Buzzer beater (II)
I. En 1974, con 21 años, en su primera temporada con los GCL Cardinals, equipo de la Gulf Coast League (nivel Rookie) afiliado a los propios Cardinals de Saint Louis de la National League, Scott, un tercera base nacido en Sacramento (California) y criado en Elk Grove, hijo de un granjero de lácteos y que venía de destacar al béisbol en la University of the Pacific (Universidad del Pacífico), disputó 33 partidos, anotó 13 carreras, bateó 10 carreras impulsadas y robó 7 bases.
En 1975, con 22 años, en su primera temporada con los St. Petersburg Cardinals, equipo de la Florida State League (nivel A) afiliado a los propios Cardinals de Saint Louis de la National League, el citado Scott, después de ser cambiado a segunda base, incrementó su nivel de juego, disputó 99 partidos, anotó 39 carreras, bateó 36 carreras impulsadas, robó 1 base, bateó 2 home runs y se convirtió en el octavo mejor jugador de la competición en media de bateo (.277).
En 1976, con 23 años, en su segunda temporada con los St. Petersburg Cardinals, equipo de la Florida State League (nivel A) afiliado a los propios Cardinals de Saint Louis de la National League, el citado Scott, jugando tanto en segunda como en tercera base, disputó 129 partidos, anotó 63 carreras, bateó 44 carreras impulsadas, robó dos bases, bateó otros dos home runs, se convirtió en el quinto mejor jugador de la competición en media de bateo (.295), lideró la liga en dobles (22) y fue elegido en el equipo All Star de la temporada.
En 1977, con 24 años, el citado Scott dividió su temporada entre los Arkansas Travelers, equipo de la Texas League (nivel AA) afiliado a los propios Cardinals de Saint Louis de la National League; los Midlands Cubs, equipo también de la Texas League (nivel AA) afiliado esta vez a los propios Cubs de Chicago de la National League, y de nuevo los St. Petersburg Cardinals, equipo de la Florida State League (nivel A) afiliado a los propios Cardinals de Saint Louis de la National League.
Ese mismo año, en 1977, Scott, lastrado por problemas en una rodilla y recién licenciado como Doctor en Farmacia, decidió olvidarse de jugar al béisbol y regresar de nuevo a su universidad para sacarse también la licenciatura de Derecho en la facultad McGeorge School of Law.
Ahora, como si se tratara de una especie de flashforward narrativo, hagamos un salto temporal.
El lunes pasado, Stephen Strasburg, pitcher nacido en San Diego (California), firmó un contrato de renovación con los Washington Nationals, actuales campeones de las World Series de la MLB, por 245 millones de dólares en siete temporadas.
Un día después, el martes, Gerrit Cole, pitcher nacido en Newport Beach (California), firmó un contrato para dejar los Houston Astros y fichar por los New York Yankees por 324 millones de dólares en nueve temporadas.
Un día después, el miércoles, Anthony Rendon, tercera base nacido en Houston (Texas), firmó un contrato para dejar los Washington Nationals y fichar por Los Angeles Angels por 245 millones de dólares en siete temporadas.
En total, se trata de tres contratos por valor de 814 millones de dólares firmados en apenas 48 horas, pero a ellos también hay que añadir los 64 millones de dólares por 4 años del contrato que la semana anterior firmó Mike Moustakas, antes tercera y ahora segunda base nacido en Los Angeles (California), para cambiar a los Milwaukee Brewers por los Cincinnati Reds.
Es decir, 878 millones de dólares por cuatro contratos.
Toda vez que los agentes de los jugadores de la MLB se suelen llevar de comisión entre un 3% y un 5% de cada contrato que firma cada uno de sus jugadores, puedo aventurarme sin temor a equivocarme y así aseguraros que Scott Boras, el agente de Strasburg, Cole, Rendon y Moustakas, ha ganado esta última semana alrededor de 57 millones de dólares por esos cuatro contratos.
Traducción: más dinero en una sola semana que lo que gana en toda una temporada cualquier jugador, directivo o el comisionado de la MLB.
