Buzzer Beater (Divisional Round)
San Francisco 49ers vs. Minnesota Vikings (Levi’s Stadium, sábado, 22:35 hora española)
I. Esta semana los Minnesota Vikings dejan atrás su pacto con Bondye o Mawu o el nombre por el que queráis llamar a la máxima deidad del Vudú y regresan de vuelta a la realidad. Es decir, a los partidos que saben que no tienen ganados de antemano, más bien al contrario: con Mike Zimmer como head coach, al único equipo que han conseguido vencer en postemporada es a los New Orleans Saints (en dos ocasiones). Ya sé que si quisiéramos honrar a Marie Laveau o a Doctor John o a Fred Staten lo normal es que sucediera lo contrario y ganaran siempre los Saints, pero me vais a perdonar y no voy a seguir indagando más allá en estos temas mágicos y sobrenaturales del Vudú que se escapan al mundo de los humanos.
Por ello, de cara a la visita de los Vikings a los San Francisco 49ers en el encuentro que abre el sábado el Divisional Round en el mejor fin de semana del año en la NFL, me centraré en lo que no se nos escapa, ni a mí ni a ningún humano: la victoria para los Vikings pasa única y exclusivamente por repetir la fórmula del pasado domingo, controlar el partido en tiempo y forma, y maximizar con un buen planteamiento las debilidades de los 49ers… si es que las hay.
A saber:
(Insertar aquí las debilidades que se os ocurran que tienen los 49ers de esta temporada; lo siento, a mí no se me ha ocurrido ninguna)
A ver, ¡¡ES QUE SON LOS 49ERS DE KYLE SHANAHAN!!
Un equipo en el que su QB, Jimmy Garoppolo, suma casi setenta pases de más de veinte (61) y de más de cuarenta yardas (8).
Un equipo que tiene a George Krieger Kittle, el tight end, con permiso de Travis Kelce y Zach Ertz, más ACOJONANTE y RELEVANTE de toda la competición y digno heredero al trono de LA GENTE QUE MOLA A MÁS NO PODER tras la retirada del último rey legítimo, Robert James Gronkowski ‘Gronk I de Nueva Inglaterra’.
Un equipo en el que los fullbacks siguen existiendo (y qué fullback, madre mía, el señor Kyle Juszczyk) y que, en global, es capaz de anotar 29.9 puntos por partido (el segundo que más), avanzar 8.4 yardas de media de pase por intento (el segundo que más), sumar un 40.8% de éxito en los primeros downs (el que más) y acumular 144.1 yardas a la carrera por partido (el segundo que más).
Un equipo con un ataque excelso, pero también con una sólida defensa con capacidad para hacer sacks (48, el quinto que más) y apenas conceder yardas al equipo rival (281.8 yardas concedidas por partido, el segundo que menos).
Un equipo que te martiriza con yardas en play actions (1.473 yardas, el tercero que más) y con yardas después de la captura (5.9 yardas de media después de la captura en la vertiente del pasador y 6.7 yardas de media después de la captura en la vertiente de los receptores, el que más en ambas estadísticas), que apenas improvisa en las jugadas que diseña (por ejemplo, los QB de los 49ers solamente han tenido que acabar corriendo en doce de todas las jugadas de pase que han diseñado; los sextos que menos) y en el que su QB apenas recibe golpes mientras está pasando (32, el séptimo que menos).
Un equipo con un ataque aéreo casi perfecto que siempre surge desde el tiempo que concede a su juego de carrera (los 49ers son el segundo mejor equipo en yardas de carrera antes del primer contacto y el cuarto mejor en la media de yardas de carrera antes del primer contacto por intento).
Un equipo con, además de los citados Garoppolo, Kittle y Juszczyk, jugadores como Nick Bosa, Richard Sherman, Dee Ford, Matt Breida, Robbie Gould, Kwon Alexander y todos los jugadores espectacularmente buenos que están inundando vuestra memoria según estáis leyendo este párrafo.
No, de verdad, no se me ocurre ninguna debilidad de los 49ers de esta temporada.
En cualquier caso, no hagáis lo mismo que yo y os deis por vencidos tan pronto.
Seguid pensando un rato más.
Seguro que alguna debilidad encontraréis al equipo de Kyle Shanahan (por ejemplo, a bote pronto, las trece intercepciones a Garoppolo, la amplia cantidad de drops que hacen sus receptores y que su récord es mejor a domicilio que en su casa, ya que lejos de California han perdido solamente ante los Ravens y en su estadio han caído contra los Seahawks y los Falcons).
