balones con Stephon Gilmore (posiblemente, uno de los mejores jugadores defensivos del año), J.C. Jackson y Devin McCourty, y que Jamie Collins, John Simon y Lawrence Guy te permiten presionar en la línea y reforzar la secundaria, lo cierto es que, a día de hoy y hasta que el partido comience y pase lo que tenga que pasar, nadie puede negar que los Titans también tienen sus opciones, pocas o muchas, de victoria.
Porque el ataque de los Patriots no funciona como debería (solo 5.2 yardas de media por jugada).
Porque el juego de carrera de los Patriots, el factor diferencial con el que arrasó en la última postemporada, es mediocre sin el lesionado Develin y el retirado Gronkowski bloqueando (3.8 yardas de avance de media).
Y porque los Titans, que cuentan con una defensa aseada y un ataque que está funcionando de maravilla (y que, algo muy importante, están muy bien entrenados por Mike Vrabel), han demostrado su potencial, tanto en la victoria como en la derrota, ante otros equipos de playoffs como son los Buffalo Bills, los New Orleans Saints, los Houston Texans o los Kansas City Chiefs.
Por ejemplo, en el ataque, pese a ser uno de los equipos que menos tiempo tiene el ovoide en su poder (28 minutos y 31 segundos), los Titans son el conjunto que más yardas de pase consigue en cada intento (8.8 yardas de media, más, incluso, que los San Francisco 49ers). Una situación en la que tienen mucho que ver dos irrupciones:
La del rookie A.J. Brown, un receptor profundo y con talento (20.2 yardas por recepción, 8 touchdowns y 8 recepciones de más de cuarenta yardas).
La aparición del mejor Ryan Tannehill de su carrera a partir de la jornada seis en lugar de Marcus Mariota: el QB de Texas acumula un 70.3% en pases completados (el mejor porcentaje de su trayectoria en la NFL), un rating de 117.5 (también el mejor de su trayectoria en la NFL) y suma 9.6 yardas de media por pase (también el mejor número de su trayectoria en la NFL), además de destacar en el porcentaje de éxito en primeros downs (44.1%).
Aunque he de ser completamente sincero y la mayor irrupción de la ofensiva de los Titans no se encuentra en el aire, sino en la tierra:
La importancia de Derrick Henry en el juego de carrera: es el jugador con más intentos, con más intentos por partido, con más yardas, con más yardas por partido y con más touchdowns de carrera de toda la competición (más datos de Henry: acumula 5.1 yardas de media por intento y suma nueve carreras de más de veinte yardas y tres de más de cuarenta yardas; por el contrario, ha sufrido cinco fumbles).
Y, ya en defensa, los Titans tampoco parecen débiles para presentar un partido competido ante los Patriots:
Son el cuarto equipo con más tackles de toda la competición.
Tienen una secundaria capaz de aumentar las intercepciones y de forzar fumbles con jugadores como Kevin Byard y Logan Ryan.
Son argumentos que pueden invitar al optimismo, si bien los Titans no deberían olvidar que The Brady Bunch no pierde un encuentro de playoffs desde el 24 de enero de 2016 en el Mile High ante los Denver Broncos.*
Ha pasado una eternidad desde que la década de los noventa dejó paso al segundo milenio y los Patriots todavía siguen siendo esa dinastía que nunca deja de ganar.
Aunque, ya se sabe, todo gran equipo merece que le llegue su gran derrota.
Y, no hay duda, estos Patriots del siglo XXI han sido un gran equipo.
O, incluso, se podría decir que el mejor de todos los que han visto nuestros ojos en cualquier deporte.
New Orleans Saints vs. Minnesota Vikings (Mercedes-Benz Superdome, domingo, 19:05 hora española)
III. La última vez que los Saints y los Vikings se vieron en postemporada fue hace apenas un par de años y los periodistas denominaron ese partido como el “Minneapolis Miracle” porque, con 10 segundos para el final en el US Bank Stadium y en un 3&10, Case Keenum conectó un pase de 27 yardas con Stefon Diggs, Marcus Williams falló en su sencillo intento de placarle y el propio Diggs corrió en solitario y sin oposición hasta completar el touchdown de 61 yardas que llevaba a los Vikings hasta la final de conferencia. A veces, a los Saints les ocurren cosas de ese tipo, inesperadas (o polémicas decisiones arbitrales): es la única forma posible para poder explicar que los Saints de las dos últimas temporadas no hayan llegado nunca a la Superbowl.
De hecho, los Saints de este año ni siquiera deberían estar jugando este primer partido de postemporada si no fuera porque, como digo, al conjunto entrenado por Sean Payton (octava visita a la postemporada en sus trece temporadas en el cargo) le ocurren cosas de ese tipo, inesperadas. Ya sabéis, alguna recepción increíble de Kittle a falta de 39 segundos para el final (y un field goal anotado de Gould a falta de dos segundos) o el típico partido extraño que te sale y acabas perdiendo cuando un rival divisional visita tu estadio (en este caso, los Atlanta Falcons y el Mercedes-Benz Superdome).