Y lo que le queda: Dallas Keuchel, Nicholas Castellanos o Hyun-Jin Ryu, por citar algunos de los jugadores más importantes que todavía permanecen en la agencia libre, están también representados por él (por desgracia para su cuenta corriente, Madison Bumgarner y Josh Donaldson, que también van a firmar contratos millonarios, no están representados por él).
Sí, estáis en lo cierto: aquel Scott que tuvo que dejar el béisbol sin alcanzar la MLB tras cuatro temporadas en las Ligas Menores y que volvió a la universidad es el mismo Scott que en la década de los ochenta empezó a trabajar como representante de jugadores y que ahora preside una agencia de representación que lleva su apellido (Boras Corporation) y que, según Forbes, es una de las agencias de representación deportiva más importantes del mundo.
Supongo que ha llegado el momento de que os diga que nunca nadie consiguió sacar tanto rédito económico a unos problemas de rodilla.
II. Estoy realmente emocionado porque al contrario que otras temporadas, sin ir más lejos el año pasado, la NBA ya ha sobrepasado su primer cuarto de competición y todavía no me he aburrido de su temporada regular. Lo celebro, más de lo que creéis. Pienso que el motivo es que este año hay más equipos que se creen aspirantes legítimos al anillo y ya he conseguido ver más partidos con aroma a playoffs que todos los que logré ver la campaña pasada durante la temporada regular. Me gusta la defensa, que los entrenadores preparen los encuentros y que los jugadores se lo tomen en serio, no un continuo correcalles de lanzamientos de tres. Soy así de raro y anacrónico, qué le voy a hacer.
Como os decía, este año ya he podido disfrutar de al menos una decena de esos partidos que a mí más me gustan.
Y también ya he podido empezar a sacar algún que otro pensamiento que se ha convertido en certeza:
No seré yo, pero quizá alguien podía dudar del potencial real de un equipo que tiene a LeBron James y a Anthony Davis, de si los Lakers podían ser un equipo para aspirar al título. Esa duda está ya completamente resuelta: lo son y, posiblemente, el más favorito de todos. Y no exclusivamente porque tengan en su plantilla a dos de los cinco o diez tipos que mejor juegan a esto del baloncesto (aunque, tal y como se ha demostrado en los últimos años, esa condición, la de tener un par de los mejores jugadores en tu plantilla, es vital en la actual NBA), sino también porque están bien entrenados, la mayoría de sus secundarios conocen sus roles y todos ellos defienden. No es ninguna sorpresa visto su currículum, especialmente en Indiana, pero el mérito hay que apuntárselo a Frank Vogel.
Si nos ponemos a analizar el Oeste en plan postemporada enseguida nos damos cuenta de que este año, pese a lo que nos dicta el pasado más reciente, esa conferencia es prácticamente un solar de equipos contendientes al título más allá de los Lakers… y, evidentemente, de los Clippers de Kawhi Leonard y Paul George. Hay favoritos previos a los playoffs a los que les va a costar remontar (Warriors, Spurs, Trail Blazers) y una buena pléyade de equipos que pueden gustar más o menos, pero que no parecen preparados para disputarles una serie a siete partidos a los equipos angelinos. ¿Los Mavericks? Doncic es ya UNO DE LOS JUGADORES MÁS DETERMINANTES y Porzingis aporta puntos en una versión bastante desmejorada de la que mostró en New York, pero sin cambios en su plantilla no parece que vayan a poder competir con los Lakers o los Clippers en una hipotética final de conferencia ni con milagros continuos del esloveno. ¿Los Nuggets? Continúan un año más sin dar ese salto diferencial de buen a gran equipo, especialmente a domicilio, y lo más seguro que sea porque, aunque suene a perogrullada, los Nuggets realmente son un BUEN equipo y NO un GRAN equipo. ¿Los Jazz? Puede que por nombres su plantilla sea mejor que la del año pasado, pero la realidad es que este año están jugando BASTANTE PEOR que el año pasado. ¿Los Rockets? Vale, yo a los Rockets no me atrevo a descartarles nunca como posible ganadores en una serie a siete partidos contra los Lakers o los Clippers, pero TENDRÁN QUE EMPEZAR A DEFENDER DE UNA MALDITA VEZ para que empiece a creérmelos un poco más.