Y lo que es todavía más seguro es que los Vikings serán capaces de encontrar esas debilidades que los 49ers puedan tener.
En una competición tan igualada como es la NFL, una competición en la que la victoria y la derrota se separan por una línea apenas imperceptible, ningún tropiezo podrá llevar nunca unido a su condición el adjetivo de sorprendente.
Eso es siempre así, aunque sea algo inexplicable, tan mágico y sobrenatural como el Vudú que los Vikings le tienen hecho a los Saints.
Baltimore Ravens vs. Tennessee Titans (M&T Bank Stadium, domingo, 2:15 hora española)
II. Aunque el paso del tiempo nos demuestre al final que siempre acabamos equivocándonos, hay dos grandes situaciones en la NFL que ocurren año tras año y ante las que siempre tendemos a sobrerreaccionar.
Por un lado, las grandes verdades, los tópicos manidos, los lugares comunes que en realidad no existen.
Por otro lado, la aparición de jugadores/entrenadores/equipos que están llamados a cambiar la historia de la competición, tanto en su forma como en su fondo.
En los Baltimore Ravens de esta temporada confluyen ambas situaciones y es por culpa de un quarterback de apenas 23 años llamado Lamar Jackson.
Por un lado, al igual que sucedió el año pasado con los Patriots en la postemporada, los Ravens han arrasado en la temporada regular con su juego de carrera en una NFL que, según las grandes verdades, los tópicos manidos, los lugares comunes, vive en la era del juego de pase.
Por otro lado, la irrupción del citado Lamar Jackson ha permitido a John Harbaugh (y a Greg Roman, su coordinador ofensivo) idear un ataque revolucionario llamado a cambiar la historia de la NFL (a esta frase habría que añadirle a continuación, para poder unirlo a esas grandes verdades que en realidad no existen, “como ya habíamos pensado en el pasado con otras irrupciones de otros jugadores”).
Pero, sin embargo, más allá de tópicos o lugares comunes, sí que es verdad que Lamar Jackson y los Baltimore Ravens son un equipo prácticamente inigualable:
El que más puntos por partido anota (33.1) y el tercero que menos concede por partido (17.6).
El segundo que más yardas por partido consigue (407.6), el primero con más yardas de carrera (3.296), el primero con más yardas de carrera por intento (5.5) y el primero con más yardas de carrera por partido (¡¡206.0!!).
El que más primeros downs consigue por partido (24.1).
El segundo mejor en porcentajes de terceros downs (47%) y el mejor en porcentajes de cuartos downs (¡¡71%!!).
El que más tiene el ovoide en su poder en ataque (34 minutos y 47 segundos) y el que menos tiempo tiene a su defensa sobre el campo (25 minutos y 30 segundos).
El equipo con más touchdowns (64), con más touchdowns de recepción (37) y el segundo con más touchdowns de carrera (21).
El equipo con segundo mejor rating de pase (109.0).
El primero con más primeros downs de carrera (188), con más porcentaje de éxito en primeros downs de carrera (31.5%), con más carreras de más de veinte yardas (¡¡23!!) y con más carreras de más de cuarenta yardas (5).
El equipo con el mejor porcentaje de acierto en field goal (97%) y con más puntos conseguidos con field goal (531, es lo que pasa cuando tienes al mejor kicker de la historia, Justin Tucker).
El equipo con menos drops en el pase y con el segundo menor porcentaje de drops en el pase (3.3%).
El que más yardas consigue de media cuando su QB hace scramble en jugadas que terminan siendo de carrera aunque estaban diseñadas como pase (¡¡11.1 yardas!!).
El que más yardas suma (¡¡1.733!!) y más jugadas diseña (¡¡271!!) de run-pass options.
El que más yardas de carrera suma (¡¡¡¡3.296!!!!) y más jugadas de carrera realiza (596).
El que más yardas de carrera consigue antes de contacto (1.925), el que más yardas de carrera antes de contacto de media (3.2) y el que más yardas de carrera consigue después de contacto (1.371).
El segundo que menos touchdowns (29) y que menos touchdowns de recepción concede al equipo rival (15).
Y esas estadísticas todavía son mejores cuando nos centramos en Lamar Jackson:
El que más touchdown de pase consigue (36).
El tercer QB titular con mejor rating (113.3).
El sexto con más yardas de carrera (1.206) y el octavo con más yardas de carrera por encuentro (80.4) ¡¡pese a ser QB!!
Un jugador que suma ¡¡¡¡¡¡6.9 yardas de carrera por intento!!!!!!
El cuarto con más primeros downs de carrera (71) y el que tiene el mejor porcentaje de éxito (¡¡40.3%!!) entre los 75 jugadores con más intentos de primeros downs de carrera.