Pero, sea por azar (#InPaulAusterIBelieve) o por certezas, lo tangible es que los Saints se encuentran en la situación en la que se encuentran, sin el bye y con a priori dos partidos lejos del Superdome para alcanzar la Superbowl (un dato positivo, aficionados de los Saints: este año lejos de NOLA únicamente habéis perdido ante los Rams en el Coliseum angelino), y que desde este mismo domingo tendrán que empezar a mostrar las virtudes que se les presuponen para poder llegar hasta Miami. A saber:
La seguridad de Drew Brees, el quarterback titular con mejor porcentaje de pases completos en toda la competición (74.3%) y uno de los mejores en porcentaje de primeros downs conseguidos (42.1%), en sacks recibidos (apenas 12) y en rating (116.3).
La OMNIPRESENCIA de Michael Thomas, el mejor receptor de la temporada: es el que más pases recibe (149), el que más yardas de recepción logra (1.725), el que más yardas de recepción por partido hace (107.8), el que más pases en primeros downs recibe (91) y el cuarto con más touchdowns de recepción (9).
(Más allá de la conexión Brees-Thomas, de la fortaleza de su línea ofensiva, de la recuperación de Alvin Kamara o del buen momento de Jared Cook, el ataque de los Saints es magnífico. Es decir, en general. Los Saints son un equipo que consigue mover el ovoide con ritmo y dinamismo, y que anota con facilidad. Los datos lo confirman: los Saints son el tercer equipo que más puntos anota por partido (28.6), el que mejor porcentaje de acierto en el pase tiene (71.9%), el tercero que más tiene el balón en su poder en ataque (32 minutos y 19 segundos), el segundo con más touchdowns de pase (36) y el quinto con más touchdowns en general (52), el segundo con mejor porcentaje de éxito en primeros downs (39.6%), el cuarto con menos intercepciones recibidas (6), el tercero con menos sacks recibidos (25), el segundo con menos golpes a su QB recibidos (58), el que menos fumbles realiza (9) y el segundo con mejor diferencia entre recuperaciones y pérdidas (+15). Es un hecho que estos Saints son capaces de minimizar los errores y aprovechar su potencial).
Cameron Jordan, con 14.5 sacks (el tercero que más), continúa liderando una defensa con mimbres para presionar al QB rival (los Saints es el cuarto equipo con más sacks realizados).
El ínclito Marcus Williams en realidad es un magnífico safety con tendencia a interceptar pases (4).
Marcus Davenport sigue forzando fumbles (está en injury list y no jugará el domingo) y Vonn Bell se ha convertido este año en el mejor jugador de la competición recuperando fumbles (5).
Mientras, los Vikings de Mike Zimmer (tercera presencia en postemporada en seis años con una única victoria en playoffs; sí, aquel “Minneapolis Miracle”) se presentan a la cita convertidos por unanimidad en ese equipo que a todos nos parece mucho mejor de lo que en realidad dictan sus méritos sobre el terreno de juego:
Por ejemplo, sus cuatro derrotas a domicilio ante los Packers, los Bears, los Chiefs y los Seahawks.
Por ejemplo, su única victoria ante los Eagles en su lista de partidos contra equipos que jugarán la postemporada.
Por ejemplo, el poco tiempo que tiene el balón en ataque (28 minutos y 50 segundos) y, en cambio, la cantidad de fumbles que concede (29, el cuarto que más).
Pero la afirmación anterior no es del todo cierta porque los Viking sí son un GRAN EQUIPO con un sobresaliente juego de carrera (y Dalvin Cook, uno de los mejores running backs de la competición), con dos receptores profundos y con calidad contrastada (Diggs y Thielen), con una buena línea ofensiva que protege a su quarterback y le concede mucho tiempo para lanzar, y con una secundaria con capacidad para interceptar el ovoide (17, el tercero que más; destaca Anthony Harris, con seis). Y, por supuesto, con Danielle Hunter y sus 14.5 sacks.
Y, ya sabéis, también hay que contar con que a veces a los Saints les ocurren cosas inesperadas.
Si no, que alguien le pregunte a Marcus Williams.
Seguro que a él todavía no se le ha olvidado el “Minneapolis Miracle”.
Philadelphia Eagles vs. Seattle Seahawks (Lincoln Financial Field, domingo, 22:40 hora española)
IV. Los Eagles (en la primera campaña de J.J. Arcega-Whiteside) volverán a estar un año más en la postemporada y, aunque podría empezar a escribir sobre lo malo, yo siempre prefiero quedarme con lo bueno:
Doug Pederson es un magnífico entrenador (terceros playoffs consecutivos en sus cuatro campañas en el cargo).
Carson Wentz ha hecho milagros este año.