Al igual que los Lakers, el líder del Este, los Bucks, también lleva únicamente tres derrotas y tiene cuatro victorias de ventaja sobre su más inmediato perseguidor, pero, a pesar de que el equipo de Milwaukee acumula ¡¡17 victorias consecutivas!!, veo esta conferencia bastante más divertida e igualada que la del Oeste. Para mí, a día de hoy, hay dos niveles diferentes de aspirantes a alcanzar la final por esa parte del cuadro. Por un lado, un primer nivel con los citados Bucks, los 76ers y los Raptors. Por otro lado, un segundo nivel, un poco más abajo, con los Celtics, los Heat y los Pacers (a los Nets, por ahora, los tengo en cuarentena, mientras que a los Celtics los tengo como bisagra entre el primer y el segundo grupo). ¿Cuál es la diferencia de favoritismo entre un nivel y otro? Hay algunas razones claras (los Heat y los Pacers, por ejemplo, necesitarían también repensar algunas piezas de sus plantillas para poder dar el salto definitivo de calidad), pero tengo sobre todo una por encima de cualquier otra: LA DEFENSA. Porque, cuando llegue la postemporada, ¿no os parece más complicado anotar una canasta a un quinteto formado por Bledsoe-Matthews-Middleton-Antetokounmpo-Lopez o Simmons-Richardson-Harris-Horford-Embiid o Lowry-VanVleet-Anunoby-Siakam-Gasol que a un quinteto formado por Walker-Smart-Brown-Hayward-Tatum (¡un pívot, por favor, Danny Ainge!) o Nunn-Dragic-Winslow-Butler-Adebayo o Brogdon-Oladipo-Warren-Turner-Sabonis?
Por lo tanto, a día de hoy, sabiendo que queda muchísimo tiempo para que todo cambie de arriba abajo y que lo que estoy escribiendo ahora no sirve de nada en el futuro, me quedo como los equipos con más posibilidades que he visto con los Lakers, los Clippers, los Bucks, los 76ers, los Heat, los Raptors, los Celtics y los Pacers. Una lista de nombres que se convierte en interesante si miramos la clasificación de los mejores equipos de la temporada hasta ahora según el rating defensivo:
MILWAUKEE BUCKS: 101.3.
Denver Nuggets: 102.5.
TORONTO RAPTORS: 103.3.
PHILADELPHIA 76ERS: 103.4.
LOS ANGELES LAKERS: 103.4.
LA CLIPPERS: 103.6.
INDIANA PACERS: 104.1.
BOSTON CELTICS: 104.1.
MIAMI HEAT: 104.9.
A ver si al final va a resultar que tampoco soy una persona tan rara y anacrónica.
III. La estadística aleatoria que más me ha gustado esta semana es la siguiente: técnicamente, los Baltimore Orioles han perdido un partido más recientemente que los Baltimore Ravens. La última derrota de los Orioles llegó el domingo 29 de septiembre a las 18:27 horas (en el huso horario EST) en el campo de los Boston Red Sox (5-4), mientras que la última derrota de los Ravens se produjo ese mismo domingo 29 de septiembre a las 16:08 horas (en el huso horario EST) en su campo ante los Cleveland Browns (25-40).
Evidentemente, lo realmente divertido y asombroso de esa estadística es que los Orioles llevan sin jugar desde ese mismo domingo 29 de septiembre porque la temporada regular de la MLB se acabó ese día y que los Ravens han acumulado desde ese mismo domingo 29 de septiembre diez victorias consecutivas ante los Steelers, los Bengals (en dos ocasiones), los Seahawks, los Patriots, los Texans, los Rams, los 49ers, los Bills y los Jets.