El que más con carreras de más de veinte yardas (11).
Si lo lees de corrido te entran escalofríos y no puedes nada más que asegurar que ningún equipo puede ser más favorito a ganar la Superbowl que los Ravens.
Por cierto, antes, este domingo, enfrente estarán los Titans.
El equipo en el que nadie está pensando, pero que ganó la semana pasada a los Patriots en Foxborough.
Y ya sabéis que la primera y única regla de la NFL es NUNCA SUBESTIMES A NADIE.
Esa sí que es una gran verdad.
Kansas City Chiefs vs. Houston Texans (Arrowhead Stadium, domingo, 21:05 hora española)
III. El dato aleatorio e irrelevante que más me gusta de los Houston Texans es el que dice que el equipo entrenado por Bill O’Brien siempre gana dos partidos después de una derrota y, acto seguido, vuelve a encajar otra derrota. En la jornada uno, los Texans perdieron ante los Saints, pero luego ganaron contra los Jaguars y los Chargers antes de encajar su segunda derrota contra Panthers. Después, los Texans volvieron a ganar dos encuentros (Falcons y Chiefs) antes de su tercera derrota de la temporada (Colts). A continuación, los de Houston, evidentemente, sumaron otras dos victorias (Raiders y de nuevo Jaguars) previas a un nuevo traspié (Ravens). Si habéis estado atentos, vosotros mismos seréis capaces de seguir con esta serie que supongo que haría feliz al mismísimo Leonardo de Pisa, el matemático italiano del siglo XIII que ha pasado a la historia gracias a sus números con el sobrenombre de Fibonacci: dos victorias (Colts y Patriots) y una derrota (Broncos), dos victorias (Titans y Buccaneers) y una derrota (también los Titans). La serie, de hecho, sigue activa en la actualidad: tras esa derrota ante los Titans, los Texans ganaron el pasado sábado a los Bills en el Wild Card Weekend… antes de viajar este domingo al Arrowhead Stadium para enfrentarse a los Kansas City Chiefs en el Divisional Round.
Sí, según esa serie de acontecimientos, a los Texans les tocaría este domingo ganar antes de perder en la final de conferencia ante los Baltimore Ravens o los citados Titans. Supongo que hay argumentos más que de sobra para confiar en ese triunfo más allá de la creencia irracional en un dato aleatorio e irrelevante, totalmente intrascendente:
Primero, los Texans saben lo que es ganar esta temporada en el Arrowhead Stadium (24-31, jornada 6) y no son los únicos, ya que los Chiefs también han caído derrotados en su estadio ante los Colts y los Packers.
Segundo, más allá de su condición de ser uno de los mejores jugadores defensivos de la competición en la última década, la vuelta de J.J. Watt tras su lesión, tal y como se demostró el pasado sábado, también sirve para insuflar el carácter y el liderazgo necesario en un equipo que tiende a desaparecer ante la adversidad.
Tercero, DeAndre Hopkins nunca falla en los momentos claves (el sábado, tras una mala primera mitad, acabó como el jugador con más yardas de recepción del encuentro tras seis recepciones y 90 yardas).
Cuarto, Deshaun Watson tiene talento diferencial (vale, ya sé que con esa afirmación no he inventado la gaseosa, ese pedazo de invento que dirían en aquella película de Javier Fesser, y que todos ya lo sabíais) y, como quedó claro una vez más ante los Bills y se vio venir el 9 de enero de 2017 en la final del College Football Playoff National Championship, pocos son mejores que él cuando los partidos de playoffs se rompen, los drives se vuelven rápidos, los quarterbacks salen del pocket y hay que mirar siempre hacia delante para ganar.
Aunque supongo que también hay argumentos más que de sobra para no confiar en ese triunfo más allá de la creencia irracional en un dato aleatorio e irrelevante, totalmente intrascendente.
En primer lugar, porque, libra por libra, los Chiefs son netamente mejor equipo que los Texans.
En segundo lugar, porque, ofensivamente y por sensaciones, los Chiefs se encuentran tan solo un poco por detrás de los dos mejores equipos en ataque de toda la competición, Baltimore Ravens y San Francisco 49ers, especialmente por el aire (el cuarto con más yardas de pase por intento y el cuarto con más yardas de recepción).
En tercer lugar, porque los Texans cuentan con Deshaun Watson, un QB diferencial, pero los Chiefs cuentan con Patrick Mahomes, el QB joven más diferencial de todos, capaz de lanzar de forma exitosa (8.3 yardas por intento) y profunda (15 pases de más de cuarenta yardas, el segundo que más) sin ser interceptado (solamente 5) ni recibir sacks (únicamente 17).