Recordad que estoy hablando de un equipo que esta temporada, por culpa de las lesiones, ha tenido que recurrir a los jugadores del equipo de football de Poyales del Hoyo, provincia de Ávila, para poder tener a once tipos sobre el campo y que, sin embargo, le ha ganado la división a los Dallas Cowboys de Dak Prescott, Zeke Elliott, Amari Cooper, Michael Gallup, Randall Cobb, Jason Witten, La’el Collins, Travis Frederick, Zach Martin, Tyron Smith, DeMarcus Lawrence, Sean Lee, Jaylon Smith, Leighton Vander Esch y, vale, ya lo sé, el pésimo Jason Garrett de entrenador. Supongo que lo mejor será que veáis unas estadísticas para que entendáis la dimensión de lo que estoy diciendo.
Esto son los Eagles:
Un equipo de 6.6 yardas de media por cada pase (el sexto peor).
Un equipo con 31 fumbles (el que más de toda la competición).
Un equipo con 15 pérdidas (el segundo que más de toda la competición).
Un equipo con 100 golpes a su QB (el octavo que más).
Un equipo con 11 intercepciones realizadas (el noveno que menos).
Un equipo con 935 tackles realizados (el tercero que menos).
Estos son los Cowboys:
Un equipo de 4.751 yardas de pase (el segundo que más).
Un equipo de 8.2 yardas de media por cada pase (el tercero que más).
Un equipo de 296.9 yardas de pase por partido (el segundo que más).
Un equipo con 23 sacks recibidos (el segundo que menos).
Un equipo de 2.153 yardas de carrera (el quinto que más).
Un equipo de 4.6 yardas de media por cada carrera (el cuarto que más).
Un equipo con 4.902 yardas de recepción (el tercero que más).
Un equipo con 12.6 yardas de media por cada recepción (el tercero que más).
Un equipo de 306.4 yardas de recepción por partido (el tercero que más).
Un equipo con un QB (Prescott) que está entre los diez mejores quarterbacks de la temporada en pases intentados, yardas de pase, yardas de pase por partido, pases de más de veinte yardas y pases de más de cuarenta yardas.
Un equipo con un RB (Elliott) que está entre los cinco mejores running backs de la temporada en carreras intentadas, carreras por partido, yardas conseguidas, yardas por encuentro, touchdowns de carrera y primeros downs conseguidos.
Un equipo con dos WR (Cooper y Gallup) que están entre los veinte mejores wide receivers de la temporada en yardas de recepción por partido, entre los veinticinco mejores en touchdowns de recepción y entre los diez mejores en recepciones de pases de más de veinte y de más de cuarenta yardas.
Entonces, ¿qué es lo que lleva a los Eagles, un equipo con una secundaria nefasta capaz de perder en su campo contra los Lions, hasta la postemporada? Varios factores:
Uno, ya lo he dicho antes, el excelso mes de diciembre de Carson Wentz.
Dos, su buena gestión del tiempo de los partidos: los Eagles son el segundo equipo que más tiene el ovoide en su poder en ataque (33 minutos y 6 segundos) y el primero en jugadas de scrimmage (1.104).
Tres, su acierto en los terceros downs: es el equipo con mayor número de terceros downs (229) y el cuarto con mejor porcentaje de éxito en terceros downs (45%).
Todos esos factores le serán necesarios para poder derrotar este domingo a los Seattle Seahawks, un conjunto que únicamente ha caído este año a domicilio en el Memorial Coliseum de Los Angeles ante los Rams y que ya sabe lo que es ganar esta misma temporada en el Lincoln Financial Field de Philadelphia (9-17).
Aunque, sin embargo, viene de quedarse a una pulgada de distancia en el último segundo de la temporada regular (LITERALMENTE) de ser campeón de su división.
Pero, bueno, es que ESO SON los Seattle Seahawks de Pete Carroll (ocho playoffs en diez años en el cargo): un equipo que vive continuamente en el alambre.
Un equipo que se alimenta de segundos y terceros downs para alargar las jugadas al máximo.
Un equipo en el que su QB, el magnífico Russell Wilson, recibe golpes (el cuarto que más) y sacks (el que más) de forma recurrente, pero que tiene el talento y la experiencia necesaria para moverse fuera del pocket y encontrar a receptores en pases profundos y abiertos.
Un equipo plagado de pérdidas (el tercero que más fumbles comete), pero que también es capaz de interceptar (el quinto que más) para volver a tener el ovoide en su poder.
Un equipo en el que lo único predecible es su impredecibilidad.
Y eso no puede encantarme más.
Por favor, que llegue ya el domingo.
*Sí, los Patriots perdieron la Superbowl contra los Eagles el 4 de febrero de 2018, pero en muchas estadísticas la Superbowl no se entiende como un partido de playoffs, como un encuentro eliminatorio, sino como una final con un título en juego.
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