Más allá de la importancia o no de ese dato (en realidad, no tiene ninguna importancia), esa estadística aleatoria sí que nos sirve para poder destacar el nivel que están demostrando los Ravens esta temporada: no parece muy arriesgado considerar a un equipo que ha derrotado en semanas consecutivas (sin contar el bye) a los Seahawks, a los Patriots, a los Texans, a los Rams, a los 49ers y a los Bills como el máximo favorito para llevarse el título de la Superbowl en el primer fin de semana del mes de febrero.
Sin duda, con permiso de los 49ers o de los Saints, el equipo entrenado por John Harbaugh lo es.
Por la consolidación de Lamar Jackson como un quarterback de doble amenaza.
Por la condición de indescifrable del ataque que ha montado Greg Roman partiendo de las formaciones de carrera.
Por la valentía de Harbaugh y su staff en los cuarto downs (son el tercer equipo que más cuartos downs realiza y el que mejor porcentaje de éxito tiene de toda la competición con 76.19% tras lograr completar 16 de los 21 cuartos downs que han intentado).
Por su gestión del tiempo de la posesión en los partidos (son el equipo de toda la competición que más tiene el balón en su poder, 34 minutos y 12 segundos de media por encuentro).
Por una defensa que mejora semana tras semana.
Sí, Baltimore Ravens es el equipo máximo favorito a día de hoy para alzarse este año con el título de la Superbowl.
Pero que nadie lo olvide: esto es la NFL.
Y el mes de enero ni siquiera ha llegado todavía.
IV. Tal y como se puede apreciar en la tabla superior, cogida prestada de un texto de Michael Haupert para la Society for American Baseball Research, Babe Ruth fue el primer jugador de la MLB que superó los 50.000 dólares de salario por temporada. En 1922, los New York Yankees pasaron a pagarle 52.000 dólares, un incremento del 160% en relación con su anterior salario de 20.000 dólares. Esa cifra supone más del doble de los 25.000 dólares que cobró en los Detroit Tigers un año antes Ty Cobb como entrenador-jugador, pero el tiempo ha dejado esa cifra obsoleta en relación con los dos contratos que Scott Boras (sí, el mismo Scott Boras que en el primer punto) le consiguió a Alex Rodriguez en la primera década de este siglo: los 252 millones de dólares por diez temporadas con los Texas Rangers (un 404% de incremento anual en relación con su anterior salario en los Seattle Mariners) y los 275 millones de dólares por diez temporadas en el nuevo contrato que volvieron a firmar con los New York Yankees tras ejecutar en plenas World Series del año 2007 la cláusula de salida del contrato anterior cuando al jugador neoyorquino de origen dominicano y criado en Miami le quedaban tres años de contrato y 72 millones de dólares por cobrar con la franquicia del Bronx (ese cambio de contrato, que no de equipo, convirtió a A-Rod en el primer jugador de la historia en superar los 30 millones de dólares por temporada de salario, en 2009).
En cualquier caso, volvamos a Babe Ruth, que es realmente la persona que me interesa en este texto.