En cuarto lugar, porque tienen a Travis Kelce (65 pases recibidos en primeros downs, el cuarto mejor pese a ser TE) y a Tyreek Hill (11 recepciones de más de veinte yardas y seis de más de cuarenta yardas) para encontrar soluciones a media y larga distancia ante su escaso juego de carrera (4.2 yardas de avance por intento).
Y, sobre todo, porque los Chiefs son capaces, pese a su a priori poco peligro por vía terrestre, de ser el cuarto equipo que más yardas de pase genera en jugadas de play action (1.251 yardas).
Quizá en esa última estadística hay que darle su mérito a Andy Reid, esa mente privilegiada ofensivamente que también cuenta con un importante talón de Aquiles: su gestión del cronómetro.
El domingo necesitará controlarlo para que no aparezca la locura transitoria en el partido y Deshaun Watson tome el mando.
Los Buffalo Bills saben bien a lo que me refiero.
Y seguro que vosotros también.
Green Bay Packers vs. Seattle Seahawks (Lambeau Field, lunes, 0:40 hora española)
IV. De todos es sabido mi tendencia a ir a contracorriente y tener interés en lo que menos le importa a la gente, así que, evidentemente, el Green Bay Packers vs. Seattle Seahawks que cerrará en el Lambeau Field el fin de semana de la Divisional Round es el encuentro que más me intriga. Por su carácter impredecible, por supuesto.
Por un lado, la semana pasada ya os dije que los Seattle Seahawks son ese equipo que vive continuamente en el alambre, en el limbo (por cierto, ya no existe, el Papa Benedicto XVI lo cerró en el año 2006), capaz de sumar, como sin ir más lejos el pasado domingo, una penalización tras otra en un partido que tiene completamente dominado para poder cumplir con la única máxima que parece perseguir: siempre tiene que ganar o perder por una única anotación de diferencia.
Y, por otro lado, están los Packers, el equipo que ha alcanzado un bye con menor diferencial de puntos a su favor en toda la historia de la NFL.
Personalmente, estos Packers me han tenido descolocado toda la temporada regular: no sé si simplemente son un BUEN EQUIPO o si, al contrario, en realidad son un GRAN EQUIPO capacitado para adjudicarse la Superbowl.
Hay indicios que deberían hacerme pensar más en la segunda opción:
Tiene a uno de los mejores quarterbacks del siglo XXI, un Aaron Rodgers que no se está mostrando muy certero en el pase (62% de pases completados y apenas un 33.2% de éxito en los primeros downs), pero que sigue contando con su sobresaliente calidad para lograr pases profundos y generar yardas de pase (12 pases de más de cuarenta yardas, el cuarto que más).
Tiene a uno de los corredores más determinantes en la zona de anotación, un Aaron Jones que suma 16 touchdowns de carrera (el que más, junto con Derrick Henry) y 19 en total (el que más, junto con Christian McCaffrey).
Tiene a uno de los receptores más recurrentes de la competición, un Davante Adams que suma 83.1 yardas de recepción por partido (el quinto que más).
Tiene a uno de los receptores más profundos de la temporada, un Marquez Valdes-Scantling que suma cinco recepciones de más de cuarenta yardas (entre los diez que más).
Tiene a una defensa que hace tackles (Blake Martinez, con 155, es el segundo que más), que hace sacks (los Smith Bros., Za’Darius y Preston, se encuentran entre los ocho jugadores con más sacks) y que también intercepta (Kevin King es el cuarto que más).
Tiene, en definitiva, un equipo que juega y anota tanto por aire como por tierra (el sexto con más recepciones de más de cuarenta yardas, el séptimo con más touchdowns de carrera) sin perder la posesión del ovoide (15 fumbles y apenas cuatro intercepciones, el que menos en esta última faceta) y que, además, está capacitado para volver a hacerse con la posesión (17 intercepciones, el tercero que más).
Pero mis sensaciones, aunque sean inexplicables, me llevan más hacia la primera opción.
Es decir, estoy lleno de dudas y no me importa reconocerlo.
Eso sí, hay algo de lo que no tengo ninguna duda: en The Frozen Tundra en enero es harto complicado ganar (de hecho, esta temporada los Packers únicamente han perdido un partido en el Lambeau Field, ante los Eagles).
Aunque, claro, no se me ocurre ningún equipo más capacitado para asaltar la costumbre, para acabar con lo que suele ser normal, que los Seahawks.
Sin duda, ese es el mayor atractivo que posee la impredecibilidad.
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