A nadie debería extrañarle que en 1922 el GRAN BAMBINO consiguiera ganar el doble de dinero en su salario anual que lo que había ganado como máximo cualquier otro jugador en la historia de la MLB: un año antes, Ruth había realizado la que se sigue considerando prácticamente por unanimidad como la mejor temporada que un jugador de béisbol ha realizado nunca. En ese 1921, el Sultán del Swat lideró la competición en carreras, home runs, carreras impulsadas, bases por bolas, media de bateo, porcentaje de slugging (las bases alcanzadas en un turno de bateo) y bases totales. Nadie había visto antes a ningún jugador que fuera capaz de lograr 59 home runs en una sola temporada (la cifra todavía es más impactante si tenemos en cuenta que ese era el tercer año consecutivo que batía el récord de home runs en una temporada y que ese número además era superior al número de home runs logrados en total por todos sus jugadores en ocho equipos de la competición). Además, tampoco conviene olvidar lo más importante de todo y es que Babe Ruth era una estrella absoluta que reportaba mucho dinero a los Yankees: en el citado 1921 y por segunda temporada consecutiva, más de 1.200.000 de aficionados fueron a ver a los Yankees jugar, una cifra que es más del doble que los aficionados que fueron a ver a los Yankees en 1919, el año antes de que los Bombarderos del Bronx ficharan a Ruth desde los Boston Red Sox a cambio de 100.000 dólares y otros 350.000 dólares más a modo de préstamo por parte de Jacob Ruppert, el dueño de los Yankees, a Harry Frazee, su homólogo en la franquicia bostoniana, para que, según cuenta la leyenda, éste pudiera financiar sus musicales de Broadway. Apenas unos años más tarde de eso, en 1923, los Yankees inauguraron su por entonces nuevo estadio, el Yankee Stadium, con capacidad para 58.000 espectadores, que pasó a la historia con un sobrenombre clarificador: la casa que Babe Ruth construyó. Mientras, los Red Sox tardaron 86 años en volver a ganar las World Series por culpa de una maldición que recibió también un nombre clarificador: la Maldición del Bambino.
No quiero herir sensibilidades, así que sigo con mi texto.
En 1927, Babe Ruth todavía lograría su mejor temporada de home runs con 60 bateados, pero de nuevo hay que regresar a su mítico año 1921 para destacar uno de sus récords más duraderos: el liderato histórico de la clasificación de home runs totales. Esa temporada, el GRAN BAMBINO, con 162 home runs totales hasta ese momento en su carrera, reemplazó en el primer puesto a Roger Connor, que ostentaba ese honor desde el año 1895. Por su parte, Babe Ruth continuó enlazando un home run tras otro y cuando se retiró en 1935 seguía ocupando ese primer puesto ya con 714 home runs, 336 home runs más que su inmediato perseguidor, su compañero, amigo y luego enemigo Lou Gehrig, con 378 home runs hasta entonces.
El récord de Ruth duró la friolera de 53 años, hasta 1974. Lo batió otra de las grandes leyendas de la MLB, Hank Aaron, que llegó a militar en la Negro League (en los Indianapolis Clowns; no, no me he inventado el nombre) y que en Las Mayores fue seleccionado 25 veces All Star en una magnífica trayectoria entre los Milwaukee/Atlanta Braves y los Milwaukee Brewers. Al finalizar la temporada 1973, Aaron se quedó a un solo home run de la marca histórica de Ruth, así que todo el mundo estaba esperando que el récord cayera nada más empezar la temporada siguiente. Y así fue. El 4 de abril de 1974, en su primera aparición al bate de la serie de tres partidos inaugurales de los Braves ante los Reds en Cincinnati, Aaron mandó la bola lanzada por el pitcher Jack Billingham fuera de los límites del terreno de juego para igualar a Ruth en lo alto de la clasificación histórica. Cuatro días después, el 8 de abril de 1974, ya en Atlanta, ante 53.775 espectadores y en la cuarta entrada de un partido retransmitido para toda la nación por la NBC, Aaron, a sus 40 años, dos meses y tres días, conectó la bola lanzada por Al Downing, pitcher de Los Angeles Dodgers, para conseguir el 715 home run de su carrera y apear por primera vez en más de medio siglo al GRAN BAMBINO del primer puesto de la clasificación.
Antes, en cualquier caso, todos sus compañeros se encargaron minuciosamente de recordarle a Aaron que tocara todas las bases para que el récord pudiera contar.
Touch all bases, le dijeron.
Es una expresión que los estadounidenses utilizan mucho en negocios y en política, incluso en la diplomacia.
Ninguna negociación está cerrada hasta que se han tocado todas las bases.
Creo que este texto únicamente lo he escrito porque quería que supierais de la existencia de esa expresión.
Porque me encanta.
Y porque nunca hay que olvidarse de tocar todas las bases antes de completar el diamante y celebrar que estamos de vuelta en casa.
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